Higui no andaba mucho por Lomas de Mariló. Sabía que las lesbianas no son recibidas por allí. No porque haya pocas lesbianas sino por lo contrario, son muchas y visibles. Es común que algunos (muchos) varones no toleren verlas pasar. No importa si el aspecto de las pibas/señoras se ajusta a un estereotipo masculino o femenino. Lo que importa es que no se sepa que son tortas, porque si se sabe, ellos se van a encargar de ajustar cuentas. Lesbiana que camina por Mariló es insultada, apedreada y golpeada. Al menos en el sector del barrio que corresponde al partido de San Miguel, ese es el código de convivencia. Mujeres y lesbianas, en su lugar. Porque las mujeres heterosexuales tampoco la pasan muy bien con estos varones.
A Analía de Jesús (42) le dicen Higui porque siempre se destacó como arquera. Y porque se parecía a René Higuita, el portero colombiano famoso por la atajada escorpión. Cuando no jugaba al fútbol, Analía trabajaba como jardinera y haciendo limpieza de galpones. Hacía rato que no estaba en pareja y su vida se repartía entre el trabajo y cuidar a su hermana mayor travesti, que estaba enferma. Cada tanto visitaba a sus otras hermanas y a su madre en Mariló, en Merlo y en William Morris.
Los mejores años de su vida los pasó en el barrio Obligado, a orillas del río Reconquista, donde nunca tuvo problemas por ser lesbiana. Pero vio la oportunidad de levantar casa propia en Mariló y fue vivir allá. Algunos varones del barrio la hostigaban continuamente y le prendieron fuego la casa. Vendió el terreno y se fue vivir a barrio Barrufaldi, pegado a Campo de Mayo, junto a su hermana travesti. En Barrufaldi tampoco se dedican a cazar ni a disciplinar tortas. Los problemas en San Miguel empiezan cuando las pibas se van acercando al límite con el partido de Moreno. La pesadilla son las 10 manzanas de Mariló que flanquean al oeste el Golf Club de Bella Vista. Y después del infierno que tuvo que vivir Higui, las cosas se pusieron peor. Hoy siguen amenazando a su familia.
Pero algo que Higui siempre tuvo en claro es que ningún varón le iba a poner una mano encima, a menos que ella quisiera. Su padrastro la abusó sistemáticamente entre los 10 y los 13 años.
El crimen de defenderse
El Día de la Madre de 2016 –llamado más posmodernamente Día de la Familia–, Higui tomó el colectivo para visitar a su hermana más chica, en Mariló. No le gustaba ir para allá. Pero, como quien dice, “la sangre tira”. Pasó el día comiendo y tomando unas cervezas en familia. Después pasó a saludar a su amigo S. y a la compañera de este, C. Dudó en ir a esa casa, pero se decidió cuando le dijeron que a E., el cuñado de S., lo habían echado de la casa porque les quiso pegar a todos los hombres y mujeres de la familia.
Higui no debió confiarse. E. estaba de visita en la casa con otro amigo violento, que ya la había amenazado en varias oportunidades. Los dos hombres cuchicheaban y la agredían verbalmente. “Miren, mejor me voy porque no quiero arruinar el Día de la Familia”, comunicó Higui a sus amigos y esperó que el dúo agresivo se fuera primero, para poder salir tranquila.
Eran las nueve de noche, atravesaba el pasillo largo que comunicaba la casa del fondo con la calle. Higui refiere que, en mitad del pasillo, se le vinieron encima los dos hombres acompañados por otros ocho. “Sos una tortillera. Sos una puta. Te voy a hacer sentir mujer. Te vamos a empalar, tortillera”, le gritó E. y de una trompada la tiró al piso. Al segundo, cientos de patadas le molían el cuerpo y la cara. Hasta que sintió que le rompieron el pantalón y el bóxer. Tenía un tipo encima, dispuesto a violarla y no podía ver bien quién era. Sacó el cuchillo que llevaba escondido y le asestó un solo puntazo mortal en el tórax. Nadie iba a violarla.
El que intentó abusarla, E., cayó muerto sobre Higui. Los otros le siguieron pegando y perdió el conocimiento. Minutos después, la despertó la linterna de la policía alumbrándole la cara. O lo que quedaba de su rostro.
