Un muro de uniformados, con escudos, cascos y vestimentas de tortuga, cerraba el paso al ingreso al Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat porteño, en México y Solís, a los centenares de personas que reclamaban hábitat y desarrollo. La marcha de ayer –denominada por sus organizadores como frazadazo porque las frazadas son lo más concreto que reciben del Gobierno y aún así no abrigan porque parecen sábanas gruesas– estuvo plena de metáforas y paradojas. La marcha, se extendió desde Entre Ríos y Caseros y terminó en el Congreso donde se entregó el reclamo por el tratamiento de una ley nacional sobre personas en situación de calle. La marcha tuvo dos escalas, la de la puerta del Hábitat cerrada y, antes, la de la olla popular frente al edificio del BAP, en Pavón y Entre Ríos. Si bien en los niveles políticos arrancar un compromiso para los sin techo es un hueso duro de roer, el frazadazo logró hacerse ver por esa misma gente que pasa a su lado cotidianamente y no la ve. Se entiende, una de las consignas de la marcha fue la de “a vos también te puede pasar”.

La columna avanzaba por Entre Ríos, desde Caseros, hacia Pavón, primer tramo del frazadazo, la bandera de arrastre con el lema que se arranca desde una lógica que podría suponerse simple y obvia, “La calle no es un lugar para vivir”, pero que no lo es. De hecho, si lo fuera no habría necesidad de frazadazo. Avanzaba la bandera, letras negras sobre blanco. Más atrás, una enorme bandera roja de Proyecto 7 con el mismo lema, y seguían las organizaciones, Barrios de Pie, MP La Dignidad, estaba la Asociación Asamblea Plaza Dorrego, las NoTan Distintas, el espacio Frida, NiUnaMenos, Yo No Fui, Asamblea Popular Feminista, y más, porque al frazadazo convocaban al menos veinte organizaciones.

Alrededor, o correteando entre banderas y pies, chiquitas y chiquitos, claro, correteando por la calle, sobre el asfalto, el patio suyo de cada día, o en brazos de sus madres, de sus padres, empujados en cochecitos de bebé –no es golpe bajo, no hay políticamente correcto, es la realidad–, una generación nacida sin techo cuyas madres y padres se decidieron a salir en reclamo de los derechos de sus hijas e hijos, y de ellas y de ellos, por el derecho tan simple a ser tenidos en cuenta. Tan simple y por eso tan incomprensible que no se cumpla. Esta, la ciudad más rica del país, ostenta el récord de personas que viven al amparo de la suerte o al borde de caer en esa situación, más de 27 mil personas que, al presupuesto de la ciudad, de todas maneras, no significa nada. No es cuestión de números sino de políticas, sostienen los organizadores.

Pero primero, para que los vea un gobierno dispuesto a no ver, tuvieron que marchar para que los vea la misma gente que los cruza a cotidiano pidiendo una moneda, o amamantando a su beba, o empujando el carrito lleno de cartones y plásticos y frazadas que no abrigan, porque no tienen donde dejarlo. Y que a cotidiano no los ven.

Los impulsó el lema de #LaCalleNoEsUnLugarParaVivir y #AVosTambiénTePUedePasar. La lógica es sencilla: a sociedad solidaria, el gobernante se obliga.

A las 12, en Pavón y Entre Ríos, se concentró la columna, unas 400 personas que en términos proporcionales a la población que representa (27500) vendría a ser una manifestación de más de 40 mil personas en relación a los habitantes porteños. En esa esquina se desarrolló la olla popular, previo reclamo con cánticos. La elección del lugar no fue azaroza: en la esquina se encuentra el edificio de la BAP, sigla que oculta la incongruencia de significar Buenos Aires Presente. Allí se encuentra el despacho de Maximiliano Corach, quien además de ostentar el currículum de hijo de Carlos Corach, ministro de Interior de Carlos Menem, es el subsecretario de Fortalecimiento Familiar y Comunitario. De él depende el acto de presencia del BAP, el 108 –número de pedidos de ayuda a gente sin techo, que termina funcionando como el teléfono al que vecinos llaman para que retiren a los sin techo frente a su casa, lo que se conoce como “hacer limpieza”–, la distribución de subsidios, es decir, el eje de todos los reclamos por los derechos incumplidos de la ley 3706.

La intención de la manifestación era abrir una olla popular mientras sus representantes aguardaban ser recibidos por Corach para agendar una mesa en la que se pudieran plantear y trabajar el cumplimiento de sus derechos. La respuesta del subsecretario del fortalecimiento fue paradójica, y reveladora del éxito del frazadazo. Corach, seguramente sin darse cuenta, dijo: “Que me llamen mañana. Hoy, con la gente en la calle no los recibo”.

No se refería a solucionar el problema y sacarlos de la calle sino que habían dejado su lugar invisible en la calle para tomarla y en esas condiciones no habría encuentro. Solo invisibles se reuniría con ellos, lo cual, visto las políticas y los reclamos, es una incongruencia.

Mientras, afuera, la olla popular se desarrollaba y demostraba la capacidad organizativa de la sociedad civil solidaria. Cada agrupación proveyó de ollas con las raciones calculadas. Las chiquitas y chiquitos comían alrededor de sus madres y padres, comían ellas y ellos también, mientras las y los militantes –incluyendo sin techo– distribuían a cucharón sopero las suculentas raciones de guiso de fideos. 

Estaban quienes atravesaron la crónica de los Caídos del Mapa publicada en la tapa de este diario el lunes pasado. Karina, militante con su orgullo trans; Joao, envuelto en una frazada que hacía de su longuilínea figura un obelisco colorido; Soledad, con su bebita ojos de almendra a upa; no estaba Francisco, porque no podía abandonar a su hijo ni dejar sus cosas (una cama que encontró tirada a la vuelta del Bajo autopista, el colchón que encontró del otro lado, el mueblecito que le regaló la vecina, su valija, sus frazadas, y nada más porque estar en la calle es un estar despojado, no ofrece posibilidades acumulativas) porque como ya es imaginable, otro Francisco las tomaría. En la calle no hay apropiación, como supone el ojo del vecino con techo, en la calle sólo hay supervivencia.

Pero ayer, además de supervivencia hubo cánticos. “Olé olé, olé olá/ olé olé, olé olá/ el frazadazo, es para vos/ Larreta gato la yuta que te parió”. O “Si no hay habitacional/ que quilombo que se va armar/ le cortamos la calle y le tomamo este lugar”. Se referían, claro, al BAP de quien dependen las derivaciones para la obtención del subsidio habitacional. De la extensa fila que aguardaba para ser atendida en el BAP, aplaudían y saltaban. Después, la marcha siguió por Entre Ríos hacia México al 1600 donde la fila de uniformados pertrechados impediría el paso de los sin techo en reclamo de habitat y desarrollo a la ministra de Desarrollo Humano y Habitat, Guadalupe Tagliaferri, de quien depende el Buenos Aires Presente de Corach.

Después de más cánticos, la marcha continuó hacia el Congreso, donde desplegaron sus insignias en las rejas, y sus frazadas sobre la vereda, donde se recostaron, como lo hacen habitualmente pero en protesta. Representantes del movimiento entraron a Diputados para entregar a la Comisión de DD.HH. y Garantías un petitorio para que se active el proyecto de ley nacional sobre los derechos de las personas en situación de calle. 

Después, desconcentración, regreso a la intensa necesidad de una devolución de sus miradas.