Los músculos del cuello se tensan, canta mientras grita, salta como si su cuerpo se divirtiera al son de la marcha de los bombos, pero no hay diversión, lo que la mueve es el dolor. El baile, el saltiqueo enérgico es sólo –y no es poco– el modo en que su cuerpo traduce. Sandra Gómez, la mamá de Omar Cigarán. A su lado, en la misma línea, detrás, delante, alrededor, un centenar de madres como Sandra. A todas se les tensa el cuello, cantan mientras gritan, saltan como si sus cuerpos se divirtieran al son de los bombos, pero no hay diversión. Es puro dolor. La Cuarta Marcha contra el Gatillo Fácil, multitudinaria marcha que tuvo sus repliques simultáneos en una decena de ciudades de todo el país –como para confirmar que se trata de una política y no un error y mucho menos una manzana podrida–, partió desde el Congreso y terminó en Plaza de Mayo, uniendo dos poderes del Estado a los que consideran responsables. El otro poder, la Justicia, está ausente y es el reclamo, justicia por las y los pibes muertos. El lema: “Basta de gatillo fácil. Ni un pibe menos. Ni una piba menos. Ni una bala más. El Estado es responsable”.

Sandra es una más de las y los familiares de víctimas del gatillo fácil que marcharon ayer. Estaban Ivonne Kukoc, la mamá de Juan Pablo, el chico que fue víctima iniciática de la doctrina Chocobar. Su rostro empieza a ser un doloroso emblema. Estaba la familia de Cristofer Rego. Estaban Rubén y Carolina, los padres de Lucas Cabello; la mamá de Nazareno Vargas, Mariana Sánchez; Angélica Urquiza, madre de Kiki Lescano; y Dolly Sigampa, mamá de Ezequiel Demonty; y cómo no mencionar a Raquel Alegre, mamá de Luciano Arruga; Miriam Medina, mamá de Sebastián Bordón; María Viera, madre de Fabián Gorosito. Eran tantas y tantos. Imposible mencionar a todas y todos.

Y fue tan doloroso dar sus nombres, quien de ellas o ellos hubiesen elegido  ser mencionadas en esa lista donde los que llaman son la memoria de sus hijos.

Lo que fue evidente en esta Cuarta Marcha se concentraba en la cabecera de la columna que ocupó varias cuadras de la Avenida de Mayo: era nutrida, eran más, en comparación con otros años donde el peso de la columna lo llevaba la militancia que aportaba sus cuerpos al reclamo. Esta vez, la cantidad de remeras blancas con las consignas contra el gatillo fácil y los nombres y los rostros de sus hijos fue inmensa, fue nutrida, eran muchos, eran demasiados. “Sentimos mucho dolor por la pérdida, mucha sed de justicia por todos los pibes”, dijo Mariana Sánchez a este cronista.

Las cifras que relató el documento que leyeron los familiares al cierre, en Plaza de Mayo, estremece: “Hay más de 5500 asesinados a manos del Estado desde 1983”. Esto incluye jóvenes fusilados por la policía, atropellados por patrulleros, baleados por Gendarmería o Prefectura, o el Servicio Penitenciario que sea. 

“Es un genocidio por goteo”, dijo otra madre, ya no se sabe cual, da lo mismo. “La defensa explícita que hacen el presidente Macri y su ministra de Seguridad Patricia Bullrich del asesino de Juan Pablo Kukoc, celebrando públicamente que el policía Chocobar haya disparado por la espalda muestra con claridad como el gatillo fácil es una política de Estado”, leyeron como parte del documento las y los familiares al cierre de la marcha. 

“Jamás podrán silenciar nuestro grito, porque nos sale de las entrañas como salieron nuestros hijos. Justicia va a haber cuando el Estado deje efectivamente a nuestros pibes y pibas y para eso es necesario cambiar de fondo el sistema y la sociedad.”

En la marcha, que comenzó a moverse desde alrededor de la Plaza Congreso alrededor de las 17, se movían inquietas las remeras y pecheras, y banderas y estandartes, de La Garganta, presencia fuerte y permanente en las villas. 

Algunas de sus militantes llevaban estampado el rostro del chiquito Kevin. Estaba Higui, que lucha por su absolución, acompañada y acompañando. Estaban también las y los militantes de la Correpi, con María del Carmen Verdú a la cabeza. “El incremento de la política represiva está directamente relacionada con la situación social porque la represión sigue al ajuste como la sombra al cuerpo”, dijo la abogada a PáginaI12. Marcharon también los familiares del Lonko Facundo Jones Huala. El MTE-CTEP, el MP La Dignidad, Barrios de Pie, MST, el FP Darío Santillán. En simultáneo, en Mar del Plata, Bariloche, Posadas, Córdoba, San Miguel de Tucumán, Rosario, Mendoza, Santiago del Estero, San Juan, Jardín América, Cipoletti, Trelew.

Muy chiquitito, portando una pancarta mayor a su tamaño, en la que se leía Justicia para Walter González, marchaba un nenito. “Sí, soy hermano de Walter”, dijo con dignidad. 

La columna tamborileaba su dolor y ya llegaba a Plaza de Mayo. Después vendría Norita Cortiñas y la lectura del documento contra las políticas del Estado policial.

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