El viaje del papa Francisco a Irlanda que finalizó ayer e incluyó el Encuentro de las Familias, estuvo totalmente atravesado por el grave problema institucional que enfrenta la Iglesia Católica Romana en todo el mundo debido a los crímenes de abusos sexuales cometidos por parte de sus ministros. Irlanda también ha sido escenario de esos delitos y desde que Bergoglio pisó suelo irlandés recibió reclamos y demandas de todo tipo. De parte del gobierno, en boca del primer ministro Leo Varadkar, pero también de las víctimas de los abusos -con algunas de las cuales Francisco se reunió- y de ciudadanos que en las calles enarbolaron carteles pidiendo justicia y reparación.
La actitud del Papa ahora en Irlanda fue la misma que adoptó la semana anterior frente a los hechos denunciados en Pensilvania (Estados Unidos). “Vergüenza”, “dolor” y “escándalo” junto al reconocimiento del “fracaso” institucional para hacer frente a los “crímenes repugnantes”, y pedido permanente de perdón fueron las palabras más reiteradas por Francisco. También aquí el Papa decidió afrontar personalmente el desafío de ponerse frente a las víctimas, escuchar sus testimonios directamente y asumir las responsabilidades institucionales. Se comprometió además a seguir tomando medidas para “eliminar esta plaga en la Iglesia a cualquier costo, moral y de sufrimiento”.
Sin embargo, las palabras del Papa no resultaron suficientes. Las demandas se multiplicaron para pedirle a Bergoglio acciones más eficaces para ponerle fin a los abusos sexuales en la Iglesia y, al mismo tiempo, asumir las responsabilidades y la reparación por los daños causados.
“Cada niño es, en efecto, un regalo precioso que hay que custodiar, animar para que despliegue sus cualidades y llevar a la madurez espiritual y a la plenitud humana. La Iglesia en Irlanda ha tenido, en el pasado y en el presente, un papel de promoción del bien de los niños que no puede ser ocultado” dijo Francisco. Pero no eludió reconocer “la gravedad de los escándalos de los abusos, que han hecho emerger las faltas de muchos” y manifestó su deseo de que lo sucedido “sirva para recalcar la importancia de la protección de los menores y de los adultos vulnerables por parte de toda la sociedad”.
Antes de partir de regreso a Roma el Papa fue hasta Knock, localidad del condado de Mayo, donde se encuentra emplazado el santuario de la virgen del mismo nombre. Allí Bergoglio volvió a referirse a los abusos dejando en evidencia que, además de responder las demandas, él mismo está seriamente afectado por el tema y buscando alternativas institucionales como lo señalan también varios de sus colaboradores más cercanos.
“Ninguno de nosotros -dijo- puede dejar de conmoverse por las historias de los menores que han sufrido abusos, a quienes se les ha robado la inocencia, o que han sido arrebatados de sus madres y se les ha dejado una cicatriz de recuerdos dolorosos. Esta herida abierta nos desafía a que estemos firmes y decididos en la búsqueda de la verdad y de la justicia”. Luego volvió a pedir perdón, rezó por “la curación de todos los sobrevivientes de abuso de cualquier tipo”, hizo el propósito “de no permitir nunca más que estas situaciones vuelvan a repetirse” y asumió el compromiso de “proceder con justicia y reparar, por lo que nos concierne, tanta violencia”.
Charles Scicluna es el arzobispo maltés que colabora con Francisco en la lucha contra la pederastia clerical y que estuvo recientemente en Chile para investigar los hechos relacionados con los abusos cometidos en Osorno por el sacerdote Fernando Karadima, situación que derivó en la destitución del obispo de esa ciudad Juan Barros y la puesta a disposición del Papa de la renuncia masiva del episcopado chileno. En una entrevista publicada ayer por el periódico italiano La Stampa el obispo se refirió a los dichos de Bergoglio en Irlanda. Subrayó Scicluna que “el Papa insistió en el compromiso solemne para derrotar la plaga del abuso de menores en el contexto del bien común: un concepto que involucra tanto a la Iglesia como al Estado”, pero ante la pregunta del periodista de si tales afirmaciones cambian algo, el arzobispo subrayó que “las palabras de Francisco nos dicen que hay que tomarse en serio el imperativo del respeto de la verdad, aún cuando esto nos humille y nos haga daño”. Y remarcó que “el Papa especificó: a cualquier precio” porque “solo la verdad sobre causas, complicidades y daños nos volverá libres y creíbles”.
El viaje que tenía entre sus propósitos fundamentales un mensaje sobre las familias, terminó finalmente absorbido en su agenda por los delitos sexuales en la Iglesia. Francisco ha hecho gestos para dejar en claro la conmoción personal e institucional que el tema le genera. Condenó los crímenes y pidió perdón. No obstante, tanto desde la sociedad como de parte de actores internos de la Iglesia, se sigue reclamando una acción más clara y directa que repare institucionalmente el daño causado a las víctimas. Pero, sobre todo y mirando al futuro, se pide que se pongan en marcha reformas estructurales en la propia Iglesia con el fin de evitar que los crímenes ahora denunciados y puestos en evidencia no se repitan. Teniendo en cuenta además que tales hechos no se limitan solo a los abusos en sí mismos, sino que implican especialmente al entretejido institucional de ocultamiento, silencio y complicidad que protegió durante años a los pederastas.