En 2016 el diccionario de Oxford consagró al neologismo posverdad como la palabra del año. Fue un intento, quizás, por explicar dos sucesos globales que habían ido aún contra la lógica de la información: el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos y el del Brexit en Gran Bretaña. Desde entonces, la lupa de los académicos y de aquellos que no lo son pero que se especializan en la realización de medios y ejercen el periodismo se posó sobre el universo de las fake news. Sobre el modo en que aquellos elementos que se viralizan, aún falsos, aún sin chequear, aún contrarios al aparente sentido común, sedimentan en mayorías desinformadas, pero convencidas de aquello que son capaces de defender contra viento y marea.
Desde entonces, la posverdad y las fake news son moneda corriente entre quienes se vinculan con el periodismo y, especialmente, en el ecosistema de medios digitales: la viralización a través de redes sociales –y de servicios de mensajería instantánea– es el elemento clave en todo esto. Ese fue el centro que llevó a que más de 90 organizaciones –periodísticas en su mayoría, pero no todas– unieran esfuerzos para realizar Verificado Mx en las últimas elecciones presidenciales mexicanas. Una de sus impulsoras, Alba Mora Roca, a la vez productora ejecutiva de AJ+ en español, explicó en distintos eventos de la última jornada de la Media Party porteña en el Konex el modo en que se concentraron fuerzas para vencer a las noticias falsas en sus propias plataformas de difusión.
El universo de Mora Roca es “la intersección de audiovisual y redes sociales, y el chequeo de datos”. Tanto Verificado como AJ+ son dos casos de rutilante suceso, con cientos de miles de usuarios y millones de réplicas y visitas. Durante el taller y la charla que compartió en Buenos Aires, la periodista mexicana sugirió combatir las noticias falsas en las redes que las reproducen. De ese modo, Verificado trabajó arduamente para llegar vía Whatsapp al foco mismo de origen de viralización de esos mensajes falsos.
En sus palabras: “Si WA es la caja negra de difusión de fake news hay que combatir las mismas allí con cadenas de información confiable”.
Con la noción de ser críticos, de promover usuarios y lectores empoderados y que no confíen en los rumores, y enfundada en una campera de jean con un elocuente estampado (“Malditas fake news”), propuso utilizar “las mismas técnicas que las campañas de desinformación”. Y añadió: “En el actual ecosistema informativo ya no basta con una pieza sola de texto”. Por eso, en el caso de éxito de AJ+ es clave la meda multimedia que diseña sus contenidos en función del modo de llegada a la comunidad.
Durante el taller, además, se compartieron experiencias de uso de mensajería de distintos medios locales que van de ¿Qué pasa Salta?, que tiene un universo cautivo de más de 10 mil lectores allí y al que envía alertas y notas pero sobre el que no ha podido derivar tráfico al sitio, hasta Prensa Obrera, cuyos representantes explicaron el modo en que el uso de campañas de difusión por whatsapp al cierre de cada día había redundado en un impacto directo en el tráfico del sitio y se había tornado el canal más grande y directo con los lectores.
No fue el único espacio dedicado al problema de la posverdad. Todos los presentes, prácticamente, se esforzaron por explicar la necesidad de dar esa pelea. También fue el caso de Aron Pilhofer, destacado periodista y uno de los fundadores de Document Cloud y Hack Hackers –la comunidad detrás de los Media Party en todo el mundo– que instó al periodismo colaborativo como un modo de combatir las malas prácticas y los problemas de época.
Mientras la lluvia amenazada la jornada –e incluso hizo que la clásica foto de la escalera en el patio del Konex no fuera como cada año– la rueda siguió girando y el cierre de la séptima edición porteña del Media Party dejó una catarata de conceptos y la misma sensación que deja cada año: es tiempo de cambiar las viejas mañas del periodismo y volver a forjar un modelo vinculado a los intereses y necesidades comunitarios.
Otra propuesta interesante fue el taller que ofreció Víctor Rottenstein, de Clarín, sobre el modo en que se puede posicionar medios y sitios a partir de ser claros y tener en cuenta una serie de detalles elementales. El periodismo digital, así como todo el universo que involucra, son socios inescindibles de los motores de búsqueda y, más específicamente, necesitan caerle simpáticos a los algoritmos de Google.
También sorprendió la vinculación posible entre Blockchain, criptomonedas como elemento facilitador de las suscripciones y periodismo, que hizo el especialista en periodismo y tecnología Daniel Sieberg. Todo confluía sobre un punto: el blockchain permite generar confianza, seguridad y credibilidad a un universo, el periodismo, que precisa todo eso y, a la vez, membresías como modo de sobrevida.
Cayó el telón de la sala central del Konex, donde por tres días se habló de periodismo y tecnología con una velocidad muy superior a la que es capaz de captar el espectador. Serán tiempos de asentar lo escuchado, de trabajar en ello y de, una vez más, reiniciar el periodismo. Y las premisas que han quedado son dos: en tiempos de posverdad y crisis del modelo de negocios de los medios, la solución se busca en más y mejor periodismo, en el chequeo exhaustivo de datos, en la cercanía con la audiencia y sus necesidades, y en la generación de un nicho propio y una comunidad de suscriptores dispuestos a pagar por aquello que el periodismo real (social, ético, comprometido) tiene para dar.