La Fierro de enero es una revista que se va volando. En más de un sentido. Y vuela ya desde la tapa, aunque llegue mañana a los kioscos de revistas de todo el país en camiones repartidores de diarios, claro. Ahí, en furioso technicolor está el superhéroe Zenitram, en tapa, volando (volándose) hacia el futuro, cortesía de Juan Sasturain y Juan Carlos Quattordio. Es que el personaje que la dupla fue construyendo a lo largo de números y números de la publicación señera de la historieta argentina termina una etapa de sus aventuras y le toca el momento de una primera despedida. Papel hacia adentro con los personajes que lo bancaron en sus peripecias, papel hacia afuera con los lectores. Los seguidores del personaje pueden quedarse tranquilos: guionista y dibujante marplatense prometen que se trata sólo del fin del primer arco. A modo de balance del recorrido, Sasturain elogia a su compañero como “un excelente narrador” y se confiesa “orgulloso del trabajo de Juanca”. El dibujante devuelve los mimos: “Trabajar con Sasturain, como co-guionista además de dibujante, fue un altísimo desafío, una gran responsabilidad y una gran alegría”. Y cuenta que a su compañero de viaje lo ve “como un nene que le presta su juguete” o “un padre que te confía la llave del auto”.

Quattordio se apropió de ese auto prestado y, cuenta, con la autorización del capitán Sasturain pudo agregar, sacar personajes, profundizar o barrer argumentos, meter mano en la estética y buscar ideas distintas. “Desgraciadamente, fuimos premonitorios en pintar la vuelta del neoliberalismo aquí y en el mundo, pero siendo claros: puede estar todo mal, pero como dice Zeni, para ser un héroe basta con hacer lo correcto”. Lo que sigue, anticipa, es un futuro de libro, como tantas otras historias que pasaron por la publicación.

Ese destino de libro explica que la historieta argentina siempre se las arregle para encontrar dónde mostrarse y cerrarle el pico a los que dicen que ni camina ni vuela ni nada. Por lo pronto, este número veraniego de Fierro ahonda en lo que el lector recurrente ya conoce y aprecia: Al rey de Constantinopla, de Fernando Calvi; Casi Budapest, de Lucas Nine; La ley seca, del Marinero Turco; Chumbo, de Esteban Podetti y Diego Parés; un cuento irrefrenable más de Pedro Lipcovich; y 18 páginas de lo más disfrutables de El Esqueleto, de Salvador Sanz.

Dice Sasturain en sus ya clásicas “contraindicaciones” que si las historietas de este número vuelan es porque los autores también vuelan, con o sin salvoconducto de él mismo como director de la revista y de su inseparable ad látere Lautaro Ortiz como jefe de redacción. “Claro que para poder volar, en todos los sentidos, hay que tener, en principio, dos cosas. Además de alas –reales o metafóricas– digo. Hay que tener una aptitud natural o adquirida que te permita despegarte del piso, y un permiso habilitante que te deje despegar y darte unas vueltitas: no es para cualquiera”.

Algo de razón debe tener Sasturain, sobre todo si uno repasa la obra condensada en estos diez años de autores como Calvi, cuya obra marcó a la revista probablemente tanto como fue marcada por ella misma. Quizá por eso, las nueve páginas de ojos abiertos y trazos firmes de Al rey de Constantinopla sigan movilizando a los lectores. Por eso la intensidad que despliega este nuevo encuentro entre su heroína y los invasores extraterrestres, ese esfuerzo por probar que la pluma (el plumín) puede tanto como la más feroz de las armas. Nueve páginas más con destino de libro, como tantas otras de Calvi que Fierro acertadamente cobijó y que la comunidad reconoció por su calidad con premios, editores entusiastas y lectores fieles.

“Chumbo abandona el circo tras un inesperado destino de vistosas rubias y misiones secretas”, anticipa Sasturain. Y la hazaña es tan llamativa como su propia enunciación, acaso porque ese curioso personaje que es Chumbo, creación de la afianzada dupla Podetti-Parés, también tuvo su itinerario (e)migrante antes de recalar en esta revista. Hay pocas cosas más peregrinas que un circo. ¿Y qué se puede decir de quién abandona uno? ¿Es un viajante al cuadrado? Acostumbrados desde el humor a resolver en espacios reducidos, la dupla P-P acelera, carretea y despega, por seguir con la metáfora, en cuatro páginas.

Las historietas de este número se completan con las de varios habitúes. El Marinero Turco se (re)incorporó tardíamente a la tripulación, pero se convirtió en un oficial confiable con Ley seca o gaznate húmedo. También son viajeros frecuentes Lucas Nine y Salvador Sanz. El primero lleva algún tiempo con Casi Budapest, con su trazo inconfundible, pero en colores más vivos que su anterior Borges, inspector de aves. Y el que no falla es Sanz, aquí con la segunda parte de El esqueleto. Los lectores lo vieron despegar a Sanz desde el primer carreteo con Nocturno. Y desde entonces no paró. Si alguien encantó desde el primer momento a los pasajeros-lectores de Fierro, es él. Cuando los elogia, Sasturain destaca que “han ido eligiendo, siempre, despegar. Nunca quedarse en el molde o caminar con pies de plomo o transitar por los rieles”. Porque siempre, afirma, el lector tuvo que “leer Fierro con el cinturón de seguridad ajustado”.