Las palabras de Lucas Varela cruzan el Atlántico, desde calles con tránsito francés, a bordo de algún taxi y preocupado: "Estoy atascado... (silencio) Ya está". El desafío está en completar el "vacío" entre las frases breves. ¿Qué le habrá sucedido? En este sentido, hay un correlato con sus historietas, abocadas como están a dejar situaciones en suspenso, con la resolución final en el lector. Si hay palabras, que no se noten.
Viene bien, por eso, situar el trayecto del dibujante nacido en Buenos Aires (1971), a partir de sus libros más recientes. En verdad, uno de ellos consiste en un rescate retro. Se trata de Los hermanos Segelín, novedad del sello rosarino Rabdomantes en su colección "Reencuentros", dedicada a recuperar una de las primeras historietas de Varela. En compañía del guión de Roberto Barreiro, en Los hermanos Segelín había muchas referencias al cine de aventuras y de terror, así como a la bande dessinée, con un aire desprejuiciado que agregaba novedad al panorama de los '90. Aspectos que suscitaron la admiración del guionista Carlos Trillo. Un prólogo suyo, justamente, acompaña la edición.
Si Los hermanos Segelín permite revisar un punto cero, el ejemplo más actual del trayecto de Varela lo supone la magistral El día más largo del futuro, serializada en Fierro, con publicación original en Francia por Delcourt, y edición nacional el año pasado a cargo de Hotel de las ideas. Se trata de su primer trabajo integral para Europa, sin diálogos, con un humor filoso que parece ingenuo. Una historieta magistral, de un artista que está en un momento pleno: "Despojarme, mi idea fue despojarme hasta del texto. El día más largo del futuro es un ejercicio de síntesis. Inició como un juego, en el que establecí unas reglas para jugar con una historia que es bastante improvisada, fue a los tumbos", dice de su historieta de robots y ciencia‑ficción.
-‑Hay algo intuitivo, se nota...
-‑Es verdad, es como una montaña rusa: empieza, da unas vueltas, y termina en el mismo lugar. La experiencia está buena.
Entre este después y lo que ha sido, Varela es siempre sorprendente. La oportunidad de (re)leer Los hermanos Segelín devuelve luz a la revista notable que fuera Kapop, surgida en 1998, realizada junto a Roberto Barreiro. Seis números donde también aparecieron "Dimitri el Leproso Bolchevique" y "Doctor Oscuro". Sobre los Segelin, Varela más o menos desdice: "Yo lo veo un poco viejardo, me da cosa, pero bueno...".
‑Es algo que le pasa a la mayoría de los artistas con sus primeros trabajos...
‑¡Se ven mucho los afanos! (risas)
Los hermanos Segelín tiene referencias que evidencian un gusto personal. "En ese momento leía historieta independiente yanqui y estaba muy influenciado por el Bone de Jeff Smith, también por Mike Mignola". Otra de esas influencias es el Popeye de Segar. Estos hermanos "eran como dos exploradores, medio pusilánimes, que se metían en aventuras y les salía mal. Recuerdo que en la primera historia van a la Isla Calavera, donde está King Kong, en otra luchan contra vampiros. Todo muy en clave de humor, era muy divertida". Mientras habla, se nota que el dibujante ya tiene la cabeza en otra cosa, en modos diferentes de pensar la historieta. Está bien que sea así, por eso es sorprendente poder redescubrirle en aquellos primeros años, con su potencial a punto.
Por otro lado, es hermosamente evidente la influencia europea de sus páginas, algo que Los hermanos Segelín propuso de modo paradigmático. "Yo soy fan de la línea clara, que nació en Bélgica, pero luego varié un poco". Y agrega: "no tengo mucho de la escuela argentina, la escuela de la 'mancha', con (Alberto) Breccia, (José) Muñoz, (Hugo) Pratt. Pero eso pasó porque hubo un corte generacional, cuando dejó de haber una industria". La referencia recuerda el contexto que la historieta padeció durante los '90, con los fanzines como ámbito de supervivencia. Ése fue el caldo de cultivo de la admirable Kapop, cuyo diseño y cuidado formal la volvieron de por sí distintiva.
