Sacachispas nació antes de nacer. Fue 69 años antes de que sus jugadores empezaran a salir disfrazados a la cancha: como superhéroes, como Papás Noel o con caretas de Lionel Messi. En la película Pelota de Trapo, dirigida por Leopoldo Torres Ríos y guionada por Borocotó, por entonces periodista de El Gráfico, un grupo de jóvenes fundaba un club que no era ninguno de los que ya existían en la Argentina. El estreno en el cine fue el 10 de agosto de 1948 y aquel Sacachispas de ficción antecedió al que tomaría su nombre unos días después, cuando dos vecinos de Nueva Pompeya inscribieron un equipo en los Juegos Nacionales Evita. Sacachispas llegó a la final que se jugó en la cancha de River. En el palco estaba el presidente, Juan Perón, y su esposa, Eva Duarte, que luego le cederían terrenos para emplazar la primera cancha. En 1951, Sacachispas se oficializó como club y estableció en retrospectiva su nacimiento: 17 de octubre de 1948.
Si Evita, Perón, la fecha fundacional y el barrio obrero de Villa Soldati lo erigen como un club popular, los tiempos de redes sociales lo resignificaron sin que perdiera la impronta: Sacachispas es el equipo del pueblo (virtual). El fenómeno se cuantifica en Twitter, donde el equipo Lila es el Boca o River de la B Metropolitana: ningún club de su categoría tiene tantos seguidores, a pesar de que cuando juga de local su público no supera las 500 personas. Sacachispas gana likes y retuis y supera en la tabla de hinchas 2.0 a equipos como Atlanta, All Boys o Almirante Brown. Si existiera el te sigo a todas partes online, contaría con más de 18.000 simpatizantes que podrían llenar cualquier cancha del Ascenso. El último tuit que se viralizó –redactado el jueves 23–fue en medio del reclamo de jugadores mal incluidos en la Copa Libertadores y resume la creatividad de un club que gobierna en las redes: “Queremos informales que nuestro equipo de legales se tomó un micro, viajó a @CONMEBOL y se asesoró. Nuestros jugadores no deben ninguna fecha de suspensión. No habrá ningún problema para enfrentar a San Telmo. Les llevamos tranquilidad a nuestros hinchas”. Después de los más de 8.000 retuits y 32.000 likes sucedieron pedidos de afiliación para hacerse socios del club y comprar camisetas vía Internet de países como México. “Después de eso hubo 25 solicitudes de carnet y unas 15 personas quieren la camiseta. Parece poco, pero para nosotros es un montón”, dice Aldana Larrosa, una de las encargadas de prensa y de tuitear. De todos modos, el tuit hasta ahora más exitoso lo redactó Matías Turiaci, una de las tres personas (el otro es Pablo Turiaci) con acceso a la contraseña para ser la voz del club en las redes.
El club emergió de su submundo el día que le ganó a Arsenal en la Copa Argentina. Fue la tarde del 23 de mayo del año pasado, la fecha refundacional o la vez que Sacachispas se globalizó a través de Internet. Por primera vez un equipo de la cuarta categoría del fútbol argentino le ganaba a uno de Primera División. Pero mucho más que eso: los futbolistas que harían historia en el triunfo por penales ya la habían escrito al principio, con sus disfraces de superhéroes. “Si no ganábamos nos iban a tratar de payasos”, se sincera el capitán, Gonzalo Minguillón. Con caretas de Batman, el Hombre Araña, el Capitán América y una colección de imágenes variopintas, Sacachispas, el equipo de clase trabajadora, de pronto brillaba en las marquesinas del fútbol y en los programas deportivos de televisión con más rating. El presidente del club, Roberto Larrosa Vázquez –hijo de Beto Larrosa, como fue bautizado el estadio, padre de Aldana y cuñado del vicepresidente, Roberto Macias- le cuenta a Enganche que hasta lo llamaban de TyC Sports uno o dos días antes de los partidos para preguntarle si harían alguna producción cuando los futbolistas salieran a la cancha. Con ese acervo familiar, Sacachispas paría creaciones que se traducían en más “me gusta”, en más seguidores, en más exposición mediática. El monstruo creció aún bajo la mirada extrañada del presidente: “Al principio me parecía raro. Después colaboraba en lo que me pedían los jugadores para hacer sus disfraces”.
