La filosofía está bien lejos de perseguir el éxito o algo parecido. Pero a veces suceden coincidencias. Nemrod Carrasco lo sabe. Doctor en Filosofía y docente de la Universidad de Barcelona, autor de dos libros (Apories de la vida quotidiana, Viaje al centro de la filosofía), su nombre aparece ligado a Merlí, la serie sobre un profesor de filosofía que es suceso en Argentina –y en muchos otros países, pero acá como en ningún otro, además de haber conseguido ya la venta de derechos para remakes internacionales-, de la cual Carrasco ha oficiado como consultor.

Invitado por la Secretaría de Extensión de la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR, Carrasco ha disertado, conversado, visitado medios. Sus ganas de participar coinciden con una amabilidad de palabras precisas. Su ligazón inevitable al fenómeno Merlí, dice a Rosario/12, “es una de esas cosas que uno nunca reflexiona en voz alta. Va a tener que pasar un tiempo para que empiece a procesar todo lo que está pasando. Es verdad, yo procedo de un universo que no tiene nada que ver con el universo de las series de ficción, es el universo de la academia, en donde los ritmos, incluso para poder ejercitar aquello a lo que me dedico que es fundamentalmente a pensar, son muy distintos de las lógicas y las temporalidades que exigen otro tipo de medios. Creo que todavía no estoy asimilando plenamente todo lo que me está sucediendo”.

Carrasco tiene 44 años, y entre las actividades de las que participó en la ciudad destaca la conferencia "Enseñar a descreer: la filosofía como pasión política", desarrollada en Facultad de Humanidades y Artes. Pero el caso Merlí se impone, no hay modo. Este cronista tampoco lo evita. “Aunque había ciertas expectativas, y Héctor (Lozano, creador de la serie) en ese sentido estaba bastante confiado en sus posibilidades, nos ha sobrepasado por completo. Una cosa es que la serie tenga éxito en Cataluña, en España, pero toda serie de ficción tiene sus particularidades, o como dicen ustedes aquí, sus territorialidades. Muchas veces, esas territorialidades son las que explican que una serie triunfe en un sitio y se estrelle estrepitosamente en otro. Lo realmente interesante ha sido observar cómo esas particularidades, aun estando, no han sido obstáculo para que la serie haya podido calar entre un público muchísimo más mayoritario”, agrega. En cuanto al impacto de la serie en Argentina, Carrasco cuenta que “no tiene parangón con ningún otro lugar, aquí la serie se ha vivido de una manera muy especial, distinta, con una intensidad que al menos no he podido percibir en otros lugares. Ya desde el primer momento, cuando vimos la resonancia mediática que producía la recepción de una serie de estas características acá, en Argentina, sospechamos que algo grande había sucedido. Pero el mero hecho de estar yo aquí, entre ustedes, ya me pone de manifiesto que esto incluso ha sido todavía mayor”.

 

Francesc Orella, encarna al entrañable profesor de la serie.

 

-- ¿Cómo fue ese ingreso en el universo de la ficción?

-- Cuando se me llama para colaborar en la serie, pensaba que tendría un rol puramente exterior, que me encontraría con el guión más o menos cerrado y que me dedicaría básicamente a revisar los contenidos, para que estuvieran lo más documentados posible. Mi perspectiva era muy ágil: la de actuar como un simple asesor, como aquél que asesora en cuestiones técnicas, pero en este caso en cuestiones filosóficas. Pero claro, me di cuenta de que ni siquiera esto es así. Y me encuentro con que Héctor, que es una persona muy abierta, muy tolerante, me da la capacidad de implicarme en el proyecto de una manera mucho más grande a la que yo me había imaginado, no solamente en la definición de algunas tramas, sino también en el perfil de algunos personajes e incluso en la posibilidad de escoger los filósofos y las filósofas que debían formar parte de cada capítulo. Por si esto fuera poco, para revisar e incluso en algunas ocasiones para escribir también las secuencias de clase, que conforman todos y cada uno de los capítulos. Entonces, todo eso hace que el grado de implicación que tú al principio pensabas que sería un poco más tenue se vaya de alguna manera complicando, haciendo más intenso, cada vez más vivo, y que ese proyecto que tú en un principio habías pensado como algo puramente instrumental, tenga un efecto absolutamente devastador sobre ti mismo, hasta el punto de hacer que muchas de las cosas que yo pensaba de lo que era la filosofía, a través de la realización de una serie como ésta, me ha cambiado la propia manera de concebir la filosofía.

-- Lo relaciono con la cualidad intrínsecamente dramática que reúnen algunos filósofos, Platón entre ellos.

-- No deja de ser una curiosa coincidencia que yo me especializara y doctorara con una tesis sobre Platón. Supongo que forma parte de una especie de inconsciente, que yo imaginara que algo de eso había (risas). Para mí no es lo mismo leer a Platón que a Aristóteles, son dos autores muy distintos. Incluso para el lector que se acerque desde un punto de vista ingenuo o superficial a la filosofía, verá que son dos estilos muy distintos, dos maneras de entender a tu sociedad que no tienen mucho que ver entre ellas. Lo que hace Platón es escribir dramas filosóficos, lo que hace Aristóteles es escribir tratados, dos concepciones muy distintas. Aristóteles ya comienza a entender la filosofía como una técnica, mientras que Platón, al escribir dramas filosóficos, lo que nos da a entender es que la filosofía sólo puede tener sentido dentro de un determinado contexto, dentro de una determinada situación. Y en una situación como la que nos plantean los diálogos, no solamente se dicen cosas, no solamente se reflexionan ideas, no solamente se construyen argumentos, sino que al mismo tiempo en esos diálogos pasan cosas. Quiero decir que los diálogos de Platón son muy importantes por las cosas que se dicen pero también y fundamentalmente por las cosas que no se dicen, sino que se muestran en aquello que nos está mostrando precisamente la propia escena narrativa. Y eso es muy importante porque nos ofrece una característica que la puede uno extrapolar tranquilamente a lo que significa Merlí. Cuando hicimos la serie, Héctor tenía una idea muy clara en la cabeza, él me decía “lo primero es la trama, después ya vendrán los filósofos”. Lo primero era la ficción, mostrar ese mundo donde hay una serie de conexiones vitales y donde supuestamente pasan cosas, y después la reflexión que nosotros supuestamente podemos hacer acerca de eso que el espectador está viendo. Y eso es muy bonito. Porque no es que el guión estuviera sujeto a la filosofía, es que la filosofía estaba sujeta al guión. Y eso de alguna manera le otorgaba a aquello que queríamos explicar una dimensión mucho más vital, más dinámica, que la que uno hubiera podido exponer, si hubiera planteado en lugar de una serie de ficción un programa de educación filosófica. Lo que quiero decir con esto es que son vías distintas, y en este sentido me parecen tan interesantes programas que hagan de la divulgación filosófica una herramienta de acercamiento al pensamiento a la vida cotidiana, como otras estrategias que utilizan la ficción para precisamente obtener un objetivo parecido.