Giovanni Guidi es uno de los músicos destacados en el panorama actual del jazz europeo. Con siete discos notables en primera persona y una serie de colaboraciones con figuras importantes, a los 33 años el pianista italiano maduró un estilo personal, que proyecta a través de distintos proyectos. El domingo a las 18, en la Usina del Arte, con el apoyo del Instituto Italiano de Cultura de Buenos Aires, Guidi ofrecerá un recital de solopiano, una de sus facetas más imprevisibles, según sus propias palabras. “En general, cuando toco solo no tengo un plan previo trazado. Trato de equilibrar mis composiciones con los momentos de improvisación, pero se dan siempre situaciones distintas, porque cambian muchas cosas, en mí y a mi alrededor”, explica Guidi al teléfono desde Foligno, la pequeña ciudad en la región de Umbria, donde nació en 1985. “Seguramente el hecho de volver a tocar en Buenos Aires será motivador para mí. Enrico Rava habla siempre de Buenos Aires, cuenta historias de su gente, de su público, de su atmósfera un poco surrealista. Ya estuve dos veces, con Gianluca Petrella en el Festival de Jazz 2014 y antes con Rava. Desde entonces, entre lo real y lo imaginario, tengo una gran afinidad con una ciudad que encuentro siempre maravillosa”, agrega Guidi.
Fue precisamente Rava, uno de los patriarcas del jazz en Italia, el que le dio a Guidi el espacio necesario para desarrollarse entre los talentos más originales del jazz europeo. Rava escuchó al pianista en los cursos de verano de Siena, cuando tenía 19 años, y enseguida lo convocó para formar parte de varios de sus proyectos, entre ellos del quinteto que grabó el formidable Tribe (2011). “Comenzar como músico profesional junto a Enrico (Rava) fue muy importante para mí. No solo porque me permitió afirmarme junto a un gran maestro, del que aprendo mucho, sino porque además me abrió muchas puertas”, comenta el pianista, que grabó The House Behind This One, su primer disco solista, en 2008, al frente de un cuarteto que se completaba con Dan Kinzelmann en saxo, Stefano Senni en contrabajo y Joao Lobo en batería.
El dúo Soupstar, junto al trombonista Gianluca Petrella; Drive, un trío eléctrico con el bajista Joe Rehmer y el baterista Federico Scettri; Not a What, un quinteto en el que comparte el liderazgo con el trompetista Fabrizio Bosso; dúos con el bandoneonista Daniele Bonaventura o con el saxofonista Francesco Bearzatti; un quinteto con cuerdas; el estupendo trío clásico con Thomas Morgan en contrabajo y Joao Lobo en batería –con el que grabó This is the Day (2015) y City of Broken Dreams (2013), para el sello alemán ECM–. Estos son algunos de los proyectos con los que Guidi mantiene la tensión creativa necesaria para sentirse un músico de jazz. “Son proyectos distintos entre ellos y de cada uno logro obtener resultados que de alguna manera me entusiasman y que le dan a mi música una característica distinta. Eso me estimula. Me resultaría difícil elegir un proyecto en particular, prefiero combinarlos como parte de una misma cosa, para mantener en pie una variedad creativa que me permita crecer, no estancarme”, asegura Guidi. “Ninguno de estos proyectos es un encuentro ocasional, digamos, sino que se trata de trabajos a largo plazo. Afortunadamente desde hace algunos años puedo elegir con quién tocar y a partir de ahí proyecto mi música en distintas direcciones, pero siempre con iniciativas a largo plazo y objetivos creativos ambiciosos”, agrega el músico, que también lleva adelante un trío con Rava en trompeta y Matthew Herbert en procesos electrónicos, y la banda The Gam Scorpions, formada con refugiados africanos. “Este es un proyecto muy particular que emprendí en mi ciudad. No son músicos profesionales, se trata de un encuentro que va más allá de lo musical. Aquí en Italia, el de la inmigración es un tema muy delicado, lleno de prejuicios, maltrato y marginación. De esta manera queremos incluir a los refugiados, estar cerca de ellos, que nos acepten. Sería bueno no sentirnos como extraños”, agrega.
Guidi comenzó de muy pequeño a estudiar piano, según los cánones clásicos del conservatorio tradicional. El jazz, sin embargo, formó parte de su cotidianeidad ya desde niño. “Mi padre era un gran apasionado de jazz, por lo que lo escuchaba en mi casa desde que tuve uso de razón. También el gusto por improvisar estaba en mí desde que comencé a tocar el piano”, cuenta Guidi y enseguida enumera un rosario de pianistas que lo inspiraron, desde Keith Jarret, “el primero que amé con locura”, dice, hasta Paul Bley, pasando por Art Tatum, Bud Powell, Oscar Peterson, Thelonious Monk, Bill Evans, Brad Meldhau y algunos más.
“El jazz está hecho de influencias, sin dudas, pero a partir de ahí es indispensable construir un lenguaje propio. En este sentido me atrae tocar con músicos que tengan sentido de la originalidad y del riesgo, que me sorprendan desde un lugar distinto al mío. Que me lleven a otro lugar”, explica Guidi y puesto a dar una definición personal de jazz, no tiene dudas: “El jazz no morirá nunca, porque es una música capaz de buscar más allá sí misma. De mirarse alrededor. Es una música inagotable, porque es inclusiva y creativa”, concluye.