El ideólogo es Eduardo Dos Santos, que este año pasó a jugar en Laferrere. Nadie duda en el club de Soldati que él es el padre de la criatura, la mente lúcida que soltó por primera vez la idea con un fin: desdramatizar el fútbol. En un partido contra San Miguel en 2016, los jugadores de Sacachispas rompieron la foto tradicional de seis futbolistas parados y cinco en cuchillas. Si hay dibujos tácticos rupturistas, también los hay para aquella imagen típica: la forma revolucionaria fue con 8 jugadores de pie y tres agachados. La inspiración fue copyright de la Selección de Gales, pionera en esa forma de posar antes de un partido. Minguillón dice vía telefónica que ahora consiguieron “identidad como grupo”. Pero que de entrada los rivales los miraron “de costado”, aunque casi siempre con respeto. Una vez, esas producciones fueron un boomerang que utilizaron los jugadores de Defensores Unidos, cuando ambos equipos peleaban cabeza a cabeza el torneo de la C que finalmente obtuvo el Lila: “En Zárate nos ganaron 3 a 0 con baile y adentro de la cancha nos decían que nos pusiéramos las caretas. Tuvimos que apretar los dientes y bancárnosla”, recuera el capitán.
Las escenografías divertidas posicionaron a Sacachispas en Twitter, Facebook e Instragram. Pueden leerse comentarios como “Sacachispas es todo lo que está bien en el mundo”, con autoría de La Mano de Dios; o “Yo pensé que el que manejaba redes del Trico era un genio, pero esto es de otro nivel”, de un tal Torres; o “Sin dudas el mejor equipo de Latinoamérica”, del uruguayo Xanti Iribarren. La particularidad es que ninguno de esos internautas es, en realidad, hincha de Sacachispas. Pero ese capital de confianza es el que aprovechan los jugadores para alcanzar legitimidad y proyectar al club. Contra All Boys, el miércoles en Floresta, los futbolistas visitantes entraron al campo de juego con guardapolvos blancos. No había doble lecturas en el mensaje: “Somos de un barrio humilde de Capital y el 90 por ciento de nuestros chicos necesita contención y educación pública”, se planta Minguillón. El presidente apoyó la medida y elaboró la logística para conseguir los insumos de manera artesanal: una de las claves fue llamar a su suegra y pedirle algunos guardapolvos viejos que tenía apilados en un placard.
Sacachispas siempre se hamacó entre la D y la C, hasta que ascendió a una categoría profesional hace poco más de un año. El primer torneo en la B Metropolitana fue un lujo en su historia con daños colaterales: un déficit de 5 millones de pesos que para el club es un agujero negro. Por eso para esta temporada achicaron los gastos aunque sin perder la ternura jamás: “Ahora atendemos con empanadas a las delegaciones visitantes y a la prensa”, dice Larrosa Vázquez.
El marketing del club es tan efectivo como el arranque en el torneo del delantero Diego Ledesma, quien convirtió en los primeros dos partidos: el gol del empate sobre la hora contra Barracas Central (2 a 2) y también contra San Telmo (1 a 1). Con el manejo de redes que reflejan el cotillón de los jugadores (alguna vez se presentaron con escudos, espadas y cascos; o con caretas y vestimenta de los personajes de la serie La Casa de Papel; o cuando fueron todos Lionel Messi, menos el arquero), Sacachispas se convirtió en polo de atracción de una famosa cervecería. La empresa les pagó el pasaje y la estadía completa a dos jugadores del club para que viajaran al Mundial de Rusia, como un modo de premiar aquella idea de Dos Santos que se hizo carne en sus compañeros: desdramatizar el fútbol. Para ver los partidos de la selección argentina contra Croacia y Nigeria fueron como representantes del plantel Minguillón y Lucas Fernández: “Fue increíble ver a 60 mil argentinos en San Petersburgo”, se emociona, todavía, el capitán. Con camiseta argentina y pantalón de Sacachispas, peregrinó junto a su compañero por estadios y partidos de los que sacó una conclusión: “Ellos juegan a otra cosa. No es el mismo deporte al que jugamos nosotros”. Lo dice con la admiración de un hombre que se rindió ante la evidencia de la buena técnica, el glamour y la elegancia de los futbolistas. Lo dice a los 35 años, casi al final de su carrera. Lo dice en este momento en el que, de pronto, su equipo no es más el equipo olvidado en un pedacito al sur de Buenos Aires. Minguillón habla del Mundial, ahora que su club también tiene fama mundial.