A 214 días de la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE) el caos avanza con el paso implacable del Titanic hace más de un siglo. En un intento de mostrar que está preparado para todas las eventualidades, el gobierno de Theresa May ha elaborado un programa de 80 puntos de emergencia en caso de que no haya acuerdo con el bloque europeo sobre la relación post-Brexit. Esta semana la publicación de 24 de los 80 planes para los sectores más expuestos no produjo el efecto esperado.
Como suele suceder cuando se quiere simular tranquilidad en medio de la turbulencia, el anuncio alarmó a medio mundo y obligó a todo tipo de aclaraciones, algunas peores que el silencio. Un miembro del gabinete de May, David Lidington, explicó que el plazo para lograr un acuerdo base con la UE no era en realidad octubre, es decir, que había más tiempo para evitar estos planes de emergencia. El ministro de finanzas Phillip Hammond eligió una vía un poco más drástica al indicar que si la negociación con la UE no llega a buen puerto, el Brexit agregaría 80 mil millones de libras de deuda pública anual.
Pero vayamos por partes. Las 24 “estimaciones sectoriales” que presentó el gobierno el jueves abarcan desde la salud pública hasta las finanzas, el comercio y la defensa. En Salud Pública, el gobierno recomienda que el estado y las empresas acumulen seis semanas de reservas de medicamentos para hacer frente a una posible escasez a partir del 29 de marzo, fecha en la que el Reino Unido dejará de ser parte de la UE. El encargado del anuncio, el ministro del Brexit, Dominic Raab, no ofreció sin embargo garantías de que esto sería suficiente para evitar situaciones puntuales que, según vienen advirtiendo las autoridades sanitarias, podrían poner en peligro la vida de pacientes con necesidades específicas.
Los planes de emergencia de algunos sectores parecen de ciencia ficción mientras que en otros se asemejan a una pesadilla burocrático-Kafkiana con toques surrealistas. En el caso de las finanzas, por ejemplo, el gobierno recomienda a los bancos británicos que establezcan subsidiarias en el continente europeo para amortiguar el impacto que tendrá la salida de la UE sin acuerdo. En otras palabras, que las entidades se lleven parte del negocio fuera del Reino Unido porque el Brexit que impulsa el mismo gobierno conduce a un naufragio.
En términos comerciales, el gobierno advierte a importadores y exportadores que sus declaraciones sufrirán cambios radicales que deberán ser refrendadas por los medios de transporte que se utilicen ara el comercio (vía aérea, terrestre, marítima) porque el Reino Unido pasaría de ser un pleno miembro de la UE con libre circulación de mercaderías a un “tercer país” en relación con el bloque europeo al que se le aplican aranceles y normativas paraarancelarias.
En el caso específico de la frontera entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda, el gobierno parece lavarse las manos recomendándole a los exportadores británicos que le pregunten a Dublin cómo proceder para el comercio bilateral. “Es recomendable que busque asesoramiento del gobierno de Irlanda sobre los preparativos necesarios para esta eventualidad”, dice el documento.
La exportación de productos orgánicos británicos es una ilustración de los problemas que surgirán sin acuerdo. El documento gubernamental reconoce que podrían quedar bloqueados durante nueve meses hasta homologar toda la documentación requerida con la que exige la Organización Mundial del Comercio que, a falta de acuerdo, pasaría a ser el órgano rector de los intercambios entre el Reino Unido y el bloque europeo. La lista de recomendaciones es larga y la vida es corta, pero la reacción de sectores tradicionalmente aliados de los conservadores como la Cámara de Comercio o el CBI dice mucho sobre el impacto que esto puede tener. “Es una fuerte señal de alarma. El gobierno está admitiendo que van a aumentar los costos y que va a haber retrasos en las transacciones con el euro y nuevos recargos en los pagos por tarjeta. Hay que evitar a toda costa que esto suceda”, dijo al diario Evening Standard Adam Marshall, director general de la Cámara de Comercio británica.
“A toda costa”: la cuestión es cómo lograrlo. En una inusual confluencia de pareceres, el ministro David Lidington coincidió con el encargado de la negociación del Brexit por la UE, Michael Barnier, en que octubre no es el último mes para llegar a un bosquejo de acuerdo. Pero en el mejor de los casos esta mayor flexibilidad estiraría el plazo hasta noviembre, diciembre quizás, no mucho más, porque cualquier acuerdo tiene que ser refrendado antes de que el Reino Unido salga de la UE por los parlamentos de los 28 países del bloque europeo, incluidos los británicos.
En medio de una negociación tan incierta e intricada una cosa está bien clara: son los últimos rounds. En septiembre y octubre se celebran los congresos anuales partidarios en el Reino Unido que deciden la política a seguir en los próximos 12 meses. Hoy en día hay un solo tema relevante: el Brexit. Una semana después de los congresos la UE se reúne para evaluar la marcha de las conversaciones. Salvo alguna eventualidad inesperada –ruptura de la negociación o acuerdo– nadie querrá responsabilizarse de un fracaso, así que con toda seguridad los 27 países de la UE (excluido acá el Reino Unido) darán un nuevo plazo a la diplomacia.
En caso de que con este nuevo plazo se llegue a un acuerdo antes de las navidades, habrá que esperar luego que lo refrenden los 28 parlamentos europeos. En caso de que no haya acuerdo de ningún tipo, quedará una última alternativa: la Cámara de los Comunes.
Con o sin acuerdo, el parlamento británico deberá votar al fin de las negociaciones. Con esta votación este jardín de los senderos que se bifurcan se abre a nuevas posibilidades porque si, como calculan los analistas británicos, la Cámara de los Comunes rechaza la falta de acuerdo, todo podría acabar en urgentes elecciones anticipadas o un nuevo referendo.
En este segundo caso, un estudio publicado hace dos semanas revela que hay un alto número de arrepentidos del voto en el referendo en junio de 2016. Según la encuesta, un total de 112 distritos electorales que respaldaron la salida de la UE, hoy se inclinarían por permanecer en el bloque europeo. El gran interrogante es si la dinámica político-diplomática dejará espacio para que los británicos tengan esta segunda oportunidad sobre la tierra.