La radiofonía argentina cumple mañana 98 años pero no tiene mucho que festejar. Envuelta en una crisis que combina lo económico con lo tecnológico, la radio que durante décadas nunca dejó de transmitir, acompañando la vida de varias generaciones de argentinos, está atravesando uno de los momentos más críticos que se recuerden. Sigue al aire, emocionando e informando, divirtiendo y enojando a quien la quiera escuchar, pero con el hilo de voz que suele distinguir a quien aún está conmovido por alguna dolencia. La radio argentina ya no tiene la potencia de antaño y ha perdido algunas voces. El inexplicable vaciamiento y posterior silenciamiento de Radio América (AM 1190), el desguace de emisoras tradicionales como Del Plata (AM 1030) y El Mundo (AM 1070), el insólito e inédito remate a la que será sometida la vieja y querida radio Rivadavia (AM 630) en los próximos días, son apenas los aspectos más visibles de un medio que sigue sonando pero a costa de profesionales que perdieron o ven amenazados sus cada vez más precarizados puestos de trabajo. Los mismos trabajadores que, a la vez, son los principales sostenes creativos de la radio argentina. Pese a todo.
Cada 27 de agosto se celebra en el país el Día de la Radiodifusión Argentina. La fecha, que conmemora a aquellos “Locos de la azotea” que en 1920 realizaron la primera transmisión, siempre sirve como disparador para analizar el estado de situación del medio. Desde que en diciembre de 2015 Cambiemos asumió el gobierno, la radio argentina ingresó en un espiral descendente del que aún no pudo recuperarse. El cóctel de crisis económica, reasignación de la pauta oficial e irresponsabilidad de empresarios inescrupulosos y oportunistas derivó en emisoras cerradas, radios quebradas, cientos de despidos, indemnizaciones incumplidas y pago de sueldos en cuotas imposibles de comprender para productores, periodistas, técnicos, locutores, operadores y personal administrativo no muy duchos en la ciencia de las matemáticas. La pasividad del Ministerio de Trabajo y del Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom), que permitieron y siguen permitiendo a las empresas incumplir con sus obligaciones más elementales, echaron más leña al fuego de la debacle. La precarización no es sólo laboral sino también artística: el “loteo” de espacios al mejor postor hoy es moneda corriente en emisoras pequeñas, pero también en aquellas consideradas “grandes”.
Probablemente no haya una imagen que ilustre con mayor certeza el momento actual de la radiofonía argentina que la que surgirá el jueves, cuando la histórica Radio Rivadavia (AM 630) sea rematada, en conjunto con FM Uno (103.1). La emisora que hace décadas supo brillar de la mano de Antonio Carrizo, Héctor Larrea, Cacho Fontana y José María Muñoz culminará así una serie de desmanejos empresariales (la familia Cetrá y, posteriormente, los hermanos Wphei) que afectaron no sólo su presencia en el dial sino también la vida diaria de los trabajadores, a los que se les adeudan 8 meses de sueldos. Hasta el momento, la negociación que había iniciado el Grupo Vila para hacerse cargo de la emisora no había llegado a buen puerto. El remate, cuya base está fijada en 12 millones dólares, no sólo incluye las licencias de AM y FM y sus inmuebles, sino también marcas registradas como Al servicio de la verdad, El rotativo del aire de Radio Rivadavia y Sexta edición, entre otras. Desde hace un año la emisora es manejada por un síndico.
“Hace unos meses que el Grupo América está detrás. Firmamos un acuerdo para que puedan ingresar a la radio. Ellos se retiraron diciendo que hubo 11 personas que no firmaron el acuerdo, cosa que es mentira. No fue por eso, sino por todos los juicios que tiene la radio y la imposibilidad de hacerse de la licencia. De la quiebra debería haberse hecho cargo el Estado, nunca lo hizo ni quiere ahora. De hecho, el Estado no debería haber permitido que la sindicatura creara más deuda. El Estado debería haber tomado la frecuencia y haberla licitado”, le explica a PáginaI12 Osvaldo Bergal, trabajador y delegado (Sutep) de Rivadavia.
“La situación de la gente –agrega Bergal– es desesperante. Estamos muy golpeados. No tenemos cobertura médica, seguimos manteniendo la radio al aire sin cobrar sueldo alguno, vamos a trabajar gratis. Muchos han dejado de ir. La radio funciona a pulmón, por la gente. Estamos a la espera de lo que pasará, si se soluciona el ingreso del Grupo Vila o si se va a remate. La situación es crítica. Venimos sufriendo este proceso desde hace años, igual que otras radios, como Del Plata o Del Mundo, por malas administraciones y gobiernos que no les dieron importancia a nuestros problemas.”
La dramática situación de Radio América (AM 1190) no parece tener fin. Tras la fuga en enero de 2016 de Sergio Szpolzki y Matías Garfunkel, y el paso de Mariano Martínez Rojas (que incluyó un ataque con patovicas hacia las instalaciones y los trabajadores), la emisora parecía empezar a “normalizarse” con la adjudicación de la licencia a Editorial Perfil en marzo de 2017, aunque recién se oficializó el 21 de diciembre mediante la publicación del decreto presidencial. Sin embargo, a ocho meses de la adjudicación definitiva de la licencia a Perfil, Radio América sigue silenciada y sus trabajadores (nunca fueron despedidos ni cobran sueldo alguno), esperando a que la emisora vuelva a transmitir. Ni el Enacom ni el nuevo propietario –que parece estar más entusiasmado con el lanzamiento del canal NET TV que con hacerse cargo de la emisora– muestran interés en que América recupere el aire robado. La frecuencia AM 1190 está desactivada, incautada, silenciada, desaparecida inexplicablemente.
