Fue uno de los enfants terribles de la pantalla chica cuando, junto a Mario Pergolini, fundaron Cuatro Cabezas hace más de dos décadas. Caiga quien caiga, El rayo, La liga o Algo habrán hecho fueron algunos de los formatos que surgieron de su productora, renovaron la estética y el ritmo televisivo, y viajaron con relativo éxito por todo el planeta. Los años lo convirtieron en un referente de la producción independiente en la Argentina. Ex CEO de Eyeworks Cuatro Cabezas (bajo el paraguas de Warner), ahora asume con naturalidad el doble rol de y de Director de Contenidos Televisivos del Grupo Bandeirantes, en Brasil. Entre la producción y la programación, Diego Guebel analiza la actualidad televisiva argentina, en un escenario en el que las plataformas digitales y la cada vez más pequeña torta publicitaria hacen repensar una industria en la que todos coinciden en señalar que está en plena transición hacia un futuro aún incierto. “No creo que la TV abierta vaya a morir”, afirma, sin embrago, el actual presidente de la Cámara Argentina de Productores Independientes de Televisión (Capit).
La oficina en la que Guebel recibe a PáginaI12 en el barrio de Palermo es la más cabal descripción de la personalidad y actualidad del productor. Una guitarra eléctrica descansando detrás de su escritorio, un televisor de amplias proporciones clavado en la señal brasileña de Bandeirantes, algunos libros sobre arte y cultura, y los protagonistas de South Park vigilándolo todo, sobresalen apenas se pisa ese refugio en el que pasa apenas dos días de la semana (los otros tres viaja a San Pablo). Estética y contenido que se conjugan en la pantalla y en su propia vida, desdoblada entre las particularidades del mercado brasileño de televisión y las que ostenta el argentino.
“La televisión brasileña y la argentina son más similares de lo que se cree. La principal diferencia es en la magnitud de los mercados y de las audiencias”, admite. Claro que, de cualquier manera, algunas particularidades saltan a la vista al repasar las programaciones de un lado y otro de la frontera. “Allá no existen los programas de chismes en los canales líderes, como pasa acá. Tampoco programas como Intratables o el de (Alejandro) Fantino. No hay programas de discusión política en la TV abierta brasileña. La política se reduce a los noticieros y, a lo sumo, a los monólogos de algún night live show”, confiesa el hombre que se reparte entre la producción y la programación de mercados tan diferentes como similares.
–Comenzó en al industria de manera independiente, casi como un outsider, y ahora es el director televisivo de un grupo como Bandeirantes. ¿Cómo se lleva con el vínculo corporativo?
–La estructura corporativa depende del origen de las empresas. Bandeirantes es una empresa familiar, como nacieron muchas de las compañías de TV del continente. Y sigue perteneciendo a la familia. De cualquier manera, el laburo de uno es el mismo, sea una empresa corporativa o familiar, lo que cambia es si el reporte es corporativo o no. Tuve experiencia propia con Cuatro Cabezas, cuando vendimos fuimos algo más coporativos con Eyeworks, y mucho más cuando se vendió a Warner. Tenés que aprender cómo es la matriz de toma de decisiones.
–Uno tiene la idea de que el mundo corporativo atenta contra la creatividad. ¿Es así?
–Las planillas de Excel están presentes en cualquier compañía. Todos los canales buscan resultados. La diferencia en el mundo televisivo no es tanto si se trata de corporaciones como del perfil de quiénes las manejan. Si el que decide llegó del lado jurídico o de las finanzas, tenderá a darle mayor importancia a lo económico que a lo artístico. Pero puede ser alguien que al no tener conocimiento específico también confié en el que está abajo. Cuando los que dirigen las compañías son gente del medio, desde el conocimiento uno puede trabajar haciendo cosas más osadas.
–Saben que el riesgo es parte de la industria.
–En la tele, el nivel de fracaso de lo nuevo es muy alto. Lo que pasa es que el nivel de acierto, aún cuando sea bajo, sólo existe si se apuesta.
–¿O sea que su concepción sobre la industria persigue la máxima de que hay que producir más posible?
–No necesariamente. Por un lado, si bien nadie conoce la fórmula del éxito, la experiencia te da herramientas para no tropezar con los mismos errores. La experiencia te hace equivocarte menos pero no te garantiza el éxito.
–¿Qué aprendió con los años a la hora de producir, por ejemplo?
