Hay que bajar un cambio, o dos. Calmarse. Preparar un tiempo sin tiempo para, recién ahí –y con un tinto de por medio, si es posible–, entrarle al disco. El disco se llama Iralidad y su peculiaridad, más allá del neologismo que lo nombra, reside en una música solipsista, casi monoinstrumental: apenas un bandoneón con su vehículo humano (Martín Sued), más alguna intervención del Mono Fontana, o de Yamandú Costa, o de Silvia Iriondo. Sued, en efecto, traduce tal fórmula como un trabajo de bandoneón solo, con una música que no está sola. “No está sola, digo, porque está atravesada y enriquecida por otros músicos con los que compartí y de los que aprendí a lo largo de estos años”, señala este singular compositor, que viene de mostrar su disco en el teatro Sao Pedro de Porto Alegre, y en varias ciudades de Chile. “Vivo la experiencia de componer y tocar como una búsqueda donde se va agudizando la escucha, aprendiendo, desaprendiendo y construyendo una identidad... en este caso puntual, un disco es simplemente la foto de un instante del trayecto de esa construcción”, amplía el músico, que también debe dar cuenta de un nombre tan singular como sus músicas.
Iralidad, dice él, responde a por lo menos dos causas. Por un lado, al nombre de la emblemática calle de La Boca donde vive hace quince años, Irala. Por otro, a la asociación con palabras similares como irrealidad o hilaridad. “Esa casa”, apuntala Sued, “fue y es un espacio de encuentros, de ensayos, de comidas con amigos y este último tiempo, incluso, de conciertos íntimos por donde pasaron Diego Schissi, el Mono, Florencia Ruiz y Pedro Rossi, entre otros. Y la palabra ‘iralidad’ surgió entre amigos como un modo de nombrar esto, y también los etcéteras que vienen”. Etcéteras que, direccionadas hacia el disco, centrifugan once piezas, todas propias menos “Hiedra al sol”, la hermosa canción que compuso Luis Alberto Spinetta para Un mañana. “La obra del Flaco es una gran inspiración para mí... alguien que siempre se recreó y que, tanto en su música como en sus letras, generó preguntas, reflexiones y sensaciones muy profundas de las que siempre se aprende. Es un artista que inspira creatividad. Y en ese sentido la versión de ‘Hiedra al sol’ es simplemente el resultado de haberla pasado por el filtro de mi escucha. Así salió, sin mucha premeditación”.
–Y como parte de una exploración, se intuye. Antes, de hecho, identificó a su trabajo como una búsqueda que no termina. ¿En qué instancia de tal devenir ubicaría Iralidad?
–Varias de las músicas incluidas en éste disco las escribí originalmente para formaciones más grandes, principalmente para el Tatadiós Cuarteto, grupo en el que se trabaja con música escrita en papel. Para Iralidad, en cambio, versioné esas mismas composiciones pero sin mis compañeros de grupo y, de alguna manera, todo ese trabajo previo compartido incide. O sea que es un repertorio que antes de llegar al disco ha pasado por varias cocinas diferentes. También hay músicas más nuevas, especialmente creadas para este formato. En esta instancia estoy.
El Cuarteto Tatadiós es una importante agrupación que ya tiene dos trabajos publicados (Crecida y Panal) y acaba de llegar de su segunda gira europea, que esta vez incluyó ciudades de Francia, Bélgica y Holanda, y ahora está a punto de viajar al festival de jazz de La Paz, Bolivia. Sued también es parte del Chiche Trío, que comparte con el último baterista de Spinetta (Sergio Verdinelli) y el multiinstrumentista Juan Pablo Di Leone. “Con ellos grabamos Chiche, disco cuya impronta radica en el mucho espacio que le damos a la improvisación”, cuenta el bandoneonista, y luego vuelve sobre su flamante trabajo solista para dar cuenta de la interacción con el Mono Fontana, en el tema “Peregrine & Beignet”. “El Mono es un músico único”, sentencia el bandoneonista, que tomó clases con el ex Jade y luego terminó compartiendo un concierto homenaje a Spinetta con él. “Que haya tenido la generosidad de grabar en mi disco es una alegría infinita”, se emociona Sued, y avanza sobre el tema: “Es una canción simple, un vals que escribí durante un viaje en Estados Unidos. Es una música que, a diferencia de las otras, no tiene mucha cosa escrita. Es simplemente la melodía y una armonía, y la elegí para que el Mono haga su magia, que iba a ser obviamente muchísimo mejor que cualquier cosa que yo pudiera escribir”.
Otra de las piezas que el músico compartió fue “Mi jujeñita”. En este caso, con Silvia Iriondo, devota y heredera de Leda Valladares, que lo lleva a evocar –aunque lateralmente– sus vivencias en Tilcara, pueblo de la quebrada de Humahuaca donde atravesó un año entero de su vida. “La cercanía con la naturaleza, el silencio, el ritmo de lo cotidiano, la convivencia, y muchas otras cosas hicieron de ese viaje una experiencia que me marcó mucho. Por esos días, recuerdo, me llegó el disco Andina de Dino Saluzzi y estuve escuchándolo por horas, hasta encontrar ahí un universo musical que no comprendía pero me cautivaba. En ese tiempo hacía muy poco que estaba con el bandoneón, y fue ahí donde empezó mi relación intuitiva con el instrumento. La canción que grabamos con Silvia no tiene en sí una relación directa con esta experiencia, pero me encantó la idea de que algo vinculado con Jujuy esté en el disco”, admite Sued quien, pese a ser cultor del fueye, se distancia del chamamé. “Es una música que me encanta. De hecho toco un instrumento que tiene un desarrollo alucinante en ella, pero no la sé tocar. Siento que acceder a géneros regionales tan marcados desde afuera es algo casi imposible ¿Cómo imitar la tonada de un tipo que nació en otro lugar? Te puede salir mejor o peor, pero nunca tan auténtico como hablar con la propia tonada. Y de lo que se trata, creo, es de hablar del mundo con la tonada de tu lugar”, desarrolla Sued.
–Entonces lo suyo es el tango, pese a que Iralidad hile con otros géneros.
–Buenos Aires no tiene una sola tonada. Estamos atravesados y conviviendo con muchísimos acentos y de ese caos de identidades uno va construyendo la propia. El tango tiene algo de eso. Tiene Europa y tiene Africa, culturas que estando desterradas se recrean conviviendo en una misma música. Y sí, escuché tango desde chico. Incluso empecé a tocar el bandoneón tras haber escuchado a Piazzolla. Pero cuando empecé escribir mi música evitaba adrede ciertos giros armónicos, melódicos, rítmicos e interpretativos del tango, por una especie de pretensión algo infantil de no caer en “lugares comunes” y buscar algo “propio” o peor, “nuevo”. Con el paso del tiempo empecé a incorporar ideas musicales más vinculadas al género, que tal vez no sean explícitas, pero que en otro momento seguro hubiera desechado. En definitiva, el tango está muy presente en mi imaginario musical.