”Ahora los mato”. Esa fue la frase que dijeron haber escuchado dos pibes de boca del taxista al que asaltaron la madrugada del 20 de septiembre de 2015. Ayer, Enrique Romero llegó a juicio oral acusado del crimen de Brian Aguirre, quien tenía 15 años cuando el chofer le tiró a unos 15 metros de distancia. El fiscal Adrián Spelta pidió la pena de 15 años de prisión por el delito de homicidio. En segunda instancia, de manera subsidiaria, apuntó a un exceso en la legítima defensa y planteó que en ese caso lo condenen a 8 años. El relato de los testigos, imputados por el hecho de robo, coincidió en que no portaban armas. “Ni siquiera teníamos un Tramontina. Fue una picardía”, dijo uno de los testigos del juicio. La reconstrucción del fiscal apunta a que una vez que los cuatro chicos bajaron del auto y corrieron con poco más de mil pesos hacia el pasillo del Fonavi de Donado y Mendoza, a Brian lo alcanzaron dos de los tres disparos que tiró el acusado con un calibre 32. Ayer, Romero relató cómo le robaron, los golpes que recibió, pero aseguró no recordar nada desde que los pibes bajaron del auto. También, aseguró que el arma la tenía uno de los chicos.

Los jueces Mariano Aliau, Gonzalo López Quintana y Facundo Becerra juzgan desde ayer al imputado que llegó a la instancia de debate limitado, ya que muchos de los testimonios serán parte del análisis de los magistrados, sin llegar al litigio oral. Es decir, esos testimonios no están puestos en duda por las partes. Por ello, tras los alegatos de apertura, defensa y Fiscalía agotaron ayer mismo la producción de la prueba y el lunes se realizarán los alegatos de cierre para luego esperar la resolución judicial.

Tras la acusación de la Fiscalía, la defensa tomó como estrategia un hecho de 2006, cuando Romero –que está en prisión domiciliaria-- sufrió un robo en el que le dispararon y tuvo que estar internado. “Desde ese momento, él no volvió a ser el mismo. Siempre pensaba que nos iba a pasar algo, estaba muy perseguido, con ataques de pánico”, declaró su esposa. Dijo que la familia se sostiene hoy con la venta de comida casera, que él prepara y ella sale a vender y repartir. Al recordar el hecho de 2006, relató que su marido volvió a salir a trabajar en el taxi porque necesitaban ese ingreso. 

Spelta llevó varias pruebas al juicio, como el recorrido del GPS del móvil RA0600 y la cámara de seguridad ubicada en Mendoza y Donado, que muestra parte de la escena, aunque no el momento de los disparos, reconstruido con testimonios. Los dichos de dos hermanos que viajaron en el taxi aquella madrugada dieron cuenta de que ellos no iban armados y que el robo fue “una picardía”. Al mismo tiempo, uno de ellos recordó que antes de salir corriendo con un botinero en el que estaba la plata, Romero le pidió que le dejara los documentos y al abrir el bolsito vio balas.