En el Hospital Rawson, de San Juan, un grupo de fanáticos pretende impedir el paso de la camilla en la que llevan a una niña de 14 años, con un retraso madurativo que la mantiene anclada en la primera infancia, y que fue embarazada como consecuencia de abusos sexuales reiterados. Los fanáticos buscan evitar que le practiquen un aborto legal. ¿Se puede ser más insensible? Obligar a una niña violada, a llevar a término un embarazo forzado tiene un nivel de crueldad inconmensurable. Las armas de los antiderechos son la mentira, la desinformación, y la violencia. Por eso hostigan a los médicos que garantizaron el derecho de la niña con una denuncia penal.

En la Ciudad de Buenos Aires, una adolescente celebra sus 15 con una fiesta temática donde el eje es la reivindicación de la lucha por el aborto legal, seguro y gratuito. Hay una revolución cultural empujada por el movimiento feminista, que va más allá del reclamo por el aborto legal, y permea entre adolescentes como nunca antes se había visto. La foto de la actriz Nancy Duplaa y su hija, Morena, al lado de una torta violeta —color feminista— con una imagen de una chica con su brazo desafiante, mostrando su musculatura, símbolo de la fuerza feminista, y con un pañuelo verde en la muñeca, es símbolo de esa revolución.

Dos fotos. Dos imágenes. Por un lado, la fiesta feminista, en un salón, pero que se replica en las calles, en las escuelas, en los sindicatos, en los barrios, en las casas, y que busca ampliar derechos. Por el otro, la violencia celeste, que parece querer retroceder a la sociedad a otras épocas, cuando la Inquisición celebraba sus fiestas quemando mujeres, a las que tildaba de brujas, cuando se imponían creencias religiosas como verdad revelada.

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