Ya la habían atacado muchas veces. Una vez intentaron apuñalarla, otra vez le prendieron fuego la casa. ¿Ahora tenía que dejar que la violaran y la asesinaran empalándola? ¿La legítima defensa no rige para mujeres y para lesbianas?
El relato de Higui nos llega a través de su hermana Azucena Díaz (34). Azucena, junto con Carolina Abregú, forma parte de la Mesa de Trabajo “Justicia por Higui – Analía de Jesús”. La Mesa está integrada por Defensorías de Género, FOL, Defensoría LGTB, Diversidad del Municipio de Hurlingham, Asociación de Travestis Argentina, Tortas del Barrio, Pan y Rosas, La Cámpora, MST, La Fulana, Federación LGTB e Inclusión del Municipio de Hurlingham.
¿A vos quién te va a tocar?
Carolina Abregú, de Defensorías de Género, conoció de casualidad el caso de Analía de Jesús. Iba a visitar a otra mujer injustamente detenida, cuando se cruzó con familiares que estaban visitando a Higui. Primero le contaron la desesperación porque hay 9 atacantes libres que amenazan a la familia. A partir de ese hilo, pudo conocer la historia completa y habló con la familia para que se ponga al frente de la lucha. Sabe que es difícil para ellos, porque las amenazas son muy fuertes. Pero provienen de los agresores y de su entorno más cercano, que están muy bien localizados.
El destacamento donde está detenida Higui queda en San Martín. Pero las organizaciones no quieren precisar la localización, por pedido de la familia de Analía. Sólo pueden visitarla familiares directos. El caso está radicado en la UFI 25 de Malvinas Argentinas.
“La causa está llena de irregularidades y la abogada de oficio no hizo nada. Ahora conseguimos otros abogados que están dispuestos a tomar el caso. En el expediente no hay ni la cuarta parte de lo que Analía dice que declaró”, explica Carolina Abregú.
Según refiere Carolina, primero actuó el COM (Centro de Operaciones Municipales), que llegó al lugar del hecho, y posteriormente Analía es llevada, toda golpeada y ensangrentada, a la comisaría 2ª de San Miguel.
“La tuvieron que levantar entre tres. Lloraba y gritaba lo que le habían querido hacer esos tipos. En el barrio vieron lo que pasó, pero no quieren hablar porque están amenazados por los agresores”, dice Carolina.
Los policías no quisieron creerle a Analía. Lesbiana mayor con ropas sencillas, un bóxer gastado, había estado tomando cerveza. Nueve hombres, o uno solo, siempre son más creíbles.
“En la comisaría se le reían en la cara. ‘¿Quién te va a querer tocar o abusar a vos, si sos horrible?’. Y uno de los agresores, el amigo de E., se apersonó en la seccional y declaró que Analía se había metido en una pelea entre dos pibes y, para separarlos, le metió un puntazo por la espalda a uno de ellos”, cuenta Carolina, quien subraya que en la autopsia queda claro que el puntazo mortal fue aplicado de frente.
Al tomar contacto con el expediente, Carolina supo que los cuatro testigos declararon lo mismo. Higui señaló a los cuatro, por tomar parte en el ataque que sufrió. Las declaraciones son calcadas, lo que indica que se pusieron de acuerdo antes de exponer.
“Hay muchas lesbianas en el barrio. Estoy segura de que no es un dato menor. Uno de los declarantes odiaba a Higui porque su pareja tuvo una relación con ella, hace años. La mamá de uno de los agresores también es lesbiana; el padre del agresor le pegaba muchísimo. E., el que tuvo que matar Higui para defenderse, tiene antecedentes de violencia contra mujeres”, sostiene Carolina.
Técnicamente, Analía de Jesús sufrió un intento de violación correctiva y tentativa de femicidio. Se defendió ejerciendo legítima defensa, dicen las organizaciones feministas y de diversidad.
“Nosotras promovemos la autodefensa frente a la no respuesta de las instituciones. Analía se defendió, no estaba atacando. Era seguro que la iban a matar. Ya le habían prendido fuego la casa y tuvo que irse del barrio. Y cuando se defendió, quienes están para protegerla no le creyeron y la encerraron. ¿Cómo puede ser que la policía primero haya informado que estaba tendida en el piso junto al cadáver y después en otro informe digan que quiso escapar? ¿Era para justificar dejarla presa?”, pregunta Carolina Abregú.
