En un partido que se suspendió cuando faltaban diez minutos para su finalización por los graves incidentes entre la policía de San Pablo y los hinchas brasileños, Independiente empató anoche 0-0 frente a Santos, y avanzó a los cuartos de final de la Copa Libertadores, beneficiado por el fallo de la Conmebol que le dio ganado 3-0 el partido de ida jugado la semana pasada en Avellaneda, que también había finalizado sin goles.
A pesar de la decisiva ventaja atesorada en el Tribunal de Disciplina del ente rector del fútbol sudamericano, Ariel Holan no traicionó su estilo ofensivo. El técnico del Rojo ideó una formación con el doble objetivo de no ser sorprendido por el local y no resignar capacidad en ataque. La saludable costumbre de los últimos tiempos de Independiente es ser siempre protagonista, aunque juegue en las complicadas canchas brasileñas. Y anoche no fue la excepción. Los hombres del Rojo aceptaron el partido abierto que proponía Santos. En ese golpe por golpe, el arquero Vanderlei le sacó un tiro libre a Meza sobre el palo derecho. Un minuto más tarde, Meza no pudo definir una mala salida del arquero local al caer apareado por un defensor. A esa jugada respondió el Santos con un contragolpe que conjuró Campaña frenando el remate del delantero brasileño que habían sorprendido con una diagonal. Apenas iban 9 minutos.
El vértigo y la intensidad no cedieron, pero sí fue decayendo la precisión. Entonces las buenas intenciones quedaban en eso. Santos buscaba ensanchar la cancha, llegar al fondo por las bandas y mandar centros. Pero la defensa de Independiente trabajaba con acierto en los envíos aéreos. Con la tranquilidad de no pasar muchos sofocones, el conjunto argentino esperaba los espacios para sacar contras punzantes, como aquella que no pudo aprovechar Gigliotti tras la habilitación de Meza.
El transcurrir de los minutos mostraba la impotencia del local y la confianza creciente de la visita. Así fue tomando forma un partido en el que empezaban a aparecer espacios para el contragolpe visitante. Y sobre el final de la primera parte, a la salida de un corner, Romero se llevó la pelota desde las cercanías de su propia área, juntó dos hombres sobre la banda derecha, la cruzó para Silva, ésta la cedió a Meza y el volante habilitó la llegada de Hernández, que fue derribado por el arquero. Penal. Lo pateó Meza y se lució Vanderlei volando sobre su derecha. Un contragolpe hermoso y una mala definición. Respiró el local porque su arquero le devolvió la fe. Lo lamentó el Rojo, porque si ese penal se transformaba en gol, la serie se cerraba.
Santos arrancó el complemento a mil por hora. Inclinó la cancha y acorraló a Independiente. Pero todas las chances que fabricaba eran desperdiciadas. Los brasileños no encontraban precisión y le hacían fácil la tarea a Campaña. Holan buscó romper ese cerco poniendo hombres de refresco. Y los ingresados cumplieron su misión. Mejoraron el andamiaje defensivo y aportaron resto para incursiones ofensivas. Como aquella que protagonizó Romero, que se llevó a su marcador por izquierda y descargó para la llegada de Hernández, cuyo zurdazo devolvió el travesaño de Vanderlei. Era una foto del partido, porque Independiente llegaba menos pero con más claridad, en tanto el local era nervios, desesperación, impotencia. Por eso fue lógico el resultado, y por lo visto en ambos partidos, resultó justo que el Rojo se transforme en el rival de la llave que hoy definirán River y Racing.