Junto a su fiel compinche de andanzas Milú, Tintín ha aterrizado en el museo Aeroscopia de Toulouse-Blagnac, capital europea de la aviación civil, para protagonizar la muy peculiar y muy específica Tintin et ses avions: primera exposición íntegramente dedicada a las aeronaves en las que viajaron el infatigable e intrépido reportero de historieta, legendario trotamundos, y su igualmente legendario perro. “La obsesión del genio del cómic Georges Remi, alias Hergé, por los aviones se explica entre prodigios aeronáuticos como un viejo Concorde, un MIG-15 soviético o el bombardero F-84 Thunderjet”, advierte el periodista ibérico Guillermo Altares al referirse a una propuesta que tendrá sus hangares abiertos hasta comienzos del 2019 y que se centra en los más de 50 modelos que permitieron al famoso héroe cruzar el planeta en sus 24 aventuras. Así, entre cientos de apuntes y recortes de Hergé, no faltan sus ilustraciones de hidroaviones Sunderland (favoritos del artista belga), preciosos Wibault 283T de Air France, cazas monoplaza Spitfire. O creaciones personalísimas como el cohete atómico de Objetivo: La luna (1954), inspirado en los V2 alemanes; o el jet supersónico privado Carreidas 160, basado en el Concorde. En la expo, acompañan además mononas maquetas de cada ejemplar. Detalla Altares que “la primera aeronave que pilotea Tintín es un Polikarpov l-1, en Tintín en el país de los sóviets (1929), el primer caza construido en la URSS. La última que aparece en la obra de Hergé es el Boeing 747, que cierra las tres últimas viñetas de Tintín y los Pícaros (1976)”. La exposición –curada por el ingeniero español José Miguel de la Viuda– termina con un gigantesco fresco que representa el aeropuerto de Ginebra diseñado por Hergé para El asunto Tornasol (1954), que imagina a Tintín esperando el aterrizaje de un Airbus A320, símbolo de la evolución comercial de la aviación. Finalmente, parafraseando a Hergé, a fuerza de creer en los sueños, el hombre los convierte en realidad... Y aunque nadie más dibujara a Tintín desde la muerte de su creador, en 1983, respetando sus deseos, el rubiecito de flequillo insolente –que apareció por primera vez en la revista Le Petit Vingtième en el ‘29– sigue volando.