Basta decir la frase “Fumate un Jeffrey” para entender de qué cine se habla. Quizás porque la Nueva Comedia Americana de Hollywood de este siglo, conocida con la abreviatura NCA, no sea más que un código (complejo, claro) que da cuenta del agotamiento de las fórmulas cinematográficas desde Keaton o Lloyd en adelante. Explicar, entonces, que Jeffrey es un cigarro con “algo de aquí y algo de allá” que enciende Johan Hill en Misión Rockstar, es tan obvio como señalar que la NCA es el cartel de ingreso al camino del humor más irreverente y sin límites posibles (por ahora).

Su origen: los “Monty Python” y el exitoso programa televisivo Saturday Night Live, cuando el humor comenzó a descascararse allá por los 70. Aquel cambio de paradigma germinó recién en los 90´con Los Simpson como emblema, y alcanzó madurez a partir del 2000 con la aparición de guionistas como Judd Apatow, los Farrelly o Paul Freig. Ellos fueron quienes hicieron de la NCA un código que remite directamente a la ruptura total de lo conocido. Ahora la risa está en otra parte: en el antihéroe flatulento, en el albino maníaco, en el nerd y en los fumones con tendencias a la escatología o personajes subnormales con facilidad para decir lo que sea. La estupidez tal como viene, casi sin tamiz moralizante, junto a una narrativa decididamente amarga. Pero, ¿existe en verdad la NCA?

La respuesta se la puede encontrar en Nueva Comedia Americana. Reír en el siglo XXI, del periodista y docente Ezequiel Boetti (1987), que lanzó el sello Paidós. Allí el autor ensaya lecturas, vuelve sobre el pasado, apunta críticas y, además, se da tiempo para presentar al lector pequeñas piezas con tono de crónica como los capítulos dedicados a Apatow, Jim Carrey, Adam Sandler o Ben Stiller. Sin salirse de la premisa de “escribir un libro con un perfil accesible, popular y entretenido, no académico ni cinéfilo”, Boetti halló la libertad necesaria para desplegar una mirada personal sobre el fenómeno.

–¿Por qué era necesario un libro sobre la NCA?

–La idea del libro y de la colección es apuntar a un público no necesariamente experto pero sí con algunas inquietudes y curiosidades a la hora de pensar las películas. Un lector que la literatura sobre cine, casi siempre académica y/o canónica, no suele tener en cuenta. De ahí salió la idea de pensar qué hay detrás, qué nos dice y cómo se ha articulado la comedia norteamericana en los últimos años, algo sobre lo que no se ha escrito demasiado en español. Mejor dicho, se han escrito cosas pero en revistas o portales y a propósito de alguna película, director o actor, pero no como un recorrido.

–¿Cuáles son los puntos clave de la NCA?

–El libro toma como punto de partida al guionista Judd Apatow, alguien que quizá no sea conocido por el gran público pero que en los últimos 30 años produjo decenas de series y películas cómicas, y le abrió las puertas del cine a un montón de actores y actrices del stand-up, desde Jim Carrey y Ben Stiller a principios de los 90 hasta Will Ferrell, Seth Rogen o Jonah Hill en 2000. Ya sea como guionista, productor o director, Apatow está detrás de prácticamente todas las películas fundamentales de la NCA. Empezando, claro, por El insoportable, que tenía a Carrey en la piel de un instalador de cable solitario y oscurísimo, a él como productor, a Stiller en la dirección y a Owen Wilson y Jack Black en papeles secundarios. También produjo El periodista: la leyenda de Ron Burgundy, la primera asociación creativa de Will Ferrell con el director Adam McKay, y Supercool, que a diferencia de las comedias de colegios secundarios tradicionales, en las que los protagonistas son los lindos y populares, sigue a un grupo de chicos tímidos y perdedores. Por fuera de Apatow, es muy importante lo que pasa en EE.UU. después del 11-S. Aquellos atentados evidenciaron que no todos los temas pueden volverse materia prima cómica, que la comedia hiere cuando se la evoca a destiempo. También marcaron el fin de una edad de la inocencia y el inicio de otra más salvaje y política que permitió que, un par de años después, llegaran Team América: World Police o Borat. Es decir, dos películas que partían de un desencanto generalizado para radiografiar un estado de situación emocional con una precisión y clarividencia que más de un “drama sobre temas importantes” envidiaría. Y el último gran quiebre llegó de la mano de internet y los teléfonos inteligentes, que cambiaron la forma de consumo audiovisual y permititieron masificar la comedia hasta volverla ubicua. 

