En Los Ángeles, Estados Unidos, un supermercado efímero ha abierto sus puertas por apenas un mes, ofreciendo cantidad de productos habituales: desde carnes, frutas y verduras hasta alcoholes y juegos, sin desatender champús o limpiavidrios, por mencionar algunos mundanos ejemplos de su para nada sorprendente variedad. Algunos discontinuados aunque sin fecha de caducidad; porque todo, absolutamente todo lo mentado está hecho ciento por ciento de... pañolenci. Sparrow Mart se llama esta instalación de gran escala de la artista británica Lucy Sparrow, ducha en manualidades con fieltro como dejan entrever previas experiencias en símil tono (en años pasados, ya había inaugurado almacenes, sex-shops y armerías pop-up en puntos cardinales como Londres y Nueva York, donde cada objeto de las góndolas estaba hecho del susodicho material). Para la renovada ocasión, ha subido Sparrow la vara del desafío, recreando un supermercado de 260 metros cuadrados, con más de 31 mil piezas de felpa a disposición, asequibles para quienes pretendan llevarse una a su casa. Ajá: todo está a la venta. ¿El objeto arty más económico? Un paquete de chicles, a 5 dólares, por ella meticulosamente confeccionado. “Nunca he sido crítica del consumismo. Creo que la gente está demasiado pronta a señalarlo como el origen de todos los males. Hemos construido una sociedad donde intercambiamos dinero para obtener productos. No tienen por qué ser caros. Mi trabajo celebra los objetos y marcas que amamos, cómo la cosa más pedestre puede levantarle los ánimos a una persona”, se despacha la muchacha capitalista, que aspira a llevar sus piezas de fieltro, “infinitas en posibilidades y colores”, a más ciudades del globo. Siempre con “un toque ochentero y la sensación de producción en masa, de grandes cadenas”, en palabras de la empleada del mes, la mismísima Lucy, que se calza el uniforme de cajera como parte de la performance.