“En la era Macri la gente ya fugó 52.126 millones de dólares” tituló días atrás un diario financiero. Las cifras quedaron viejas; se mueven como un reloj de taxi enloquecido. La expresión “la gente” engaña. Los ahorristas particulares, el chiquitaje, la doña Rosa de Neustadt, los amigos de antaño de Macri (Cacho y doña María) no convulsionan el mercado. Lo explican los grandes jugadores, los que compran más de cinco palos verdes por día. Se puede comprobar en la página web del Banco Central que documenta el pecado pero oculta datos de los pecadores.
Mucho fuego amigo balacea la política financiera del Gobierno. El microprograma por cadena oficial del presidente Mauricio Macri enardeció a aliados consistentes, anche editorialistas de los medios dominantes. Parco, impreciso, depre, atizó el fuego que pretendía apagar. Tradujo la impotencia, desorientación y hasta entropía del Gobierno… convenía disimularla. En quinchos VIP chimentan que la titular del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, se enfadó porque el Presidente dio por cerrado un acuerdo que el ministro de Economía, Nicolás Dujovne, irá a negociar recién el lunes próximo.
Sería interesante pero no es accesible conocer qué le ordena sottovoce el FMI al Gobierno. ¿Dejar trepar al dólar para que la recesión termine el “trabajo sucio” del que ufanaba Alfonso Prat-Gay?
Los objetivos de Macri insumirán demasiado tiempo. La reducción del déficit fiscal es lenta como tortuga comparada con la inflación, los cierres de comercios e industrias. Vaca Muerta no resucitará en un día. La cosecha record de trigo sucederá el año que viene, si el cambio climático y Dios quieren. La asfixia a las provincias condiciona la aprobación del Presupuesto 2019… si los gobernadores no desean suicidarse.
Macri se pareció gestualmente al ex presidente Fernando de la Rúa; en su bolo televisivo y en el encuentro del miércoles con los rectores universitarios. La crisis económico-financiera mantiene diferencias con la de 2001 porque no hay dólares inventados en los bancos y la protección social está mucho más extendida.
Para comparar, sin equiparar con simplismo, tal vez haya que ir pispeando la catástrofe de 1989 cuando la subida imparable del dólar se propagó a los precios internos, rompió las cadenas de pagos, produjo desabastecimiento, despidos masivos y desembocó en la hiper. Hoy resucitan la suspensión de venta mayorista de alimentos o de remedios. Muchos contratos empiezan a incumplirse: sin valor de la moneda es imposible mantenerlos,
Políticamente, media una diferencia abismal con el ‘89. Carlos Menem había sido elegido presidente lo que habilitaba la transición (tormentosa o turbulenta) hacia una alternativa legal y legítima.
El rechazo popular crece. La Marcha Universitaria aportó otra prueba rotunda; tres generaciones que quieren aprender y enseñar. Las cacerolas se dejaron oír, ya de noche.
Sin brújula, sin liderazgo, sin control de las contadas variables económicas que le importan, el Gobierno sigue perjudicando a la mayoría de los argentinos. Sólo trata de complacer a los mandatos del FMI y a los insaciables deseos de “los mercados”.