Contra todos los pronósticos, Father John Misty se hizo en la noche del miércoles, en La Trastienda Samsung, con uno de los mejores recitales internacionales que se hayan visto en Buenos Aires en lo que va de este año. Por más que se entienda como un batacazo, J. Tillman, el nombre detrás del álter ego, es una celebridad en la cosmogonía de la música indie en todo el mundo. Al punto de que el álbum que lo trajo por primera vez al país, God’s Favorite Customer, lanzado el pasado 1 de junio, es considerado uno de los mejores discos de 2018. Sin embargo, la visita del cantautor estadounidense, que fue anunciada en mayo último, pasó prácticamente inadvertida. Lo que se reflejó en la convocatoria, pues la sala del barrio de San Telmo sólo alcanzó a colmar la mitad de su aforo. Aunque el valor de la entrada (la general costaba 1600 pesos) seguramente habrá ahuyentado a más de uno. Pero los que asistieron al debut porteño del ex integrante de Fleet Foxes fueron testigos de un viaje a lo más profundo de las emociones.
Y es que Tillman, quien desde 2012 pasó a llamarse Father John Misty, es un fiel alumno de la tradición estadounidense del espectáculo. Cada una de sus acciones sobre el escenario articuló un hilo discursivo. Desde el movimiento de sus manos, como si se tratara de uno de esos reverendos del sur de los Estados Unidos que no se aburre de advertir sobre la llegada del Juicio Final, hasta sus escasas alocuciones al público. Pasando también por sus constantes cambios de rol a lo largo de la hora y media de show, en los que se debatió entre ser músico o crooner. Hasta en esto último lo del artista de 37 años fue brillante. Sucede que esa maravillosa voz suya, al igual que los géneros por los que se pasea, es heredera y continuadora de la gran saga de cantautores que legó la escena musical de su país.
Apoyado por un sexteto demoledor, el músico norteamericano inauguró su desembarco local con la cándida “Nancy From Now On Nancy From Now On”, incluida en su primer disco firmado como Father John Misty, Fear Fun (2012), donde rompió con la melancolía a lo Nick Drake de su anterior etapa solista para darse un chapuzón en el inmenso océano de la música estadounidense. Acto seguido, llegaron el pop épico y barroco Chateau “Lobby #4 (in C for Two Virgins)” y el folk gladiador “Only Son of the Ladiesman”, ambos temas con el sello primaveral de Fleet Foxes. Si bien su ingreso en el escenario fue sobrio y hasta distante, en la medida que evolucionaba el recital el artista fue achicando esos márgenes. Así pasaron “Mr. Tillman”, también de su nuevo álbum, y “Total Entertainment Forever”, de Pure Comedy (2017).
Father John Misty, quien iba a ser cura hasta que descubrió el rock, forma parte de una generación de artistas que se encargó en los últimos tiempos de redimir el legado de esa avanzada de trovadores urbanos estadounidenses que besaron el cielo en los setenta, entre los que destacan Carole King, Billy Joel, Michael McDonald, John David Souther y Tim Buckley. Dio fe de ello al momento de sentarse al piano, por única vez en el recital, para hacer el tema que titula su nuevo álbum: God’s Favorite Customer. Antes de llegar a esa instancia, el músico había cambiado varias veces de guitarras acústicas, zafó de ellas, y estaba a punto de tocar la eléctrica. También se comunicó por primera vez con el público: “Estoy muy feliz de estar acá”, para luego darle paso al country desgarrador “Please Don’t Die”, que estuvo precedido por el igualmente movilizador “Bored in the USA” (título que satiriza el clásico de Bruce Springsteen).
Roqueó con “Im Writing a Novel”, “Pure Comedy” y llegó el final con la balada lastimera “I Love You, Honeybear”. No pasaron muchos minutos para que Father John Misty y sus secuaces regresaran al escenario. Al volver, este icono de la actual escena musical de su país empezó a tener un ida y vuelta con el público, que decantó en un extraño pedido de diálogo. Entonces el cantautor disparó The Palace, balada de su nuevo disco que, como sucedió en otros pasajes del show, dejó en evidencia la gran cualidad de Tillman para generar atmósferas. Apareció inmediatamente “Real Love Baby”, una suerte de tributo a The Byrds, le siguió “So I’m Growing Old on Magic Mountain”, llegó la magia con el folk “Holy Shit” y volvió la alegría con el declamador “The Ideal Husband”. Bastó poco más de hora y media para que ese fervor vocal y performático impactara hondo entre la gente, que al salir a la calle no paraba de regodearse por haber estado ahí.