La casa feminista retoma un imaginario de lo posible que ya otras han ensayado a lo largo de la historia. Cada vez con más frecuencia se pone en palabras la casa feminista como refugio y concentración de sentidos, como modo de narrar, pensarse y hacerse comunitariamente. Tiene balcones, terraza, patio y jardín. Y al aire libre siempre se abre la posibilidad del juego: lo personal es político, lo político es colectivo y lo colectivo se juega. Ésta fue una de las frases que giró en torno al proyecto de Feminista Mundial. Una apuesta para poder transitar el mes del evento deportivo de Rusia 2018 poniéndole sal feminista en exceso, de más, para que ese escozor por la contradicción de reunirnos a ver un fútbol machista, capitalista y patriarcal nos avivara las papilas gustativas para pensar en darle una vuelta o varias. Llevamos adelante las transmisiones de 4 partidos de Argentina hasta que finalmente quedó eliminada frente a Francia. Lo hicimos reunidxs en el Bar de La Tribu, lo relataron y comentaron voces femeninas, entre goles y publicidades entonamos cantos por la legalización del aborto, en contra del cierre de los clubes de barrio, nos unimos al reclamo de las jugadoras de la selección argentina, visibilizamos la situación de lxs despedidxs en Télam y expusimos los altos niveles de homofobia que hay en el país que fuera anfitrión del mundial.
En el patio de la casa feminista encontramos los recovecos para pensar el deporte todo, las maneras de jugarlo y también de organizarlo,es que las posibilidad de narrar desde los bordes y hacia la médula, conocer a la que hizo karate toda su vida y que se calza el kimono diciendo que nunca perdió una pelea o a la nadadora de aguas abiertas que abraza los mares como si fuese un peluche.
Es un patio que se expande porque apostamos a romper la hegemonía del fútbol para hablar de deportes en plural; se puede jugar contra la pared, con distintos tipos de pelotas y cuando se van para el otro lado de la medianera no pasa nada porque las pelotas circulan como las experiencias en los vestuarios: la de la pesista que cada vez quiere levantar más o la de las mujeres de más de 40 que juegan torneos de fútbol relámpago hasta las 4 de la mañana. Circulan cientos de experiencias en los vestuarios, en terceros tiempos, en indumentarias y cuerpos técnicos, en giras, torneos locales, profesionales y amateur. Las grandes corporaciones deportivas construyen un único sentido deportivo pero el feminismo, una práctica feminista del deporte que tiene la tarea de taklear de una vez por todas las marcas pratriarcales impuestas, en los baldíos, las veredas, las canchas o la gradas.
En nuestro patio hay baldosas y hay zonas de tierra que cuando llueve se hace barro, ahí dibujamos las preguntas que queremos hacer a quienes vienen entrenando deporte y feminismo desde hace tiempo, incluso sin saberlo. Y también buscamos en el fondo los lockers que no responden a un sistema binario de organización para encontrar, a la hora de la siesta, a quienes se mezclan en deportes mixtos dinamitando la división hombre/mujer y hacen lobby para que todos los 21 de agosto sean el día de la futbolista.
El deporte tiene que animarse a jugar en cancha feminista, quebrar la lógica de la rivalidad, el logro personal, las jerarquías de los vestuarios, la disciplina del género, las exigencias de los sponsor y todo esto hay que hacerlo relato, escritura, boca en boca, organización de otro mundo (deportivo) posible.
Feminista Mundial en esta versión gráfica del patio feminista será un intento por escribir eso que no se cuenta y que es inmenso, por compartir las preguntas incómodas que no quieren salir de los bolsos, que nos ponen en jaque mate o break point nuestras propias ideas sobre deporte y feminismo.