Recorrer los espacios públicos y la arquitectura urbana de nuestras ciudades permite redescubrir historias y tradiciones que forman parte importante de la identidad local, regional y nacional. Se trata, sin duda, de un patrimonio histórico y cultural de gran riqueza, del que son parte distintos edificios de las universidades públicas de la Argentina que se han reconstruido, rescatado o puesto en valor, sobreviviendo al paso del tiempo y constituyéndose en memoria viva de lo mejor del legado del sistema universitario.
En tiempos donde el debate sobre los recursos destinados a la educación superior pública están en el centro de la escena, se vuelve prioritario proteger e incrementar el presupuesto otorgado a la infraestructura universitaria para garantizar tanto la habitabilidad de los edificios como el valor de las construcciones históricas y culturales de nuestro país.
A pesar de las dificultades, algunos edificios universitarios emblemáticos han logrado conservarse, resignificarse o embellecerse en el devenir histórico, convirtiéndose en lugares únicos e irreemplazables. Diferentes construcciones -centenarias y más- aún hoy siguen sorprendiendo por su valor arquitectónico y patrimonial, y son un espejo obligado donde la universidad actual debe reflejarse.
Algo más que un espacio educativo
Los orígenes de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) se remontan a principios del siglo XVII, cuando los jesuitas abrieron el Colegio Máximo, institución que fue base de la futura Universidad. Allí, sus alumnos -principalmente religiosos de esa orden- recibían clases de teología y filosofía.
Si bien aún no se otorgaban grados, en 1613 empiezan allí los estudios de educación superior. Finalmente, en 1621 se confiere la facultad de entregar los títulos, quedando inaugurada la UNC, la primera institución de educación superior del país y la cuarta en antigüedad en América. Familiarmente llamada la Casa de Trejo, la UNC caracterizó a la ciudad de Córdoba como “la docta”.
En el año 2000, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) declaró Patrimonio Cultural de la Humanidad al antiguo complejo de la Manzana Jesuítica, espacio que comprende no sólo la antigua sede de la UNC, sino también la Iglesia de la Compañía de Jesús, la Capilla Doméstica, la Residencia y el Colegio de Monserrat.
“La declaración de un bien como patrimonio de la humanidad es un privilegio y un prestigio para el país, para sus responsables políticos y culturales, y para los ciudadanos más directamente relacionados con el referido ‘Bien Patrimonio de la Humanidad “, explican desde la UNC. “Pero al mismo tiempo, es una gran responsabilidad, ya que deben mantener su conservación y protección, así como profundizar en su estudio con el fin de que este patrimonio pueda contribuir a la educación integral de otras personas y pueblos”, agregan.
La Manzana de las Luces
La orden jesuítica convirtió a la ciudad de Córdoba en centro cultural y económico que influyó, sin duda, en la conformación del país. La Manzana de las Luces, que originalmente había sido pensada para convento de monjas, fue otorgada por el Cabildo de la ciudad a los padres de la Compañía de Jesús en 1599. Luego, en 1608 se construyó la Iglesia y entre 1645 y 1654 se levantó el templo que se conserva hasta nuestros días.
Con el tiempo, la ocupación de la manzana fue cambiando. Hoy, pueden verse los rastros de lo que fue esta histórica propiedad jesuítica. La Iglesia de la Compañía tenía hacia uno de sus lados la Capilla de Españoles, que luego pasó a conectarse con el sector universitario. La UNC estaba situada al lado del templo, donde hoy se encuentra la Biblioteca Mayor, el antiguo Rectorado y algunas dependencias de la Facultad de Ciencias Sociales y Derecho. Próximo a este edificio, está la sede del Colegio Nacional de Monserrat. Ambos espacios, de arquería de medio punto y bóvedas de arista, fueron construidos en el siglo XVIII con mampostería de piedra rústica y ladrillo, y revocados con cal y arena.
Los constructores fueron de diversos orígenes: arquitectos alemanes e italianos, y obreros españoles e indígenas, lo que influyó en cierta independencia de formas en las que, aunque lo español es dominante, dio lugar a regionalismos e imbricaciones.
Sobre la avenida Vélez Sarsfield, están ubicadas otras sedes de la UNC: la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, construida en el siglo XX, y la Academia Nacional de Ciencias, que data del siglo XIX. Estos lugares completan la serie de construcciones que constituyen parte de la identidad de los cordobeses.
Un predio histórico
En noviembre de 2017 se declaró Monumento Histórico Nacional, según Ley 27.416, al emblemático edificio de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), ubicado en la Manzana Histórica compuesta por el Rectorado y la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales.