Además, vale destacar que Lucas Varela se corresponde con otros grandes del dibujo argentino. Entre ellos, Lino Palacio, Guillermo Divito, Ferro y tantos otros, más allá de cuánto él los haya leído; lo que sobresale es una manera de entender el humor, algo que en la historieta argentina siempre estuvo presente. "Me encanta todo, soy más lector que autor de historieta; me gusta estudiar, leer. Cuando empecé a hacer mis fanzines no teníamos referencias sobre cómo guiarnos, y cada uno hacía lo que podía. Fue así cómo surgieron muchos autores con diferentes estilos, como (Fernando) Calvi, Liniers, (Salvador) Sanz, (Javier) Rovella."
-‑¿Cómo te sentís en Angoulême?
-‑Lo estoy pasando bien, ya hace cuatro años que vivo en un pueblito donde no pasa nada, pero hay una comunidad de artistas, de dibujantes de varios países del mundo, y es una experiencia muy linda. Yo vine a aprender, sigo aprendiendo. De hecho, aprender un idioma nuevo hace que la cabeza viva en sublevamiento constante. Pero ése era mi principal objetivo; después, tratar de vivir dibujando y haciendo historieta, que es lo más difícil.
De entre lo mucho hecho, el mercado francés ha encontrado predilección por el encantador y jodido Paolo Pinocchio. "Es el más redondo, el que más gusta, por el que más me conocen. Salió en libro, ganó varios premios, hizo más ruido". Desde luego, Paolo es un mentiroso, pero de una manera distintiva, cínica. "Es un villano, me encantan los villanos, mienten todo el tiempo. Originalmente, Pinocchio mentía desde la inocencia, pero yo lo transformé en un superpoder; entonces, se sale con la suya mintiendo, me divertía mucho esa idea."
Si a Varela se le pregunta con cuáles otras de sus historietas se siente satisfecho, la respuesta es más evasiva, porque "no me encariño mucho con los libros que fui haciendo, encuentro muchas cosas que cambiaría". El costado perfeccionista salta a la vista, es parte intrínseca tanto de sus cuadritos como de sus palabras.
--A mí me gusta pensar en El síndrome Guastavino.
-‑El guión tiene bastante humor negro y Carlos (Trillo) se divertía mucho también, con esta mala leche que tiene el personaje. Los dos nos divertíamos, pero causó un poco de rechazo también. Al principio, Fierro no la quería publicar, pero luego (Juan) Sasturain aceptó. Es lo más importante que hice con Trillo.
Del trabajo con el gran guionista, destacan también El cuerno escarlata y Sasha despierta. Otra dupla grande es la que ha compuesto con Diego Agrimbau, como lo corrobora Diagnósticos, cuyos episodios memorables fueran publicados en Fierro. Varela prefiere apelar al talento del escritor, "se trató de ideas de Agrimbau, me hacía el guión con bocetos sobre cómo lo quería; él tiene esa capacidad para meterse en la metahistorieta, que a mí no me sale. Fue una linda experiencia."
En el ámbito nacional, la trayectoria de Lucas Varela ha paseado su talento por diarios y revistas como Comiqueando, Rolling Stone, Clarín, La Nación Revista, Genios. "Ahora realicé un libro con un guionista francés, es un encargo. Por ahí sale bien, por ahí mal, pero me estoy divirtiendo, es una historia realista, de la Segunda Guerra, y me gustan los desafíos. Y también algo para Dark Horse, que quedaron con buena onda conmigo. Es con John Arcudi, un guionista que me encanta". En el primer caso, Varela se refiere a Michigan: Sur la route d'une War Bride (Dargaud), con guión de Julien Frey, que saldrá a la venta en abril. Y en el segundo, a Esprits de Corps, una serie escrita por el consagrado John Arcudi, el guionista de The Mask y B.P.R.D., presentada en el número 26 de Dark Horse Presents.
Desde el criterio rescatista que caracteriza a la colección Reencuentro, Los hermanos Segelín viene a sumarse al western Cándido (Javier Rovella), y la ciencia ficción de Orgasmatrón (Julio Azamor) y (Bang)kok (Renzo Podestá). En suma, una buena tanda de buenos libros.