Eduardo Lalo es poeta, narrador, ensayista, profesor universitario y artista plástico. Nació en Cuba pero vivió desde los dos años en Puerto Rico. Todas estas pertenencias e identidades fluctuantes construyen una obra literaria difícil de definir: mezcla de ficción, autobiografía, ensayo y filosofía.
En Simone, recientemente editada en Argentina por Corregidor, pone en juego todos estos géneros al narrar la historia de Li Chao, una inmigrante china que trabaja de forma ilegal en un restaurante de Puerto Rico y se apasiona alternativamente con una socióloga especialista en Derrida a la cual nadie le entiende nada y con un profesor universitario deprimido y sin público.
El tema principal en Simone parece ser la identidad. La identidad de la ciudad de San Juan y la identidad sexual de Lio Chao. ¿Qué hay de cierto en eso?
-No escribo con un plan preestablecido, sino a partir de frases o de fragmentos que escribo siempre en cuadernos. Eso me lleva a un lado y a otro. Cuando tengo unas diez páginas evalúo si tengo suficiente interés en el texto para seguir trabajándolo. En Simone lo primero que pensé fue en un personaje que iba escribiendo mensajes en diferentes lugares de la ciudad y no sabía bien quién iba a estar del otro lado, a quién estaban dirigidos. No pensé en la categoría identidad. Quería escribir sobre las fronteras con personajes al margen con un pie adentro y otro afuera, desubicado. Personajes que se mueven en flujos. Así nació Li Chao: una mujer de origen chino en una sociedad no china, que vive en un sistema de servidumbre bajo el capitalismo, que es lesbiana y no lesbiana, que, es decir, incierta.
La que aparece en la novela es una San Juan diferente a la del paraíso caribeño y sexual que insiste en vender el mercado…
-La experiencia de la ciudad que se describe en la novela quizás tiene que ver con la propia naturaleza de San Juan que no es una ciudad continua. Buenos Aires es una ciudad más peatonal, tiene otros ritmos, las travesías pueden ser larguísimas. Pero no se pasa inmediatamente de un barrio a otro. Para pasar de un barrio a otro a veces basta con atravesar un baldío o un edificio en ruinas y así conviven sin transición mundo muy pobres con mundos de gente adinerada y eso solo separado por una valla o una muralla. Aunque no se tocan.
En la ciudad se pasa de un barrio a otro y de manera análoga los personajes pasan de una clase a la otra o de una sexualidad a la otra…
-Quizás en Argentina a pesar de que las instituciones culturales hoy se hayan amenazadas hay mucha tradición cultural. Es más generalizado el interés por la cultura, que la gente vaya al teatro, hay librerías en todas partes. Otras sociedades no son así. En sociedades de mayor precariedad cultural la gente que se acerca a la cultura es porque le falta algo, hay un problema en sus vidas que llevan a buscar en la literatura o en el arte una compañía. Alguien que no va a seguir lo normativo, que tiene una sexualidad diferente se llena de inquietudes y de preguntas.
¿Cómo se manifiesta eso en el personaje principal de Simone?
-Nada en la vida de Li Chao la hubiera llevado a interesarse por el arte porque ha llevado una vida de trabajo durísimo en restaurantes y sin embargo se transforma en una mujer que quiere estudiar. Lee y comprende español. No puede comprar los libros pero va a las librerías y los lee de pie. Llega a la universidad y no estudia contabilidad sino literatura. Como toda sexualidad la de ella no es cien por ciento clara: está en la frontera. Hay cierta cuestión bisexual. O quizás, sencillamente se enamoró del profesor en un momento de crisis, de abandono de esa mujer, Carmen Lindo, que es de otra edad, una figura que no sé si es materna pero sí de mentora y que tiene poder y que le gusta ser vistosa en ciertos círculos. Media una cuestión de agradecimiento, de pago.
¿La novela te llevó a investigar la situación de las diversidades sexuales en Puerto Rico?
-Lo único que investigué es sobre la Revolución Cultural en China. Para no meter la pata, para no imaginarme algo que no pasó. Hace poco salió una historia de la homosexualidad en Puerto Rico, un recuento de los bares o sitios de encuentro cuando la cosa era mucho más difícil y de las luchas y de los derechos adquiridos últimamente. Pero no lo he leído. Pensaba en mis amigos gays y compañeras de trabajo lesbianas. Conozco el ambiente.
¿Y cómo es?
-Ha mejorado muchísimo. Yo crecí en una sociedad en la cual ser gay, lesbiana o travesti era una tragedia. Era algo que se salía completamente de la norma. Se adquirieron derechos como la ley de matrimonio igualitario. La gente puede ser abiertamente gay en los medios de comunicación y en la universidad donde trabajo. Aunque recién se está comenzando a ver muchachas caminar públicamente de la mano en las calles.
¿Y más allá de la llamada tolerancia en ciertos círculos y los derechos adquiridos?
-Por supuesto como en toda sociedad latinoamericana sigue existiendo cuotas inmensas de trogloditismo e ignorancia. Sigue habiendo crímenes de odio pero hay una protección legal. Lo gay ha avanzado mucho en relación a reconocimiento derechos pero la lucha es más lenta y penosa para las sexualidades trans. Un gran enemigo son las iglesias. Las iglesias evangélicas tienen unas tácticas muy vistosas y estrambóticas como ofertas de curar homosexuales a partir de que baje el espíritu del Señor. Y tienen representantes en contra de los movimientos homosexuales. Hace poco uno de ellos quería imponer una ley que imposibilitara que un hombre se casara con su amante. Es decir si por ejemplo el marido había tenido una amante dentro del matrimonio, la esposa legal podía reportar la situación para impedir que se casara con su amante. Con otra si pero no con la amante (risas).
Volviendo a la novela, ¿por qué Li Chao firma sus mensajes con el seudónimo Simone (aludiendo a Simone Weil)?
-No conozco enteramente la obra de Weil ni es la filósofa que más admiro. Pero me pareció que se ajustaba al concepto de mujer frontera. Porque según cuentan los testimonios era una mujer apasionada que reprimía su sexualidad. Bataille que creía en el sexo como experiencia radical la admiraba y la toma como modelo para una de sus novelas más sórdidas: El azul del cielo. Weil era un personaje frontera: una judía que escribe textos profundamente cristianos, una mujer rica que se va a trabajar a las fábricas para enseñarle filosofía a las obreras. Es marxista al punto de no querer comer comida diferente a la que comen sus estudiantes trabajadoras. Cuando iba los domingos a visitar a sus padres llevaba su propia fiambrera. Yo tenía la referencia de que Weil estudiaba de rodillas lo cual me parece indicativo de un compromiso extraño y tremendo. Creo que hubiera sido admirada por Li Chao.
¿Por qué?
-Porque a su manera y en varios sentidos Li Chao estudia de rodillas. Vive negando ciertas cosas porque si bien hace todo por tener distancia de los chinos ha sido mutilada. Y se convirtió en esclava que paga toda su vida con el trabajo. De hecho no puede permanecer en el mismo lugar porque tiene la deuda. Por eso su destino es siempre escapar. Escapar de Carmen Lindo y del profesor. Siempre quemar las naves y quedar maldita para todo el mundo.