En tiempos hostiles, la palabra urgente nombra a los responsables del saqueo. En momentos de desolación y oscuridad, los poemas, desde una diversidad tan necesaria como el oxígeno que se respira, condensan el inconformismo que se opone a la enajenación de la vida. El X Festival Latinoamericano de Poesía en el Centro, que celebra diez años ininterrumpidos de buena poesía, comenzó ayer en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543) con una performance musical de Débora Infante y la presentación de los poetas latinoamericanos invitados en esta edición: Benjamín Chávez (Bolivia), Elicura Chihuailaf Nahuelpán (Chile), Rolando Kattan (Honduras), Claudia Magliano (Uruguay), Mario Meléndez (Chile), Mauricio Molina Delgado (Costa Rica), Soleida Ríos (Cuba), Jairo Rojas Rojas (Venezuela) y Sara Vanégas Coveña (Ecuador). También llegará Vicente García-Huidobro Santacruz (Chile), el nieto del poeta y presidente de la Fundación Vicente Huidobro que participará de una mesa de reflexión sobre “el hombre que fue vanguardia” a 70 años de su muerte. El festival, que se realizará hasta el viernes 24, homenajeará a los poetas Antonio Requeni, Horacio Salas, Rafael Vásquez y Vicente Zito Lema. Entre las actividades programadas se destaca la lectura de Víctor Hugo Morales de sus poemas de La herida azul (Colihue), una mesa sobre la poesía actual y el feminismo, con Ana Arzoumanian, Laura Estrin y Laura Klein, y el cierre a cargo de la poeta Diana Bellessi. Como en las últimas ediciones, se realizará una Feria de Editoriales de Poesía.
Cumplir diez años “significa alegría y celebración; es un orgullo poder sostener este proyecto” subraya el poeta Carlos J. Aldazábal, coordinador del Espacio Literario Juan L. Ortiz que organiza el festival desde hace una década. “Se trata de un festival que organizamos a pulmón, en donde la escasez de recursos la compensamos con la generosidad de los poetas, poetas de trayectoria y representativos de la diversidad poética de nuestro continente. Ese acto generoso y solidario –solidaridad imprescindible en épocas de neoliberalismo– significa compartir la poesía, hacer de lo individual algo colectivo que nos reconforte y alimente. Por eso también volvemos a apostar a una feria de editoriales, donde sellos independientes puedan acercarse a lectores interesados en la poesía. Un género que, como apuesta al misterio, siempre significa una salida, indiscutiblemente crítica, a la realidad ocluida del sentido común y de la hipervirtualidad”. Aldazábal explica por qué decidieron homenajear a los poetas Antonio Requeni, Horacio Salas, Rafael Vásquez y Vicente Zito Lema. “Son cuatro nombres de la ciudad de Buenos Aires no tan conocidos por los nuevos poetas, y la apuesta del festival es poder tender puentes entre las distintas generaciones. Cada uno de ellos, en su obra y en su producción, ha elaborado un lenguaje personal y sugerente que nos habla de la condición humana, sin renegar del compromiso político y militante, entendido también como un compromiso por la palabra bien dicha”, plantea Aldazábal a PáginaI12. “No habíamos tenido la suerte de tenerlos en el festival, así que nos pareció una buena idea reunirlos para este homenaje. En realidad, el homenaje lo van a brindar ellos, leyendo sus textos para los que quieran acompañar con la escucha”, agrega el poeta y coordinador del Espacio Juan L. Ortiz.
El cierre del X Festival Latinoamericano de Poesía en el Centro será con una entrevista pública a Diana Bellessi, a cargo de Vicente Muleiro. “Hace diez años, Diana, junto al poeta Hugo Padeletti, inauguró este festival. Así que nos pareció muy bien que en esta celebración su poesía volviera a acompañarnos –dice Aldazábal–. Diana es una de las grandes voces de la poesía hispanoamericana del presente, y tenemos el orgullo de que sea argentina. Con ella estamos haciendo una excepción: en todo este tiempo ningún poeta leyó dos veces. Es una apuesta que mantenemos, porque a la riqueza y diversidad de la poesía del país se le suma la riqueza y diversidad de la poesía latinoamericana, y todo el tiempo están apareciendo nuevas voces, vigorosas y sugerentes. Y siempre falta alguien valioso que aún no ha leído. Como decía Edgar Bayley ‘es infinita esta riqueza abandonada’. Pero no queríamos dejar de celebrar este cumpleaños junto a nuestra poeta tutelar, la que abrió, con el encanto de su palabra, este camino de solidaridad que ya lleva diez años, y que esperamos seguir sosteniendo”.
El periodista Víctor Hugo Morales debuta como poeta en la décima edición de este festival. “Yo voy a leer algunos de los intentos poéticos del libro La herida azul, que para mí significa ir en puntas de pie en un mundo que amo profundamente como gran lector de poesía. Vivo cargado de libros de poesía; nunca hago un viaje si no llevo un par de libros de poesía porque creo que me ha ayudado mucho en cuanto a la sensibilidad, a la búsqueda de ideas y a un poco de más vuelo, porque todas las cosas que uno lee después te habitan. Un día se me ocurrió por distintos motivos hacer el libro, y que me incorporen a un festival de poesía me provoca un poquito de pudor. Pero al mismo tiempo me parece que ese acto tan amistoso de invitarme es como abrirme la puerta amablemente a un mundo al que yo entro con un inmenso respeto y la lógica humildad que corresponde”, comenta Morales.