“Todos pensábamos que una radio grande como América no iba a quedar desaparecida del aire, pero lamentablemente nos equivocamos”. La que habla con pesar es Vilma Noce, locutora informativista de la emisora sin voz. “El de Radio América fue el primer vaciamiento grande, con complicidades institucionales evidentes. En el Enacom hasta nos reconocían que no nos iban a ayudar, lo mismo el Ministerio de Trabajo, que ni siquiera nos otorgó los Repro a los trabajadores. Siempre recibimos un portazo. La gente tuvo que salir a buscar trabajo de cualquier cosa para poder sobrevivir. Ni siquiera fuimos despedidos formalmente. Es muy triste”.
La crisis radiofónica se profundizó este año en Radio Del Plata (AM 1030). La histórica emisora viene sufriendo la gestión de Electroingeniería, la empresa de Gerardo Ferreyra y Osvaldo Acosta, que en manos de Sebastián Ferreyra dejó de pagar sueldos en tiempo y forma desde el mes siguiente al cambio de gobierno. Desde enero de 2016, los trabajadores cobran en cuotas sus sueldos, que a comienzos de 2018 fueron reducidos al 50 por ciento, además de ver cómo la empresa no realiza aportes previsionales ni a la obra social. La situación de la emisora empeoró aún más cuando el 28 de mayo pasado 30 trabajadores fueron despedidos. El Ministerio de Trabajo dictó una conciliación obligatoria que empeoró la situación: un mes después la lista de despedidos se amplió a 41 (que se sumaron a 12 anteriores), el pago en cuotas del 50 por ciento del sueldo dejó de cumplirse y Electroingeniería ni siquiera les pagó la indemnización a los trabajadores que se quedaron en la calle. Mientras, la programación de la radio sigue al aire con retención de tareas de 15 minutos en cada hora, a costa de los 67 trabajadores (hasta mayo eran 120) que cobran “algo” de su sueldo cuando a la empresa se le ocurre. Una situación tan incierta como dramática.
“Lo que es distintivo en Del Plata es que en 2016 hubo espacios que se posicionaron segundos en audiencia, pero por la mala administración de los responsables de la radio los conductores de esos programas fueron los primeros en emigrar hacia otras radios”, le explica a PáginaI12 Analía Rivas, periodista y locutora despedida de la emisora. “Durante el kirchnerismo, aun recibiendo pauta oficial, los responsables de Del Plata nos dijeron que nunca fue rentable la radio. Si nunca fue rentable, ¿por qué la mantuvieron tantos años y tenían capacidad de pagar salarios en tiempo y forma, y de pronto dejaron de hacerlo? Lo que desnuda es la falta de voluntad de parte de Radiodifusora Del Plata, que forma parte de Electroingeniería, de cumplir con la ley y sus obligaciones”, puntualiza Rivas, que aún espera –como el resto de los despedidos– por su indemnización.
En Radio El Mundo (AM 1070) la situación es similar a Del Plata, aunque un poco más compleja, porque la emisora tiene dividido el plantel de trabajadores en dos sociedades: la productora Fio Fio (a cargo de la gestión) y Radiodiofusora Baires (adjudicataria de la frecuencia). El conflicto comenzó en enero cuando Fio Fio dejó de pagar salarios y apareció como nuevo presidente de la productora Martín Rodríguez Flores, que se fue a vivir al mismo edificio de la emisora y administra la radio sin pagar los salarios a los 60 trabajadores de Fio Fio. La radio se mantiene al aire con el plantel de 22 trabajadores que dependen de manera directa de Radiodifusora Baires, que sí paga los salarios, pero no se hace cargo de la programación ni de la gestión diaria.
“El problema es que a Baires, que también es la empresa adjudicataria de Radio Disney (FM 94.3), no le interesa explotar la AM. Por eso siempre la cedió a un tercero para que la explotara, algo ilegal”, le cuenta a este diario Alejandra Nieto, operadora técnica y delegada (Aatrac). “En mayo, el Enacom comunicó que la adjudicación de la frecuencia era responsabilidad de Baires y no reconocía como explotadora de la la AM 1070 a Fio Fio. Pese a ello, ni Baires tomó cartas en el asunto para resolver la situación ni Rodríguez Flores cambió su proceder: sigue incorporando programas sin pagarles el salario a los trabajadores. Hace una semana el Enacom intimó a Rodríguez Flores a que abandonara la explotación comercial. La radio está en un estado terminal, al borde de salir del aire porque tiene deudas en los servicios públicos y un atraso de ocho meses en el pago del alquiler del edificio, por lo que hay iniciado un juicio de desalojo. Mientras tanto, los 60 trabajadores de Fio Fio siguen sin cobrar su sueldos”, subraya.
El proceso de desgaste empresarial hacia los trabajadores, con la complicidad –por acción u omisión– del Enacom y el Ministerio de Trabajo, parece ser el denominador común de las emisoras en crisis. Radio América fue la punta de lanza de un derrotero que comienza con la falta de aportes previsionales, continúa con el pago en cuotas de los sueldos, el alquiler de espacios que dañan la coherencia artística y la precarización de las condiciones laborales. A 98 años de su nacimiento, el aire radiofónico dejó de ser para muchos un espacio creativo para comunicar e informar. Ahora parece ser apenas la excusa para que empresarios oportunistas hagan negocios. Que no silencien la radio, que no mancillen su honra, pareciera ser el desafío de estos tiempos.