Atontada por los golpes, a Analía la desnudaron en la comisaría, cuenta su hermana Azucena. “Qué hacés tanto quilombo, De Jesús, si no tenés nada”, le decían. Era domingo. Tenía la cara desfigurada a golpes. En la página de facebook Justicia Por HIGUI - Analía De Jesús pueden verse las fotos que le tomó Azucena el miércoles. El rostro de Analía, estremece.
Según refiere Azucena, en la comisaría no había médico legista y a su hermana le tomaron las fotos igual, desnuda. La tuvieron toda la noche incomunicada, tirada en un calabozo, golpeada y ensangrentada. “El miércoles me dijeron en la comisaría que la iban a hacer atender por los golpes y no hicieron nada. Y que la fiscalía iba a analizar la ropa que llevaba. La ropa no figura en la causa y dicen que sigue en la comisaría. Ni siquiera le permitían ir al baño. El jueves un forense le sacó fotos pero no la atendió de los golpes. Después la llevaron al destacamento donde se encuentra ahora. Allí levantó fiebre ese domingo, se asustaron y la llevaron a que la vea un médico. Recién ese día le hicieron estudios de todo tipo. Antes solo le habían hecho dosaje de alcohol en sangre. El fiscal se le reía, no le creyó nada”.
Ya al tanto del caso, Carolina intentó ver el expediente en la fiscalía. La trataron muy mal. El empleado judicial que la atendió en el segundo piso de la UFI 25 le dijo: “Acá había un muerto, la persona que causó esa muerte y cuatro testimonios que coinciden en cómo fueron los hechos. Caso cerrado”. Varón, delgado, de piel clara y pelo castaño claro. “Era el único que estaba el martes 3 de enero”, dice Carolina, cansada de lidiar con la burocracia judicial.
¿Pero ustedes no fueron al lugar del hecho, no hablaron con los vecinos? ¿Y no se dan cuenta de que los cuatro testimonios son iguales?
–No. No tenemos medios.
Carolina Abregú tomó conciencia de la situación de desamparo en que se encuentran las mujeres frente a las instituciones con el caso de su hermana Karina, víctima de un intento de femicidio. Desde Defensorías de Género, Carolina promueve actividades para apoyar económicamente a las víctimas y cree firmemente en la autonomía de las agrupaciones de mujeres. “No quiero compromisos con las instituciones. Cuesta mucho reunir dinero para llevar adelante los casos y asistir a las víctimas. Pero yo no me caso con nadie. No voy a escatimar en denunciar a quien sea necesario. Aunque pasen filmando mi casa y me aprieten”.
Mujer, pobre y lesbiana
La historia de Analía de Jesús es la de muchas chicas. Abusada por el padrastro entre los 10 y los 13 años, se prometió que nunca iba a dejar que un varón le pusiera una mano encima, a menos que ella quisiera. Agredida por dos tipos, intentó evitar una pelea yéndose a tiempo. Las violaciones “para corregir el lesbianismo” son comunes. Las lesbianas las sufren y son difíciles de denunciar, porque se siente culpa por no haber cumplido con la premisa de “no dejarse poner una mano encima”. Higui logró defenderse y peleó por su vida, porque la intención de los agresores era violarla y matarla. Para defenderse, le pegó un puntazo certero al abusador.
Higui es una lesbiana que ama el fútbol y tomarse una cerveza después de cada partido. No tiene dinero ni consigue trabajos formales porque apenas terminó la primaria y de escuela en escuela, porque de chica nunca tuvo domicilio fijo. Pero fuera del ámbito de violencia donde fue atacada, es querida y respetada. Sus clientes de jardinería se sumaron al reclamo de Justicia por Higui. Los únicos que no quisieron escucharla fueron los policías que la vieron en el piso, golpeada y con la ropa desgarrada. Y la burocracia judicial que duerme el caso por “falta de medios” y niega la legítima defensa.l
Este viernes se organiza una marcha para pedir Justicia para Higui, a las 17, en la plaza principal de Hurlingham. Y el sábado 21 de enero, un partido de fútbol a beneficio, en Río Iguazú y El Chocón, barrio Obligado de Bella Vista.