Llevar tranquilidad a los mercados, frenar la crisis cambiaria, contar con financiamiento “barato”. Estos son algunos de los argumentos expresados por el gobierno de Mauricio Macri para justificar el crédito stand-by con el FMI. Las principales condicionalidades para recibir los desembolsos son el ajuste fiscal y las reformas estructurales. Así lo entiende Matías Kulfas, ex gerente general del Banco Central y actual director de la consultora Idear Desarrollo. Lo más preocupante del acuerdo con el FMI, agrega Kulfas, es que preanuncia la falta de libertad que tendrán los próximos gobiernos para impulsar una agenda de desarrollo.
¿Qué formas cree que tomará la dinámica de endeudamiento a partir del acuerdo con el Fondo Monetario?
–Argentina inició un ciclo de acelerado endeudamiento externo y el acuerdo con el Fondo expresa el desacertado manejo del sector externo que tuvo el gobierno de Mauricio Macri, donde las medidas adoptadas en estos dos años han agravado el desequilibrio. Al comienzo de esta gestión, el déficit de cuenta corriente era 2,5 por ciento del Producto y en el contexto previo a la corrida cambiaria de abril llegó a cerca del 5,0. En cualquier economía, ese nivel constituye una señal sumamente preocupante. El gobierno tomó una posición tremendamente ingenua, casi religiosa, en su interpretación acerca de la falta de dólares en Argentina.
¿Cuál fue?
–Pensar que la apertura financiera generaría un ingreso de capitales tan importante destinados a financiar inversiones que no se sentiría el problema de la restricción externa y se resolvería ese desequilibrio. Pero solo ingresaron capitales especulativos que aprovecharon el negocio armado por el Banco Central durante la gestión de Federico Sturzenegger, y el problema se agravó. En dos años se duplicó el stock de deuda externa pública a una velocidad poco frecuente.
El gobierno plantea este escenario como la única salida posible. ¿Qué otro tipo de medidas podrían haberse tomado?
–Está claro que había que salir del denominado “cepo cambiario”, pero era impensable resolverlo con una apertura financiera fenomenal, con la eliminación del encaje del 30 por ciento y del período de permanencia de 120 días como mínimo para las inversiones especulativas, y con una flexibilización extrema de la liquidación de dólares por parte de los exportadores. Hoy tenemos un escenario muy complicado. El Banco Central ya vendió la mitad de los fondos que el FMI le otorgó hace menos de dos meses. Tuvimos ingresos por endeudamiento externo del sector público por más de 23.000 millones de dólares y las reservas están en el mismo nivel que a principios de año. En los últimos días el gobierno anunció su plan de desarme de la montaña de Lebac acumulada, que es algo necesario, pero ha mencionado la intención de entregar reservas en ese camino, lo cual me parece un error.
¿Por qué califica de “religiosa” la política llevada a cabo por el gobierno de Macri?
–Porque no había ninguna perspectiva de que esas medidas redundaran en un incremento sustentable del saldo neto de divisas para el país. Era una apuesta basada en un prejuicio ideológico, no en una realidad mensurable que considerara la historia argentina y el contexto internacional. Fue un manejo voluntarista y equivocado, mucho más notable si miramos los desmanejos que hubo frente a la corrida cambiaria.
Banco Central
En el marco de este “pensamiento casi religioso” del gobierno en materia monetaria, ¿qué consecuencias traería una reforma de la carta orgánica del Banco Central?
–Me da pena que se vuelva a discutir lo mismo y a plantear un retroceso de este tipo. Están demostrados los beneficios de tener una coordinación entre el Banco Central y el Ministerio de Economía. Argentina no vive la realidad de Alemania o de Estados Unidos como para tomar como modelo la Reserva Federal (FED) o el Bundesbank. Y aun tomando el ejemplo del FED, aclaremos que no tiene mandato único, que es lo que plantea el Fondo Monetario para nuestro país.
¿Qué mandatos tiene la Reserva Federal?
–Luchar contra la inflación y fomentar el crecimiento económico. El mandato único que se pretende dar al BCRA supone condicionar a los siguientes gobiernos –sobre todo aquellos que tengan un sesgo conceptual distinto–, que deberán negociar con un Banco Central ortodoxo que ponga límites a la política económica. La reforma de la Carta Orgánica que plantea el Fondo Monetario, y que este gobierno anhela, es inviable y en cierta forma contradictoria con lo que el gobierno de Macri ha hecho.
