Cuando la profesora Andrea Calamari, a fines del siglo pasado, les pidió a los alumnos de su cátedra de Producción Radiofónica de la carrera de Comunicación Social de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario que entrevistaran a sus abuelos acerca de la radio, no imaginó lo que obtendría. Un simple trabajo práctico devino en un documento de memoria oral sobre la vida a mediados del siglo veinte y en un libro. Puntuado por citas, con el extenso título de Qué pasa que no está la radio encendida, qué pasa, y una amena tipografía embellecida por los dibujos de Valeria Soledad, el libro se presentó la semana pasada. Lo editaron conjuntamente UNR Editora y la Municipalidad de Rosario.

El diseño de Adriana La Sala y Pablo Silvestri busca reponer a través del objeto libro algo del objeto que lo protagoniza: el aparato de radio. Era un lujo de madera y brocado, puesto en el comedor; uno más de la familia, según los testimonios anónimos seleccionados. Estos fueron transcriptos cuidando traducir al texto escrito, a partir del audio, las voces de los y las testimoniantes. El tema del libro es la voz, el misterio de aquella voz sin cuerpo que convocaba a la familia y a los vecinos a reunirse en la escucha atenta de los radioteatros (gauchescos, románticos o de terror) y de las noticias. ¡De la radio venía la música de los bailes! Los relatos evocan una tecnología que fue de la galena a los transistores y de los molinillos eólicos para cargar de electricidad las baterías a las “novedosas” pilas, a la vez que evocan el encanto de los géneros nacidos con la radio.