PáginaI12 En Francia
Desde París
Los principios y las buenas intenciones nunca derriban los muros de los lobbies. El hoy ex ministro francés de la Transición Ecológica y Solidaria, Nicolas Hulot, se tragó de lleno esa experiencia cuando, entre muchos otros muros, hace un par de días, se encontró en el Palacio presidencial del Elíseo con uno de los lobbistas más potentes de los cazadores franceses, Thierry Coste, la oveja negra por excelencia en los medios ecologistas. Con este personaje enfrente en el curso de una reunión con los cazadores, el presidente francés, Emmanuel Macron, le hizo un regalo que precipitó la renuncia de Nicolas Hulot: Macron accedió a dividir por dos los derechos que se pagan anualmente para poder cazar. Estos pasaron de 400 a 200 euros. Fue la última contradicción de un Ejecutivo donde la ecología es sólo la luz de colores que decora el arbolito. Este martes 28 de agosto, sin avisar al Jefe del Estado, al Primer Ministro, ni siquiera a él mismo, Hulot, en una entrevista radiofónica en directo en un programa político de la emisora France Inter, dijo que se apartaba de su cargo. Los periodistas que lo entrevistaron contaron que, antes de salir al aire, tomaron un café con él y, aunque estaba muy enojado, nunca pensó en renunciar. Pero algo le atravesó la conciencia. Primero dijo (siempre en directo) “permanezco en este gobierno y, menos de un minuto después, al borde de las lágrimas, rectificó: “tomo la decisión de dejar el gobierno. No quiero mentirme más. No quiero que mi presencia alimente la ilusión de que estamos a la altura” (de las cuestiones medioambientales).
Una de las periodistas, Léa Salamé, sorprendida, le preguntó: “¿habla en serio?”. Ni los colaboradores del ex ministro presentes en la radio estaban al corriente. Así salió de escena uno de los ministros más emblemáticos del gabinete del jefe del Ejecutivo, Édouard Philippe. Hulot es un conocido periodista que se hizo famoso animando un programa de televisión sobre la naturaleza y el medio ambiente con el nombre de la localidad argentina de Ushuaia. Bajo ese mismo nombre luego creó una gama de productos para la higiene personal (jabones, gel de ducha, etc) que no respetaban los criterios ecológicos que él mismo encarnaba. La revista 60 millones de consumidores constató que tres productos de la marca Ushuaia contenían colorantes poco recomendables y una substancia “sospechosa” de ser un “perturbador endocrino”. La empresa con la que ganó mucho dinero estaba además armada con un dudoso entramado. Ello, sin embargo, no le restó credibilidad a un personaje oriundo de la sociedad civil y respetado por su militancia a favor del medio ambiente y por haber sabido izarse por encima de las rituales guerras de trincheras que protagonizan a menudo los ecologistas. Su renuncia es un sacudón para un jefe del Estado que, además de haberse ganado el apodo de “presidente de los ricos”, en los últimos meses también empezó a aparecer como el presidente a la orden de los lobbies. Eso es precisamente lo que Nicolas Hulot le reprochó públicamente a Macron: su ausencia de compromiso con la ecología y su tendencia a quedar expuesto a los llamados grupos de presión, o sea, los lobbies. El hombre acumuló durante su mandato de 15 meses una serie negra de fracasos en su intento para que se adopten medidas de protección del medio ambiente, algunas de ellas prometidas por el mismo Macron. Perdió ante los cazadores y, en mayo de 2018, los diputados rehusaron avanzar en la ley que prohibía el glifosato a partir de 2021 cuando muchos y sólidos documentos científicos admitían el carácter “cancerígeno” de este principio activo presentes en los herbicidas. Los lobbies respaldados por el Ministro de agricultura, Stéphane Travert, impusieron su voluntad. Fracasó también con el plan de reducir en 50% el uso de la energía de origen nuclear y se contradijo con la utilización del aceite de palma. Primero abogó para erradicarlo y luego autorizó al grupo Total a operar con una biorefinería para cuyo funcionamiento era necesaria la importación de 300 mil toneladas por año de aceite de palma. La lista de sus fracasos es bíblica, tanto como las asperezas que surgieron dentro del Ejecutivo macronista debido a la “insensibilidad” ecológica de sus miembros. Hulot funcionó más como una muñeco de coartada ante los medios y la opinión pública que como un Ministro con poder. La actriz francesa Brigitte Bardot -gran defensora de los animales-se burló de él en un artículo publicado por la prensa regional (Var-Matin). Bardot dijo que Hulot “actúa como si no tuviese ningún poder” al tiempo que lo trató de “miedoso de primera clase, un indeciso, un tipo que no sirve para nada”.
La renuncia de Nicolas Hulot prueba la incompatibilidad crítica que existe entre el liberalismo y la protección del medio ambiente así como la imposibilidad de que representantes de la sociedad civil tengan capacidad de influencia en las esferas políticas, industriales y financieras. Los lobos-lobbies siempre están al acecho para hacer fortuna con la destrucción del planeta. Su alejamiento es también el primer gesto crítico de peso que emana desde el corazón del macronismo. Toda la narrativa opositora que circula dispersa de pronto se concentró en la figura de Hulot como denuncia de una presidencia vertical invadida por lobbistas que influyen en beneficio propio en las políticas públicas. El cuento macronista con el cual el presidente respondió a Donald Trump cuando éste se saltó el acuerdo sobre el clima firmado en París en 2015 se terminó con la demisión de Nicolas Hulot. “Make the planet great again (hagamos el planeta grande nuevo) había dicho Macron. No hay en el horizonte ninguna voluntad de frenar o regular a las grandes industrias que se enriquecen con la muerte que siembran en nuestro agotado territorio terrestre.