¿Por qué es contradictoria?
–Porque lo primero que hizo este gobierno cuando asumió fue presionar para que renunciara el entonces presidente del Banco Central y su directorio. Me parece razonable que un Presidente de la Nación elegido democráticamente tenga al frente del Banco Central a alguien con una visión de la economía coherente con la suya. Lo que me parece insostenible es pretender que el Banco Central tenga esa autonomía que Macri le negó solo de aquí en adelante. En este escenario, creo que el acuerdo con el Fondo, lejos de resolver el problema, le agrega nuevos condimentos. Significa un futuro de mayores restricciones porque imposibilita a sucesivos gobiernos a contar con los grados de autonomía necesarios para hacer política económica.
FMI
Además de la reducción del déficit primario comprometida, ¿qué otros componentes del entendimiento con el Fondo podrían limitar el margen de autonomía de futuros gobiernos?
–El gran problema de los acuerdos con el FMI es que la magnitud del endeudamiento será tal que el próximo gobierno tendrá que refinanciarlo. Eso requerirá de nuevos acuerdos y es allí donde el Fondo impone buena parte de su mirada acerca de la manera “adecuada” de pagar esa deuda. Y esa visión tiene un sesgo ideológico con el que este gobierno se siente cómodo. No creo, como afirman algunos colegas, que esta gestión se autoinfligió la crisis para ir al Fondo. Pero creo que se apresuró cuando vio la magnitud de la salida de divisas de fines de abril y principios de mayo y corrió en busca de su ayuda. Y el Fondo es fiscalista, piensa que todos los problemas de un país se resuelven por la vía fiscal.
¿Esa visión fiscalista del FMI contempla retomar la política de retenciones?
–Frenar la baja de las retenciones a la soja sería algo racional en este contexto. Pero hay que observar las últimas medidas que tomó el gobierno: mantuvo el cronograma de reducción de retenciones a la producción primaria de soja pero detuvo la reducción en los productos industriales de la soja y anunció una drástica reducción de los reintegros a las exportaciones industriales. Se dan cuenta que hay un serio problema externo y, en lugar de incentivar las exportaciones con programas de largo alcance, reducen las pocas herramientas existentes. De este modo desalinean la política fiscal de objetivos de largo plazo, mostrando, una vez más, la carencia de una visión de desarrollo de largo plazo. Existe un desequilibrio externo y la realidad es que las exportaciones actuales son 30 por ciento más bajas que en 2011, han retrocedido en todos los grandes rubros. Es central recuperar el terreno perdido y tener una política de promoción de exportaciones. Estas medidas van en la dirección contraria.
Herencia
¿La situación fiscal no es problemática?
–Hoy en Argentina hay dos grandes miradas. La ortodoxa cree que el ajuste fiscal resuelve el problema del sector externo. Los heterodoxos pensamos, a grandes rasgos, que el problema fiscal se irá resolviendo en la medida en que se logre recuperar el crecimiento y detener el drenaje de dólares con políticas que mejoren el perfil productivo. Es cierto que algunos colegas heterodoxos directamente lo desestiman, yo pienso que debe ser abordado pero no desde el mero recorte de gastos sino desde una mirada integradora que lo afronte tanto desde los ingresos como desde los gastos, como desde su eficacia y direccionamiento. Este gobierno solo se preocupa por el gasto y piensa que la presión fiscal es muy alta. Yo creo que es alta en algunos sectores y baja en otros. Que una pyme pague los mismos impuestos a las ganancias que una gran empresa me parece un disparate.
Más allá de que este gobierno renueve o no su mandato, ¿cuáles son los principales rasgos de la herencia que dejará la gestión Macri?
–Este gobierno está generando acuerdos a nivel internacional que van a plantear un verdadero cepo al desarrollo. Sea cual fuere el próximo gobierno tendrá un acuerdo vigente con el Fondo Monetario que deberá respetar o rediscutir con muchas restricciones. Un acuerdo con la Unión Europea también representa un peligro inminente, no hay manera de encontrar un solo beneficio. Todo se reduce al trillado argumento de que contribuirá a generar inversiones, sin ninguna precisión concreta. Lo mismo ocurre con el posible ingreso a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que implica una serie de restricciones a futuro. La OCDE es el típico organismo que habla de buenas prácticas en materia de políticas económicas, al igual que el FMI, y termina imponiendo vetos sobre políticas necesarias para el desarrollo económico y social.