En ciertas zonas de África central, se habla de nkisi para referirse a un espíritu o a un objeto habitado por ese espíritu. Son figuras antaño utilizadas por pueblos de la cuenca del Congo; fetiches protectores; esculturas –a menudo de madera, con formas animales o humanas– que concentran poder sobrenatural. Y que sirven en ceremonias a múltiples propósitos: debilitar espíritus malignos, prevenir o curar enfermedades, adivinación, éxito en la caza… Piezas con carga mágica que atravesaron las más diversas rutas marítimas con los saqueos coloniales, en barcos cargados de esclavos, deviniendo mero exotismo para coleccionistas europeos o americanos, triste acontecer… Con tan cargado sentido y tan agridulce historia, no sorprende que haya optado la multidisciplinaria artista Melika Ngombe Kolongo por llevar Nkisi como nom de guerre. No solo porque esta DJ, productora y curadora reivindica a sus antecesores congoleses, sino porque asigna la damisela a la música símil poder… “Siempre he estado obsesionada con las antiguas esculturas del Congo. Al igual que esas estatuillas, que se activaban mágicamente durante los rituales, la música es un artefacto que se activa durante este ritual actual que reúne a tantas personas en un mismo lugar”, advierte la muchacha, y decreta: “La música es una medicina sacra para toda la comunidad”.
De familia congoleña, Melika creció en Bruselas y se radicó luego en Londres, donde reside hace seis años. “Nkisi es buena en todo. Cambió la fotografía y el arte visual por la música, antes de decidirse por combinarlo todo. Cofundó el colectivo NON Worldwide. Conduce un programa mensual en radio NTS mezclando ritmos africanos con gabber intransigente. Cura festivales de poesía y música electrónica. Da charlas y conferencias (sobre raza, identidad y expresión personal vía sonido). Y ha lanzado varios EP de tecno industrial, tan siniestros como implacables (por caso, Kill, de 2017)”, resume su hoja de ruta el sitio Vice. “Es agradable poder moverse entre diferentes disciplinas”, corona la coronada, a la que revista Dazed enlistase como una de las 5DJs que la están rompiendo hoy en día: “una de las fuerzas creativas más audaces dentro del cambiante paisaje de la música electrónica, amén de un enfoque único del ritmo, brillantemente caótico, y creaciones de alto octanaje”. Creaciones que mezclan gabber, el doomcore más oscuro, el techno más denso y ritmos africanos, sin sudar la gota gorda; o sudándola, en todo caso, de tanto bailar.
Así lo corrobora su más reciente EP, el incitante, demoledor y vitoreado The Dark Orchestra (2018), mix conceptual de 23 minutos, con cuatro tracks que alternan “la liviandad y la oscuridad que tanto me interesan explorar”, según la artista. Una artista ducha en ofrecer sets atmosféricos, sensoriales, como hiciese en festivales europeos de renombre como el Unsound de Cracovia o el CMT de Berlín; también el español She Makes Noise, que invita a mujeres destacadas en música electrónica, arte sonoro y experimentación audiovisual. No por nada voces especializadas del medio Pitchfork subrayaban cómo, en singles como Afro Primitiv –uno de sus tracks más celebrados– “a pesar de las texturas ásperas, hay algo inusualmente envolvente en la pista”.
“En cierta ocasión, alguien me definió como una música primitiva. Afro Primitiv fue mi forma de recuperar el término: en lugar de rechazarlo, decidí reinventar su significado”, cuenta ella. El tema, vale mencionar, es parte además de una de las varias compilaciones del sello electrónico independiente NON Worldwide. Sello que Nkisi cofundó junto a otros dos talentos en franco ascenso: Cino Amobi, de Estados Unidos, y Angel-Ho, de Cape Town, artista queer, no-binario, que busca detonar las barreras entre géneros. “Para rechazar la cultura de masas y las condiciones políticas existentes”, dice el trío intercontinental sobre la génesis de su proyecto, que ya ha introducido a su público a eclécticas figuras de la escena (Faka, Farai, Mhysa, Elysia Crampton, Rabit, entre ellas). Reivindicando los sonidos de vanguardia y la descolonización de la pista de baile, cruzadas sus obras por tópicos de peso (la manipulación de la prensa, la inmigración, el modo en que Occidente mira a Oriente, la cultura musulmana, el colonialismo, la discriminación sexual y racial, etcétera).
“NON es un colectivo de artistas africanos y de la diáspora africana, que crea músicas que se oponen a los cánones contemporáneos y que utiliza el sonido como su principal medio de comunicación”, definen lxs fundadores, cuyos lemas proponen: “Exorcizá el idioma de la dominación” o “NON es el martillo que utilizamos para aplastar al enemigo”. Ahonda Nkisi sobre el radical proyecto, que da voz a la comunidad afro: “Nuestro trabajo musical, como colectivo, es político en su dimensión interpersonal. Creo que hoy en día hay algo único en construir una comunidad, una plataforma, por fuera de las normas y los límites preestablecidos. Para nosotros, la música es ante todo una forma de intercambiar conocimiento, y estos fragmentos de información que viajan a través de la música tienen la capacidad de desmantelar lugares comunes y prejuicios”. Y luego: “En la música se puede intercambiar tanto… Incluso estando por fuera del lenguaje, lo sentís, lo estás encarnando”.
Por lo demás, y como si fuera poco, Nkisi actualmente está haciendo una maestría en “Cultura, Diáspora, Etnicidad”; planea colaboraciones con el artista Paul Maheke y la coreógrafa Ligia Lewis; y trama, claro, el lanzamiento de otro EP. “En cierto modo extraño, la música es como el realismo mágico, trabajás con los sentidos y sos capaz de poner a las personas en una suerte de trance. Es un portal que se puede abrir. Pero importante es preguntarse: ¿qué estoy vertiendo a través de él?”.