“Él me lleva tres años, aunque yo parezca más grande”, bromea Pancho Valdés, en el patio de un bar de Palermo. Sin embargo Edu, en un tono más serio, deshilacha las complejidades de formar un proyecto junto a su hermano: “Aunque es difícil, en la mayoría de las cosas que pueden parecer complejas es fácil por la cuestión del conocimiento y la sinceridad”. A lo que su cómplice filial añade: “Él es el cerebro y yo el corazón. En términos musicales, no hay discusiones. De hecho, no existen.” Justo esa coerción fue lo que les permitió llevar adelante el concepto de su nuevo álbum, Gris, basado en la ruptura con su ex novia del menor de los integrantes del laboratorio más bailable, groovero y clubero de la capital cordobesa. “También me había separado de mi otro grupo, Cintia Scotch”, suma el cantante, mientras el músico y productor disecciona: “El disco tiene tres facetas: la ruptura del vínculo; la instancia del dolor y del enojo; y la última etapa súper nostálgica que plantea la perspectiva de la distancia”.
A diferencia de su primer álbum (Valdés, 2016), que se tornó en todo un manifiesto dance impulsado por el single Bailar sola, la música de Gris fue funcional a la temática que lo inspiró. “Quizá no nos vaya bien con este disco pero es sincero, es lo que nos pasa”, reflexiona Pancho acerca de un trabajo más próximo al pop electrónico y que además tiene abolengo patrio, pues fue lanzado el pasado 25 de mayo. “Cuando uno hace una canción y la muestra al mundo, se expone. El primer disco fue súper banal, no había un riesgo tan grande como en éste.”
Por su parte, Edu describe que lo que más tiempo les llevó fueron las letras. “Hicimos el esfuerzo de contar otro tipo de historias. El primero relata situaciones que te pueden pasar en la noche, hasta con tono burlesco. Y éste trata sobre el desamor, por lo que disminuimos mucho los bpm. Pero si bien Gris contrasta con nuestra primera producción, aún se pueden notar vestigios de cosas que están en ese repertorio.”
A pesar de que bajó un cambio, el dúo no se salió del todo de la pista de baile, y de eso dejaron constancia temas como el que le da nombre al álbum o No sé. Es que el dúo integra una generación de artistas cordobeses (de la que también forman parte Juan Ingaramo y De la Rivera) que supo adaptar el groove a su imagen y semejanza. “Somos de la tierra del James Brown cordobés”, se pavonea Edu, refiriéndose a la Mona Jiménez. “Lo más interesante para entender esto es asimilar que cada estilo musical tiene su propio yeite.”
A su tiempo, Pancho confiesa que le encantan el house, el pop y el R&B. “Nos criamos escuchándolos y bailando en los clubes. Aunque nuestra inspiración fue Álex Anwandter”, reconoce. Y su hermano remata: “Teníamos amigos que hacían electrónica pero no había nadie que le metiera una voz en español. Al plantear esta propuesta, y cantarla en castellano, estamos diciendo de dónde somos. Yo quiero hacer música bailable con más elementos latinoamericanos, y posicionarnos desde ese lado”.
Con poco más de dos años de actividad, Valdés experimenta en carne propia el recambio generacional y sonoro que atraviesa en esta época la escena musical argentina. “A raíz de viajar, especialmente este año, en el que conocimos muchas ciudades, nos dimos cuenta de que hay gente que quiere escuchar otras cosas”, asegura Edu. “Al público joven le interesa consumir música nueva y de una forma diferente.” A lo que Pancho adhiere: “Antes los que llenaban las salas en Córdoba eran las bandas de Buenos Aires. Hoy me parece que el público cordobés espera a los grupos locales”.
Al respecto, el cerebro del tándem tiene una teoría: “La actual camada de músicos mendocinos viralizó el concepto de ‘fundir todo’, que, de alguna manera, tiene que ver con la distancia”. Pero el frontman va todavía más lejos: “Algo que se da últimamente, y que es muy diferente a otras épocas, es que el artista era como intocable. Ahora te bajás del escenario, conocés a tu público y hasta comés asados con ellos. Se da esa relación de igual a igual”.
* Viernes 24 a las 21 en La Tangente, Honduras 5317.