–Y los contenidos virales…

–Claro, porque ¿qué son los memes del negro pijudo de WhatsApp o de Higuaín, sino pequeñas piezas de comedia? Los contenidos virales están relacionados con la comedia. En ese sentido, tiene lógica que los monarcas de esta comedia 2.0 sean los GIF, esos pequeños extractos de imágenes que, repetidos ad infinitum, despliegan un nuevo sentido según el objeto o situación al que refieran. En Internet todo debe ser más breve, con menos espacio para la reflexión y más para el impacto. Por otro lado, las redes sociales son una suerte de autobiografía oficial en vivo y en directo: somos amos y señores de lo que vemos y de los que los otros ven sobre nosotros, elegimos qué mostrar y cómo hacerlo. Con uno convertido en protagonista, el humor empieza a volcarse hacia adentro, hacia la experiencia propia y lo personal, volviéndose nihilista, personalista y por momentos desencantado. Por eso hoy las estrellas de la comedia de Netflix son los stand-up en los que una persona utiliza su propia vida como material cómico.

–Sin olvidar la experiencia de la TV y de Los Simpson…

–Claro, la TV es una de las grandes influencias de la NCA, a la vez que una buena plataforma para la experimentación y el riesgo, dos cosas que hoy pueden encontrarse en Internet. En la TV británica los Monty Python hicieron cosas que aún son vanguardistas. Después Los Simpson transformaron el humor cambiando el código de lectura con el espectador: desde la familia amarilla es muy difícil ver algo sin buscar lecturas en los pliegues, sin intentar detectar el veneno que anida bajo los trazos. Lo que no implica que la NCA haya incursionado en el cine de animación. Hay, es cierto, algunos exponentes tardíos como Hotel Transilvania o Las aventuras del Capitán Calzoncillos, pero de la animación toma una pulsión caricaturesca y recargada que se ve muy claramente en, por ejemplo, las películas de Will Ferrell. Además, casi todos los actores, directores y guionistas pasaron por Saturday Night Live   y directores como Mike Judge, Matt Stone y Trey Parker se hicieron famosos en MTV durante los 90, cuando el primero dirigió Beavis and Butt-Head y los otros dos South Park.

–Nueva y vieja comedia. ¿Dónde está el quiebre?

–Si uno ve la comedia de fines de los 80 y principios de los 90, va a encontrarse con un montón de películas adocenadas, similares, hechas sobre la base de una fórmula muchas veces probada y con protagonistas de características similares. Comedias blancas y familiares, pero también algunas que pensaban que la incorrección pasaba por putear o incluir referencias sexuales, cuando en realidad siempre se trata de una cuestión de miradas y de cómo se articula una puteada con el resto de los elementos que componen el relato. En ese sentido, una de las características principales de la NCA es haber corrido prácticamente todos los límites del género. Por otro lado, se ocupa de personajes que históricamente fueron menospreciados, como los tontos, los nerds, los perdedores, los adultos que reniegan de serlo o los fumones. En la NCA tienen contornos y personalidades definidas que las películas nunca juzgan. En definitiva, la comedia va cambiando, yendo y viniendo, interpelándonos y mutando acorde se mueve el mundo. Porque la comedia, igual que todo el cine, dice más sobre nosotros mismos que sobre otra cosa.