La multitudinaria marcha en defensa de la educación pública promovida e impulsada por los universitarios, pero respaldada y acompañada por muchos otros sectores y grupos de la sociedad, sirvió como catalizador para expresar un reclamo extraordinariamente más amplio que apunta básicamente a una demanda en bien de la preservación integral de derechos y en defensa de las conquistas populares obtenidas en los años precedentes por la sociedad argentina.
Sin atender a la lluvia –por momentos copiosa– y el frío, fue muy significativa la masividad de la protesta. Tanto como la diversidad de los actores participantes y de las consignas que se enarbolaron. Los universitarios y las universitarias, como era lógico suponer, constituyeron el grueso de las columnas. Pero entre ellos aparecieron también los pañuelos verdes característicos de la campaña por el aborto legal, seguro y gratuito, algunas pancartas de organizaciones gremiales y sociales, otras de asociaciones civiles diversas y hasta los “independientes” con sus propias y originales consignas.
En un día marcado por la tensión política y económica, muchos llegaron hasta el Congreso mirando de reojo las pizarras de las casas de cambio, donde la cotización de dólar trepaba sin que el Gobierno le encuentre una solución al tema, y desde allí mismo realimentaron la bronca anidada en la creciente pérdida de la calidad de vida que se viene registrando.
En todos los sentidos la marcha federal por la educación fue mucho más que un reclamo de los universitarios. Se transformó en un catalizador de la protesta social, tal como viene ocurriendo en diferentes ocasiones en los últimos meses. En esta oportunidad, el reclamo se potenció por el carácter central de los y las jóvenes protagonistas. La savia joven alimentó y cargó de energías toda la escena. Pero también estuvieron los padres y las madres, los hermanos y las hermanas, de esos estudiantes que quieren seguir habitando las aulas de la universidad pública. Junto a ellos, los gremios, los desocupados, los frustrados y hasta un buen contingente de los que ahora se consideran defraudados por Cambiemos.
Se pidió por los salarios, por el presupuesto educativo, por las condiciones de trabajo y por muchos otros temas conexos. Fue un grito lanzado al cielo en medio de la lluvia en favor de un derecho conquistado y atesorado por gran parte de la sociedad: la educación pública. Algo que el Gobierno controlado por los gerentes pretende avasallar para que le cierren los números del recorte exigido por el FMI. Pero, sobre todo, fue la reafirmación de la capacidad de movilización que funciona como reaseguro en la sociedad argentina cuando se pretende avanzar sobre sus derechos. En ese sentido fue mucho más que un reclamo por la educación pública, fue una exigencia política contra el recorte. Una advertencia dirigida al Gobierno, pero también un alerta para la oposición y para todos aquellos que en el futuro aspiran a gobernar este país.