–Te limita la cantidad de cagadas. Por ejemplo, con los años aprendí que planificar no te quita nada. Hacer un piloto, o dos, o los que sean necesarios hasta aceitar un producto, lejos de ser algo malo es la mejor manera de producir. Uno deja de creer que la magia que convierte a un programa en un gran ciclo aparecerá al aire. Desde leer una promoción, un guión o una propuesta de programa, si la sensación de tener algo bueno no está en lo escrito, difícilmente después la magia aparezca. Y si está escrito, hay que ver cómo se plasma. Eso de “grabamos y vemos qué onda” ya no va más.
–Cuando comenzó en la industria, ¿creía que la magia se daba en el hacer del aire?
–Cuando empecé a trabajar no me gustaba hacer pilotos, me parecía que era una boludez. Hoy creo que el que piensa así es una estúpido. Me parece una boludez no hacer un piloto hasta sentir que el programa ya está para salir al ruedo. Además, creo que hacer tele hoy es mucho más fácil que antes. La tecnología democratizó las herramientas. Hoy, empezar de cero es más fácil que antes. ¿No tenés plata comprar una licencia de algún programa informático? Bueno, alguien lo va a crackear y vas a poder editar con un programa de calidad. Si tenés cabeza y sabés hacer lo que querés comunicar, es más sencillo. Antes, un editor de video costaba 80 mil dólares. Era inaccesible. Tenías que pedir prestado o alquilar. En la actualidad, hasta un celular te permite hacerlo. Tangerine, la película sobre transexuales y travestis de Los Angeles, fue realizada íntegramente con un iPhone 5. No tiene el rango dinámico de una cámara pero es de calidad. El dinero dejó de ser una excusa cuando hay talento.
–El dinero no tiene tanto peso como el que tenía hace treinta años.
–Hace tres décadas tampoco tuvo un peso enorme cuando empezamos nosotros con la productora. La empezamos sin un mango. Lo que digo es que hoy es más fácil.
–Hay más recursos disponibles y a un menos costo de antaño; sin embargo, cuando uno ve la pantalla chica no encuentra productos de calidad e innovadores.
–La tele está empobrecida, pero no por un problema de recursos a la hora de crear contenidos nuevos. Desde Capit estamos tratando de entender y poner en números qué pasó desde 1999 hasta la actualidad, porque la impresión es que el dinero destinado a la TV en inversión publicitaria disminuyó en relación al PBI. La torta económica televisiva argentina está más chica que lo que era. La TV argentina era 3,5 más que Perú o Colombia, y eso se achicó. Todo creció menos la TV. El metro cuadrado costaba 800 dólares y hoy 1600 dólares. En la tele eso no pasó. Esa puede ser la causa de que se produzca menos. Y, por otro lado, la tele cambió la apuesta: el mayor número de tiras en el prime time empobrece la oferta.
–Dos tiras diarias ocupan diez horas semanales, en las que antes había varios programas unitarios.
–Desde hace años, El Trece optó por tener en el prime el mismo formato, que es el Bailando de Marcelo (Tinelli). ¿Es criticable? Y... es difícil, porque les va bien. ¿Qué haría uno estando ahí? Es complejo. Como espectador, estar preso de una tira diaria mucho no me seduce. Me gusta la idea de un prime time diversificado, que uno no esté todos los días atado a un único producto. En horarios más bajos, la tele se va apareciendo más a una radio, a la compañía, la costumbre de todos los días.
–Además, ya como productor, tener que pensar varios programas diarios para reemplazar una tira, por la misma competitividad, obliga a buscar diferentes formatos y ser más creativo.
–Seguro. Hay ciertos contratos tácitos entre los canales y la ciencia que fueron cambiando. Antes, uno tenía un contrato que decía que a partir de la segunda semana de diciembre la TV no te daba nada hasta marzo, cuando se lanzaban las programaciones. Y eso que nadie se iba los tres meses de vacaciones. La gente se va de vacaciones una semana, quince días. Por eso los números de audiencia en el verano no disminuyen tanto. ¿Por qué? Porque la gente sigue viendo tele. Ahora, en el contrato la gente ya no es rehén de la tele. El riesgo de que la gente no vuelva a la tele abierta es grande, porque hay otras ofertas. Por eso hay estrenos en noviembre, diciembre y enero. El contrato televisivo entre los canales y la audiencia cambió.
–La era digital transformó todo.
–No tengo dudas de que para el consumidor el actual es el mejor momento: tiene acceso a todo con muchísima facilidad. Y el que tiene la responsabilidad de crear deberá hacer el mayor esfuerzo: si el contenido es bueno, la gente lo busca. Esas máximas de que Netflix mata a la tele... No, Netflix en todo caso compite con el cable, ya que hay gente que elige tener esa plataforma que es más económica. No creo que Netflix compita con el aire. Tampoco creo que la TV abierta vaya a morir.