El proyecto de ley se inició en 2016 por una comisión de investigadores y autoridades de la UNL, quienes elaboraron un texto con fundamentos históricos, arquitectónicos y jurídicos.
La Manzana Histórica de la UNL está cargada de simbolismo en la ciudad. Las obras comenzaron en 1928 y finalizaron en 1930, convirtiéndose en la primera construcción para una universidad pública argentina tras la Reforma Universitaria de 1918.
En el sur del edificio se encuentra el Rectorado y en el norte la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. En otros sectores, desarrollan sus actividades las radios de la Universidad LT10 y FM X, y el canal de televisión de la UNL, Litus TV.
La construcción posee un estilo neocolonial en sus tejados, ornamentaciones y rejas, aunque también se mezcla con otros elementos provenientes de diferentes corrientes. El edificio es simétrico y posee espacios interiores de composición clásica. Junto a su reloj emblemático se alzan dos esculturas que homenajean a “La Noche” y “El día” de Migue Ángel. La sala Paraninfo, construida para la Asamblea, tiene fuertes influencias españolas moriscas, que se aprecian en los arcos, las tribunas y el cielorraso.
Así, la Manzana Histórica de la UNL se constituye, sin duda, en un patrimonio indiscutible no sólo de la ciudad de Santa Fe, sino también de la región y del país.
Una arquitectura ferroviaria
La Universidad Nacional de Lanús (UNLa) posee un patrimonio edilicio ferroviario de gran valor en su edificio José Hernández, sede del Rectorado, aula magna, oficinas y aulas.
A principios del siglo XX, la compañía Ferrocarril del Sud comienza la construcción de la Estación Talleres en un predio de más de 20 hectáreas, en la actual localidad de Remedios de Escalada, partido de Lanús.
Aquel edificio resultó el centro de operaciones y de logística más grande fuera de Inglaterra y Estados Unidos. Dentro de este gran complejo de instalaciones, con obras ejemplares de ingeniería y arquitectura ferroviaria, se destacan los edificios de talleres de reparaciones de locomotoras, y el de los almacenes generales y suministros operativos, siendo estos los de mayor superficie cubierta.
A fines de la década de 1990 parte del predio de la Estación Talleres es transferido por Ley Nacional a la recientemente creada Universidad Nacional de Lanús. Con esta transferencia, se inicia el camino de concreción del Campus Universitario.
Desde su concepción tecnológico-constructiva, el edificio de los antiguos almacenes es un cabal ejemplo de la ingeniería ferroviaria de fines del siglo XIX. Sobre la fachada se ubica una galería de ocho metros de ancho por todo el largo del edificio. El detalle de la composición edilicia es la yuxtaposición del espacio que alojaba a las antiguas oficinas gerenciales del área de almacenes de la compañía con las naves de depósitos generales. La construcción de dos plantas se enfatiza sobre el eje central de la fachada oeste, paralelo a la traza de las vías del ramal ferroviario principal.
El edificio de los antiguos almacenes es la construcción preexistente de mayor superficie dentro del campus, materializado con una nobleza constructiva incomparable, que soportó largos años de abandono y falta de mantenimiento en todos sus componentes.
La intervención que luego realizó la UNLa se hizo bajo la premisa fundamental de poner en valor la construcción existente, respetando la tipología de edificio original en función de los nuevos usos. Es por ello que todos los componentes de la construcción fueron recuperados y llevados a su estado de origen, y aquellos que resultaban de intervenciones sucesivas y variadas que se apartaban del lenguaje del edificio original fueron retirados.
La re-funcionalización del edificio demandó nuevos espacios y prestaciones que obligaron a incorporar nuevas obras, las cuales se realizaron tomando como premisa la utilización de materiales de aspecto neutro (pisos de hormigón, graníticos, bloques de cemento y paños de vidrios) que acompañan de manera noble y apacible la edificación existente.
Como resultado, el edificio José Hernández de la UNLa también se alza como una de las construcciones más atractivas y emblemáticas de las universidades públicas de nuestro país. Estos edificios ofrecen infinitos rincones de incalculable belleza cultural, arquitectónica y paisajística.
Las universidades nacionales de Córdoba, del Litoral y de Lanús, a través de la historia de sus edificios, son, ni más ni menos, que algunos ejemplos de lo que podríamos denominar la infraestructura de las ideas que forjaron nuestra nación. Así como un proyecto de país se define, en gran parte, por los objetivos de sus metas en materia de educación, un proyecto educativo -o universitario- se define por sus planes de estudios y sus programas, pero también por la calidad de su arquitectura, sus espacios, sus aulas, sus laboratorios. En definitiva, por sus lugares dentro de la comunidad.