Luego de varias semanas de lucha por la educación pública, viene muy al caso para no parar, el musical que le pone baile y letra a las escenas  más emblemáticas de la épica universitaria cordobesa. Un musical que combina la estética y el baile de cuerpos semidesnudos musculados con ritmos de rock, hip-hop, punk, blues y hasta tango (inolvidable el cuatro por cuatro bailado y cantado de Deodoro Roca, figura clave de la reforma, autor del Manifiesto e Hipólito Yrigoyen, presidente de la Nación). 

Fabio Camino se pone en la piel de Deodoro Roca y el resto del elenco en la carne de estudiantes sublevados pero también en clérigos amariconados, periodistas al mejor estilo Intratables, políticos oportunistas, interventores fraudulentos, entre tantos otros papeles muy bien interpretados. Con canciones bellas y pegadizas (sumamente emocionante ¡Alza la voz!), escenas que combinan sátiras graciosas al mundo ultramontano y reaccionario y a la prensa conservadora, momentos queer, yuxtaposición de géneros sexuales y musicales  y alusiones a la actualidad, el director Hernán Espinosa crea en La Reforma ópera rock  un musical a la altura de las circunstancias digno de ocupar los mejores espacios del espectáculo local. Es interesante que la lectura historicopolítica de la obra  no sobredimensiona el papel del radicalismo -quien a largo plazo sacó el mayor rédito haciéndose acreedor de la gratitud eterna de las clases medias- sino que lo inserta en un contexto que el partido supo aprovechar. 

Con un final agridulce que da cuenta de las limitaciones de la rebelión estudiantil y la persistencia de ciertos poderes conservadores, La Reforma ópera rock conmueve particularmente en tiempos en los cuales incluso las conquistas más básicas están en riesgo bajo la égida de un presidente que cuestiona peyorativamente la cantidad de universidades públicas y una gobernadora que revolviendo los huesos de Bourdieu afirma que la universidad no es para los pobres. 

En un libro de próxima aparición, la nuera de Deodoro Roca cuenta la siguiente anécdota. Deodoro y su hijo solían ir a nadar desnudos en un recodo del río Cosquín. En una ocasión apareció por la orilla el cura párroco del pueblo. Debido al intenso calor, Deodoro invitó al cura a compartir el refresco de las aguas. “¿No se anima Monseñor? No creo que la Iglesia lo condene por bañarse en cueros”, lo alentó. El cura se negó alegando no haber venido preparado pero ese día el bochorno derretía las piedras y pasado unos  minutos el clérigo fue incapaz de seguir soportando esa temperatura, soltó la sombrilla, se quitó la sotana y con los calzoncillos floreados desopilantes que lucía -hasta las rodillas y de confección casera- se tiró al agua. Por años, cada vez que su hijo se portaba mal Deodoro lo amenazaba con comprarle un calzoncillo floreado similar al del cura. La anécdota es significativa porque si bien suele evocarse a la Reforma Universitaria del ‘18 como aquella que batalló en defensa de la laicización y la democratización de la enseñanza superior y por la utopía de la transformación social; suele soslayarse el hecho de que el erotismo y el cuerpo y el conocimiento como placer no estuvieron ausentes del debate con la Iglesia Católica.  

A la foto icónica de Deodoro y sus camaradas subidos al techo del Rectorado el día de la toma debiera sumárseles las que circulan posando con el torso descubierto a orillas del río Yuspe en Cosquín (imágenes inusuales para una época donde aún no había asomado ni James Dean). Aún más: en un texto de 1931 denominado Bañistas Roca ensalzaba los veranos, los balnearios, la caricia sensual del agua, la libertad del cuerpo, la delicia de ser joven y el orgullo de que el agua corriera por las pieles morenas como antídoto contra los moralistas defensores de las buenas costumbres y la “castidad oficializada y procelosa”. En el mismo artículo defendía la lujuria y la promiscuidad y la subversión -tanto de hombres como de mujeres- de bañarse al sol en las playas y en las piscinas sin el estorbo de vestidos, prejuicios y disimulos. Según el autor en esa juventud habitaba el actor social capaz de continuar el sueño truncado de la Reforma.

La Reforma ópera rock, de Hernán Espinosa, se presentó durante mayo y junio en Ciudad Universitaria de la Ciudad de Córdoba y retoma la semana próxima. Gira primero por Córdoba y luego por el resto del país.