–Lo que ocurre es que, en medio de una torta publicitaria pequeña y nuevas plataformas en competencia, los programadores argentinos parecieran haber elegido emitir ciclos que interpelen a un público adulto mayor. Hoy no hay ciclos para adolescentes o jóvenes adultos en la TV abierta; se cuida al público más tradicional.
–Es complejo y puede que en parte suceda todo eso. En Bandeirantes hacemos una versión de MasterChef, que fue el quinto programa más comentado del año en Twitter en todo el mundo, después de House of Cards y Grey`s Anatomy. MasterChef Brasil tiene 300 mil menciones por programa y en la final superó el millón y medio. ¿Por qué? Porque es una propuesta que no tiene restricción etaria, porque la gastronomía atrae a chicos y adultos, y además tiene un esquema que permite interactuar con las redes sociales mientras se ve el programa, porque a la gente le gusta comentar. La quintaesencia de la TV actual es comentar por las redes los programas. En las redes sociales se anticipa la charla que hace treinta años se daba en el trabajo o en la escuela sobre lo que había pasado en la tele. Nada podrá reemplazar a la experiencia colectiva y masiva de la TV de aire de hacer que millones de personas vean el mismo programa al mismo tiempo.
–Pero la TV abierta no parece ir en busca de los nativos digitales o de ese público que está en las nuevas plataformas.
–Hace años se decía que Pepsi agarraba a la generación joven, pero que el problema que tenía era que cuando crecían se iban para Coca. No sé si, a medida que crecen, las personas desembarcarán en al TV de aire. La gente duerme entre 6 y 9 horas. En esta organización social, en algún momento la gente empieza a laburar otro tanto de horas, lo que hace suponer que llega a la casa cansada. Normalmente, la familia se junta y prende la tele para ver algo entre todos. Este hábito puede cambiar, lógicamente. ¿Por qué la gente mira tanto a Tinelli? Para hablar con el otro, qué se yo. Los grandes eventos y en vivo son potestad de la TV abierta. Hay muchos productos de la TV abierta que son buenos.
–Pero el fanatismo por las series extranjeras es fuerte.
–Así como en los 70 fuimos para las series estadounidenses una aldea global y actualmente lo somos para el cine, ahora para una pequeña franja de la población lo son las plataformas de video. En cualquier lugar del mundo uno puede comentar Game of Thrones con otra persona. Ahora, la experiencia común de comentar series es todavía tribal, entre comunidades y con estratos muy definidos.
–¿Pero no lo inquieta saber que en la última década la TV abierta perdió 10 puntos de rating?
–Acá, en todo el mundo no pasó lo mismo. No en todos los países la TV abierta perdió tanta audiencia. En muchos países está estable. En Brasil, con la crisis, bajó el cable y subió la audiencia de la TV abierta.
–¿Por qué cree, entonces, que bajó tanto la audiencia de la TV abierta argentina?
–No lo sé. No creo que la cantidad de horas de consumo audiovisual hayan variado tanto. Se sigue consumiendo la misma cantidad de horas que antes. Evidentemente, muchos eligen ver contenidos por fuera de la TV abierta. La TV por cable está incoporada masivamente en al sociedad y es una opción interesante. El tema es que no hay nada en la ley que a los canales de cable los oblige a producir contenido local.
–Eso sí sucede en la ley brasileña y desde Capit están exigiendo que se incluya en la nueva ley de telecomunicaciones.
–Sí. Los canales de cable produjeron localmente cuando el enmarcado argentino era más relevante por un tema de económico. Muchas de esas cadenas comenzaron o se establecieron en la Argentina para producir. Viacom, por ejemplo, tiene una sede importante en el país a partir de su desarrollo en cable.
–¿Cómo evalúa que una multinacional como Viacom haya aterrizado en el mercado argentino?
–Siempre es una buena noticia que ingrese al mercado de la TV abierta un jugador que se interese en los contenidos. Parte de la crisis de la TV de aire es que hay pocos jugadores que se preocupen por los contenidos. Los contenidos no pueden ser un tema menor. La TV abierta no puede complementar otra cosa. Si la TV abierta no es tu negocio, es complicado que apuestes fuerte a mejorar la calidad y variedad de los contenidos. Además, es una concesión publica y el Estado tiene todo el derecho de determinar que cumplan determinadas condiciones de producción local y/o independiente. El negocio estuvo difícil el año pasado, pero en 2015 a los canales de TV abierta no les había ido mal. Que haya más jugadores interesados principalmente en el contenido hace la diferencia.