Hace rato que vengo dándole vueltas al asunto de cómo afectarán las elecciones futuras los cambios sociales de hoy, impensables pocos años atrás, sobre todo el empuje del feminismo y las movilizaciones alrededor del aborto legal. En principio, uno podría dar por sentado que aquellos que defendieron el aborto libre no elegirán candidatos que hayan votado en contra. Y al revés: los antiabortistas no votarían candidatos que apoyaron la ley.

De la misma forma, suena razonable pensar que las feministas militantes elegirán mujeres antes que hombres. Digamos, a modo de ejemplo, a CFK en vez del Mauri. O a Vidal en lugar del Chivo Rossi. Por un lado es ilógico. Esas dos mujeres representan lo contrario en el sentido ideológico; y a la vez es lógico si pensamos que estas militantes preferirían no seguir alimentando el patriarcado, al menos en lo que hace a nuestros dirigentes/as.

Si lo que digo tiene sentido, casi no sería necesario hacer elecciones. Serían tantos los votos cantados que todo estaría decidido de antemano. Bastaría una simple encuesta, o contar a la gente que se moviliza en defensa de algo y a los candidatos que apoyan ese algo. Pero, ¿qué hará una militante feminista que ha sido educada en el antiperonismo más acérrimo si la candidata es CFK?

El juego de ingenio termina acá. Ahora la realidad. Todos tenemos ideales y actuamos en consecuencia. Ideales son esas canciones que reverberan en nuestras cabezas y que guían nuestros actos. Ideales tienen también nuestros contrincantes. Y es un error creer que pueden cambiarlos porque uno les grite en la cara o lo escrache. Todos creemos que nuestros ideales son mejores que los de los otros y tratamos dentro de lo posible, de no traicionarlos.

Claro que los ideales pueden chocar entre sí o anularse. Un hombre machista de izquierda podría no votar a una mujer, aunque sea de izquierda. Alguien de derecha pero hincha de River podría negarle la relección al Mauri. “¿La voto porque es mujer y porque defendió la ley del aborto libre? Lástima que es peronista”. “¿No la voto porque es mujer y porque defendió la ley del aborto libre? Pero al menos es peronista”.

La pregunta sería: ¿cuál sentimiento es más fuerte? ¿Uno es peronista antes que feminista o machista antes que socialista?

Lo ideal sería vivir dentro de un capítulo de Black Mirror, con candidatos que se votan por partes, como cuando se elige el color de un auto, aire acondicionado sí o no, GPS, etc. Elijo el discurso de éste, la honestidad del otro y los ideales feministas de aquél. Pero no será así. Los candidatos serán lo que son y el trabajo difícil lo tendremos nosotros, tanto que muchos elegirán bajo el simple ideal de “el mal menor”. Y por las dudas, el sistema tiene antídotos para las pasiones molestas: listas sábanas, cantitos de sirena, marketing y candidatos anti-algo. 

No es que quiera mandarlos a hacer terapia, pero no estaría mal hacer un listado de los ideales que lo mueven a uno. De ser posible por orden de importancia. De izquierda o peronista o de derecha, de Boca o Talleres, defensor de los derechos humanos, antiabortista, feminista, etc. Porque a la luz de estas nuevas tendencias, las elecciones del futuro serán un multiple-choice con uno mismo, una terapia interna, un rompecabezas.

Pensándolo bien, vaya a terapia, porque el rompecabezas hay que armarlo sí o sí. Es como la frase que dice que “si no te metés en política, la política se meterá con vos”. “Si vos no armás el rompecabezas, lo armará otro”. ¿Quién, Chiabrando? Los enemigos, los otros, el odio, el anti-algo, la desazón, el hartazgo, el miedo, la conveniencia, el resentimiento, la ignorancia, la televisión y siguen las firmas.

¿Hay algún ideal que nunca se abandona y que termina dominando a los otros? Seguramente, aunque uno no lo vea ni lo entienda. Pero los fachos y los ricos lo entienden bien: ellos no elegirían populistas o zurdos. No elegirían a nadie que vaya contra sus negocios. Curiosamente, y por esas cosas de la complejidad humana, al revés se da todo el tiempo. Gente que idolatraba a Pepe Mujica votaron chetos, homosexuales eligieron a un presidente que los considera enfermos, gente culta votaron burros. ¿Los motivos? Un ideal más fuerte que se impuso sobre los otros. Sencillo.

Tampoco es la tontería de pensar que si Boca sale campeón el Mauri se beneficia. Si eso fuera verdad, los blancos votarían sólo blancos, los negros, negros. Entonces, Chiabrando, ¿por qué los trabajadores votan a los millonarios? ¿Qué ideal se abandona ahí, en esa claudicación? Qué sé yo, estimado/a. Cosas más raras se han visto en la historia. Judíos que han votado nazis, por ejemplo.

Alguna vez, los ideales se agolpan en un embudo y de la punta debe salir sólo uno. Por ahí somos más elementales de lo que creemos. Y cuando tenemos que tomar decisiones nos apoyamos en los más básicos, los más fáciles de defender, o los que no necesitan defensa. Aquellos que nacen de la negación, como votar a cualquiera que no sea peronista. O apelamos al sectarismo puro, como votar a cualquiera de izquierda porque uno se siente de izquierda.

O vamos a lo conocido: izquierda y derecha, ideales que parecen morir todo el tiempo pero vuelven y vuelven. Ni hablar de la lucha de clases. A esa le das el pésame todos los días y vuelve más yegua que nunca. Hoy (ahora) me inclino por esta opción. Creo que algunos ideales, por muy nobles que sean, por más que estén a flor de piel, ceden rápido ante otros más urgentes o, si se quiere, más clásicos: derecha-izquierda, peronismo-anti, chetos-obreros, joven-viejo, renovación-continuidad. Esto significa que no va a ser raro encontrar defensores del aborto libre votando a la derecha más rancia. Y así.

Y por sobre todo eso está el gran ideal: la economía. Es decir: vivir económicamente bien. El ideal que seguramente se impone sobre los otros, tarde o temprano, aunque sea coyunturalmente. Así es como llegaremos a las elecciones divididos o dominados (por nuestros ideales). Empiece a anotar, hágame caso. O vaya a terapia si le sobra un mango.

 

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