La discreción con que se movía Gustavo Arribas en el mundo del fútbol para mantener operaciones dudosas en el anonimato, comenzó a tener fisuras cuando asumió en la AFI. Primero resistió las críticas políticas a su designación por falta de idoneidad para el cargo. Incluso, había superado un pedido de varias organizaciones al Senado con el objetivo de impugnarlo. Pero el caso del Lava Jato terminó de correrle el velo a su secretismo y pone en jaque a su reputación. El arrepentido brasileño Leonardo Meirelles –condenado a cinco años de prisión por pagar sobornos de la multinacional Odebrecht– declaró que le transfirió al escribano 594.518 dólares en cinco pagos durante septiembre de 2013. Ya no se trata de la comisión por el pase de algún jugador –a los que manejó por decenas- y sí de una imputación concreta sobre su participación en el circuito de coimas en la obra pública.
La historia de Arribas tiene una matriz parecida a la de varios funcionarios del gobierno nacional o de aquellos que habían pasado por la función pública mientras Mauricio Macri administraba la ciudad de Buenos Aires. Compartió con el presidente negocios en Boca o en el mundo del fútbol en general. Se conocían desde los años 90. Pero en 2007 ya le había ido tan bien colocando futbolistas que dejó su actividad de notario para dedicarse a tiempo completo a esa industria sin chimeneas donde multiplicó su fortuna. Si bien cobró notoriedad con su intervención en la doble y cuestionada venta de Carlos Tevez y Javier Mascherano al Corinthians en 2005, ya tenía hecho su recorrido.
Lo curioso es que la mayor parte de esa trayectoria como intermediario o agente de jugadores se forjó en Brasil, donde vivía hasta que fue convocado por Macri para convertirse en el Señor 5. Ahora, la confesión de Meirelles lo vuelve a colocar en una situación incómoda en aquel país y también en la Argentina.
Ya no se trata de la repercusión que generó la histórica revista deportiva brasileña Placar, que el 15 de julio de 2011 lo seleccionó entre los cinco empresarios del fútbol más influyentes. Había sido caricaturizado con un puro en la mano izquierda y una copa de champagne en la otra junto a sus colegas. La noticia que se divulgó ayer no da para un brindis, pese a que Arribas niega toda vinculación con la empresa que pagó coimas en doce países, incluyendo la Argentina.
Si el escribano ya era millonario antes de radicarse en el exterior, multiplicó esa fortuna en Brasil. Cuando los funcionarios del gobierno de Cambiemos presentaron sus declaraciones juradas, Arribas estaba lejos de la cima del ranking en bienes y liquidez. Pero eso lo provocó un desliz administrativo. Había omitido su patrimonio en el país vecino y lo colocó en un apartado de observaciones. Sumado a su fortuna local, sus acreencias pasaron a ser de 46.136.611,18 pesos. Una cifra que lo ubica como uno de los funcionarios más ricos del gobierno, incluso superando al ministro de Energía Juan José Aranguren (44,2 millones de pesos), un hombre acaudalado gracias a su pasado en la petrolera Shell.
Arribas niega ser parte del Lava Jato pero su prolongada radicación en Brasil lo expone a más cruzamientos de informaciones, pistas que no se investigaron todavía y señalizaciones de operar en ese país donde se multiplicaron las detenciones y penas de cárcel para funcionarios y empresarios. Desde San Pablo, donde vivía antes de retornar a Buenos Aires para transformarse en el jefe de los espías, controlaba G.H.A, especializada en la administración de bienes inmobiliarios; HAZ Brasil, la más conocida y mediante la cual negociaba pases o la representación de futbolistas; y Storm Producciones, dedicada a la fotografía publicitaria. Los datos de las sociedades que integró o integra todavía Arribas fueron obtenidos de las fichas catastrales de la Junta Comercial del estado de San Pablo, un organismo que se ocupa de promover el desarrollo económico.
Entre sus socios había de todo: el abogado Alexandre Verri, quien estuvo imputado por lavado de dinero porque se le atribuyó haber participado en la creación de la sospechada MSI, la sociedad que transfirió a Tevez y Mascherano al Corinthians. En abril de 2014 resultó exonerado de esos cargos y ahora representa a intermediarios como Arribas y pertenece al Instituto Brasileño de Derecho Deportivo. También hizo negocios con el senador del PDT Zezé Perrella y ex presidente del club Cruzeiro. Varias de las operaciones que concretó Arribas con jugadores tuvieron como pantallas al Locarno suizo o el Deportivo Maldonado uruguayo, dos clubes utilizados a menudo para evadir al fisco en otros países.
Los comienzos del actual funcionario en el mercado futbolístico habían sido promisorios pero también estuvieron salpicados por hechos turbios. En junio de 1999 se asoció al club Talleres de Córdoba para cederle el pase del jugador Diego Garay al Racing de Estrasburgo francés. El futbolista tenía un pasaporte falso, la FIFA multó con una suma millonaria a Talleres y también castigó al escribano por no poseer licencia de agente autorizado. Pasaron dieciocho años de aquel hecho y el notario al que Boca Juniors empezaba a encargarle operaciones, se convirtió en el albacea más confiable del actual presidente de la Nación. Su nombramiento en la AFI lo corrobora.