Nicolás López Macri y Nicolás Gatto son los delanteros que contrató Juventud Unida Universitario de San Luis para la presente temporada en el Federal A. El formar la dupla de ataque “Macri-Gatto” es, sin duda, una obra maestra del mensaje subliminal. Desde luego, será también una buena excusa para el DT del club puntano decir que tiene el mejor equipo de los últimos 50 años, que si no gana un partido ahora lo hará en el segundo semestre y que los cambios no los hace el cuerpo técnico sino que se los ordena el FMI.
Claro que no fue ésta la única vez en que se intentó elevar un mensaje a partir de alguna combinación de apellidos de futbolistas. Recuerdo la maniobra de un dirigente vegetariano de la AFA cuando a fines de los ‘90 intentó convencer al entonces DT de la Selección, Daniel Passarella, para que, además de al “Lechuga” Roa, convoque al “Tomate” Pena, al “Chaucha” Bianco, al “Poroto” Cubero y a los juveniles Franco Peppino y Emiliano Papa. No lo logró. Consecuencia: no ganamos el Mundial ni tampoco bajamos la alta densidad calórica del equipo. Y eso que no convocó ni a “Chocolate” Baley, ni al “Chori” Domínguez ni a “Panchito” Guerrero.
Tampoco resultó exitosa la estrategia de una agencia de publicidad mendocina de querer juntar en un mismo equipo a las principales bodegas. Hubo intentos, se trató de repatriar al Virrey, juntar a Franco Navarro con Heriberto Correa, se llegó a tentar al Negro Jota, pero todo fue en vano. Ver en un mismo equipo a Bianchi, López, Navarro, Correa, y San Felipe hubiese sido un placer, o un exceso. Al menos para los Borrachos del Tablón.
Sabemos que no son aconsejables algunas asociaciones de apellidos. No ayudaría a conformar un equipo sólido en defensa la inclusión de Troncoso y Maletti, aquellos memorables zagueros de los ‘70. También daría a la cargada la dupla integrada por (Erik) Lamela y (Federico) Chacón. Al búlgaro Penev seguramente no le convenía compartir delantera con Blandi.
Por el contrario, Darío Carpintero se hubiese hecho un festín con Madero y Meza. El Jardinero Cruz hubiese pagado por jugar con el Turu Flores y Mauro Rosales. El Twetty Carrario nunca se cruzó en la cancha con Matías Silvestre, y lo bien que hizo. Sí lo hicieron Ortega y Fabbiani en River, es decir que no sólo la película “Shreck” logró juntar a un Ogro y un Burrito.
Por lo pronto, voy a seguir la campaña de los delanteros “Macri-Gatto”. Dos promesas de gol que, justamente, por ser promesas, no se cumplirán.