El backlash es un concepto que la Sociología usa para referirse a la reacción, muchas veces motorizada por el resentimiento, que experimentan quienes se perciben despojados de su posición dominante y sus privilegios ante cualquier avance de derechos de grupos sociales en inferioridad de condiciones. Quienes festejan el revés que sufrió en el Senado el proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo podrían ser un ejemplo de las formas que adquiere el backlash en estas tierras. Y también se podría leer en esta línea el editorial, con tono especialmente envalentonado, publicado hoy en el diario La Nación que asume la defensa de la figura de Abel Albino, revivido mediáticamente en los últimos tiempos por sus consejos pseudocientíficos para desalentar el uso del preservativo.
En las audiencias previas a la votación de la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, Albino repitió falsas premisas ya conocidas en contra del uso de los preservativos al punto de sostener que "el virus del sida atraviesa la porcelana entonces el profiláctico no sirve". El editorial titulado "Abel Albino, genuino compromiso con la infancia", que flota en ese caldo de cultivo del backlash versión local post 8A, describe al cerebro al frente de la Fundación Conin como un “prestigioso investigador, preocupado y ocupado como pocos por el bienestar presente y futuro de sus compatriotas más necesitados”. Pero sobre todo postula a Albino casi como víctima del bullying de las feministas -y en todo caso del gigantesco porcentaje de la población que se expresó en los últimos meses a favor del derecho a decidir de las mujeres-: se afirma sin intenciones de sarcasmo que después de estigmatizarlo a raíz de “una sola de todas sus sabias consideraciones” se “lanzaron a defenestrarlo”.
Sigue La Nación: “Pocos pudieron reconocer que su opinión es compartida por muchos prestigiosos científicos, sexólogos y especialistas, locales y extranjeros, que batallan también para advertir que la efectividad ronda solo el 70%, desarrollando sólidas argumentaciones”. El editorialista asegura que “muchos científicos” respaldan los consejos en materia de salud sexual y reproductiva de Albino pero sólo puede nombrar a uno: Edwar Green, antropólogo que en 2014 respaldó declaraciones oscurantistas del Papa Benedicto XVI en contra del látex y por ese motivo fue despedido del Centro de Investigación para la prevención del SIDA de Harvard, que él mismo dirigía.
Admite La Nación que “Macri evitó calificar las declaraciones del doctor Albino, a quien le reconoció sus quilates de ‘batallador’, y defendió su titánico trabajo en materia de inclusión infantil, considerando que su fundación puede seguir trabajando con el Gobierno porque ‘su tarea es muy buena’.” Al igual que el Presidente, La Nación encara la defensa de Conin, la fundación que el gobierno respalda con algo más que palabras (como reveló este diario, al terminar este año la Fundación Conin habrá recibido más de 120 millones de pesos del Estado nacional). Se trata de una fundación que en pleno siglo XXI incluye entre sus actividades los talleres donde se enseña a las mujeres a “controlar su fertilidad a través del Método de Ovulación Billings”, basado en el recuento de días fértiles del ciclo menstrual y que basa sus tareas de formación en un ideario que considera que “la familia está compuesta por la madre, el padre y los hijos”, porque “la relación sexual es pene y vagina. Eso es lo normal. Si hay otra conducta sexual, no es normal”.
Las afirmaciones de Albino son, en las palabras textuales del editorialista, un “desliz”. Las falacias y la peligrosidad de la intervención del médico no tendrían que ver con una cuestión ideológica o conceptual, sino que hay que atribuirlas apenas a un problema de timming: “Muy probablemente no fue el ámbito o el momento para lanzar al ruedo una cuestión tan delicada ante un auditorio sin el nivel científico necesario para poner en contexto sus palabras”. La soltura con que se vuelve a calificar a Albino como alguien que encara una “valiente defensa de la vida”, después de que en los últimos diez días se dieran a conocer dos nuevas muertes por abortos clandestinos, y que se reivindique lo más retrógrado que dejó el debate por el aborto legal no son casualidades. No son hechos aislados, sino parte de una ola de revancha para reinstaurar un orden perdido o en peligro. Le sobra sentido de la oportunidad: la cresta de una ola oscura, una corriente de retroceso suelta de lengua que combina ultraliberalismo económico y moral conservadora. Habrá que ver por cuánto tiempo.