La “r” de Trifulca tiene que ir al revés, con la patita hacia el otro lado, para que se entienda el chiste. El chiste es que así se llama un trío de tango cuya definición estética es, precisamente, “Tango enrevesado”. Lo de enrevesado, a su vez, parte del concepto que sus integrantes poseen sobre el género madre de la ciudad de Buenos Aires. “El tango, como algunos géneros populares convertidos en tradición, suele ser acompañado de una solemnidad de la cual pretendemos escaparnos... pero no tanto”, se frena Diego de Charras, guitarrista formado entre las cuerdas de Aníbal Arias y ex miembro de Esteban Salvia y Tres Cuartos. La cantante Irene Frydenberg, en cambio, sale sin filtro. “En realidad, lo nombramos así porque nos tomamos la licencia para versionar tangos libremente. Es una especie de aviso para el que escucha, porque acá no hay tango ‘como debe ser tocado’ sino tango como queremos tocarlo, aún a riesgo de fusiones inesperadas”, dispara la brava voz que viene desafiando fangos desde 1978, incluido un notable disco solista cuyo nombre también la define: A tientas.

De Charras y Frydenberg se conocieron mediando la década del 90 del siglo pasado, cuando formaron un minimal dúo de guitarra y voz llamado Tangueses y, luego de un tramo de sus vidas en proyectos paralelos, volvieron a juntarse con la misma vena camorrera y desafiante, esta vez con la inclusión de Mauro Iuvaro, ex bandoneonista de la Atípica Suburbana, y Federico Kesner como fueye invitado. “Se van a encontrar con tangos clásicos, canciones de rock argentino tangueadas, algo de política y de humor. Hay también mucho compromiso con las emociones, porque las hacemos jugar un rol central en las interpretaciones”, cuenta la cantante, sobre el recital que darán hoy a las 20 en el Centro Cultural Paco Urondo, en 25 de Mayo 201. 

“También hacemos zambas, candombes, rock, tangos aflamencados y, por ahí, a lo lejos, aparece alguna canción clásica a la que le cambiamos la melodía” sigue “desafiando” Frydenberg, que le puso al espectáculo Tangos para pasar el invierno, nada menos. La razón es clara. “Estamos afrontando un nuevo invierno neoliberal. Pero el invierno aunque algunas veces pueda ser más largo y más crudo que otras, siempre termina. Mientras tanto, confiamos en que la música pueda hacer al mundo más soportable”, tranquiliza De Charras, que retoma eso de no zarparse con las licencias, ahora bajo la metáfora fierrera de morder la banquina sin irse al pasto. “La idea es no desbarrancar, porque morder la banquina es una leve pérdida de control enmendable, en cambio irse al pasto es otra cosa”.