Al parecer llegó el día de la realización del tan mentado plenario de secretarios generales. Será el próximo miércoles en un teatro propiedad del gremio ferroviario La Fraternidad. Sin embargo, los triunviros corren el riesgo de enfrentar una reunión con muchas sillas vacías. Las diferencias entre los sectores sindicales con la conducción de la CGT se profundizaron y las ausencias a ese encuentro agigantarán la imagen de debilidad que sufre la conducción que, para contrarrestar esa foto, medita por estas horas convocar a un nuevo paro general. En los mentideros sindicales se visualiza la intención más como una reacción en defensa propia de los triunviros que una decidida convicción de liderar la protesta social. Las razones para decretar un paro hay y de sobra pero a la cúpula sindical no les resuelve el problema de la pérdida de confianza ante una creciente mayoría de gremios y, sobre todo, ante sus representados, los trabajadores. Por otra parte, el vaciamiento del plenario abre otro escenario que no es otro que el de una fractura.
La CGT es en esencia una herramienta de organización fundamental que tienen los trabajadores para defender sus derechos pero una herramienta como tal puede ser bien o mal utilizada. Frente a un gobierno de corte liberal conservador, poco amigo de los derechos consagrados en la Constitución y las leyes, una central obrera débil y sin decisión para usar correctamente dicha herramienta deja a los trabajadores más que indefensos.
El triunvirato es consciente de ello y fruto de la experiencia que les dejó el paro del 25 de junio, que le permitió difuminar la debilidad que tienen frente al Gobierno de Cambiemos, es que pergeñan una nueva convocatoria profundizando su perfil reactivo antes que proactivo o, como dicen algunos dirigentes gremiales, es una conducta que reafirma la ausencia de un programa al que ceñir la CGT.
Eso es lo que se piensa ahora y va en línea con lo acordado entre los dirigentes que todavía le otorgan el sostén político a los triunviros. Los gordos, independientes y aquellos dirigentes a los que se les suele llamar moyanistas sin Moyano, decidieron trocar el congreso extraordinario previsto para agosto por un plenario de secretarios generales. El cambio no fue menor porque se pasó de un órgano con capacidad de decidir desde una renovación de autoridades hasta la elaboración de un plan de lucha por un plenario que no es otra cosa que una mera asamblea de jefes sindicales sin potestad alguna para torcer el rumbo de la central. De todas maneras ese encuentro también genera un riesgo para los conductores de la CGT y que no es otro que la palabra de estos secretarios generales porque a través de la palabra surge la realidad de lo que ocurre y de lo que falta.
Sin embargo, entre los grupos que no se sienten representados por el triunvirato crece la idea de no participar de la reunión del miércoles. Cada uno llega a esa conclusión desde diferentes experiencias. Por caso, el Movimiento de Acción Sindical Argentino (MASA) había retomado conversaciones con el triunvirato que le prometió una mayor participación tanto en la actividad política de la CGT a pesar de no ser integrante del actual Consejo Directivo y, seguramente, una futura presencia en los puestos de conducción de la central sindical pero ni una ni otra promesa se cumplieron. La renovación quedó postergada sin fecha y con ella la intención de consensuar un programa y un plan de acción. A eso se le sumó el “olvido” de hacerlos partícipes de información y reuniones como la que la mesa chica tuvo con el Gobierno en la Quinta de Olivos. Así las cosas el MASA decidió dar un paso al costado y no presentarse al plenario.
En tanto, los más de 60 gremios que conforman el por ahora llamado grupo Lezica decidirán el martes si participarán o no. La mayoría piensa que no es conveniente seguir convalidando un triunvirato que no responde a las necesidades que exige la coyuntura y que lo ven corriendo desde atrás de los hechos. Por caso, el mismo día que los trabajadores de Astilleros Río Santiago eran ferozmente reprimidos los principales referentes de la conducción de la CGT se reunían y se fotografiaban, salvo Juan Carlos Schmid, sonriendo con la delegación del Fondo Monetario Internacional. Una distancia entre la realidad que es mucho más extensa de la que existe entre la sede de la Uocra, donde se realizó el encuentro con el Fondo, y las calles de la ciudad de La Plata.
Por otra parte, algunos dirigentes gremiales del Lezica sostienen que es preciso respetar el documento acordado el martes pasado donde se le reclama a los triunviros la realización de un Comité Central Confederal que, a diferencia del plenario, es un órgano resolutivo. La decisión se tomará el martes en la sede del gremio de pilotos (APLA) que conduce Pabló Biró. Ese día se prevé que Hugo Moyano haga su debut en el grupo y que el mecánico Ricardo Pignanelli retome su participación. Ambos son de la idea de no participar del plenario. El punto es que sin los MASA y sin los Lezica, que sumados juntan cerca de 90 secretarios generales (sobre un total de 160 activos), el vaciamiento del plenario organizado por el triunvirato bien puede ser visto como el preámbulo de una fractura de la CGT. Ahora bien, ante un posible paro general tanto el MASA como el Lezica no dudan en sumarse pero advierten que eso no cambia la idea que tienen de la actual conducción.