Suena como una profecía autocumplida. En 1987, cuando se celebraron los cincuenta años del mítico Congreso de Escritores Antifascistas en Defensa de la Cultura de 1937, realizado en Valencia, el cineasta español Ricardo Muñoz Suay afirmó que “Huidobro era el poeta más vigente, más moderno: el poeta del porvenir, el poeta para luego de la caída del Muro de Berlín”. El impacto que tuvieron estas palabras en Vicente García-Huidobro Santa Cruz marcó un antes y un después. Regresó a Chile convencido de que era indispensable crear una Fundación que se encargara de divulgar el legado de su abuelo. “La figura de Huidobro ha crecido entre los estudiosos de la vanguardia europea histórica, y hoy se considera que jugó un papel protagónico en la definición de la modernidad –advierte García-Huidobro Santa Cruz, presidente de la Fundación Vicente Huidobro, creada en 1990–. En 1923, en opinión del investigador y curador español, Eugenio Carmona, ‘lo que estaba en juego en París era una auténtica refundación de la experiencia vanguardista interrumpida con la guerra. Y Huidobro fue agente activo de primer orden, un agente decisivo, en dicha refundación, logrando situar una imprescindible voluntad afirmativa en un contexto que había corrido el riesgo de diluirse’. En Latinoamérica, en cambio, hay unanimidad en considerarlo el primer vanguardista, el inspirador de diversos movimientos culturales, que nos dejó obras como Altazor, Temblor de cielo, etcétera. Como dice Gonzalo Rojas, ‘Huidobro fue la libertad: el que sembró más hondo. En mí, y en tantos: en la medida de nuestra propia medida. Una libertad que nos hizo hombres: poetas responsables…, y fue de veras el gran dador: el que nos dio todo sin que le pidiéramos nada; ni obtuviera nada de eso’”.
Vicente Huidobro (1893-1948) “no evolucionó en el vacío”, aclara su nieto. “Más que una saturación respecto de una corriente artística precedente, su búsqueda de algo nuevo era el resultado natural de su temperamento, de su mente creativa, y de los profundos cambios de conciencia que experimentara el mundo a fines del siglo XIX, a comienzos de siglo XX. El paso del modernismo a la vanguardia es para Huidobro parte de la evolución lógica de su poesía. Y la evolución posterior –poemas ropa, poemas pintados–, que algunos investigadores han definido como su obra ‘más allá del cubismo’, solo dan cuenta del elemento más constante en la compleja vida y obra de Huidobro: sus múltiples virajes y la ferocidad con la que siempre defendió la coherencia de su pensamiento mientras éste iba evolucionando. Era un teorizador infatigable”.
El poeta Mario Meléndez (Linares, Chile, 1971), autor de Apuntes para una leyenda, El circo de papel, La muerte tiene los días contados y El mago de la soledad, entre otros títulos, analiza la importancia de la obra del autor de Altazor. “Cuando hablamos de Vicente Huidobro, reconocemos el papel del creador en esencia, aquel que es capaz de proponer nuevos imaginarios a través del lenguaje, que va más allá de la lógica establecida para instaurar su propia lógica. Aburrido de dejar ese papel a la naturaleza, en cuanto a la voluntad creadora, comienza a edificar los cimientos de un tejido escritural que es la proyección de sus angustias y obsesiones, donde la asociación de palabras y conceptos genera un hecho nuevo, donde los neologismos, la anáfora, la fragmentación, que anuncian el fin de una era y tal vez el comienzo de otra, como reza en Altazor, proponen una travesía a través de rutas insólitas e inesperadas. Pero toda esta aventura creativa, todo este vuelo cósmico, descansa sobre un soporte fundamental: el profundo conocimiento que tiene de la tradición, porque de lo contrario, sobre qué parámetros podría innovar, cómo sabría que aquello que se propone, ya fue hecho hace siglos. Huidobro es la puerta a otras realidades, el oxígeno invisible de nuestra poesía, como lo describiera Octavio Paz”, recuerda Meléndez. “Por eso continúa siendo del mayor interés entre aquellos lectores atentos que estas sociedades de consumo no han logrado vulnerar. ‘Quiero darte una música de espíritu’… De qué nos habla este verso sino del poder del lenguaje, de la virtud reveladora de las palabras”, pondera el poeta chileno.
Claudia Magliano (Montevideo, Uruguay, 1972), autora de Nada, Res y El corazón de las ciruelas, revela que la construcción de su voz poética “no fue intencional” y que se fue dando con el tiempo. “Como si la escritura hubiera necesitado salirse del cauce y borrar o difuminar los límites entre los géneros para que el texto lograra expandirse, sin constricciones, hasta llegar a ser. Creo que la poesía fue dictando su propio movimiento y yo la seguí”. Magliano menciona un puñado de poetas que la han influido en lo que escribe, como Anne Sexton, Anne Carson, Sharon Olds, Wislawa Szymborska y Adonis, “pero siento que también la lectura de textos filosóficos marcó su presencia en mi escritura”. La poesía le ha otorgado una identidad a Soleida Ríos (Santiago de Cuba, 1950), autora de El libro de los sueños, Antes del mediodía. Memoria del sueño y los trabajos transgenéricos El libro roto y El texto sucio, entre otros. “Ser mujer y poeta en Cuba significa un trabajo enorme en lo particular: afianzar la diferencia y eliminar las trazas de la exclusión, de la mirada de soslayo o de la rampante disminución con la que aún puede agredirla el Otro, que en ese caso es siempre con mayúscula. Civil, social y políticamente, le toca, nos toca, asumir la libertad como ejercicio responsable frente a sí misma, a sus palabras, sus actos, sus sueños, y, lógicamente, frente a una comunidad necesitada de ahondar en su propia definición”, advierte la poeta cubana.