Kabinett, la plataforma de contenido digital y curaduría orientada al videoarte dirigida por Eduardo Costantini (h) y Flor Schapiro, estrenó Río, una pieza audiovisual perteneciente a un cuerpo mayor: La Ruta del Opio, nombre con el se dio a conocer la colaboración musical entre Daniel Melero y Diego Tuñón. El marco es el MALBA. No es menor, no es azar: “Es suerte”. La distinción la hace Melero, sentado junto a Tuñón, en penumbras, bañados de azul, capturados, procesados y proyectados al unísono por el joven Gabriel Rudd, director y responsable de las oníricas imágenes de Río. 

La intimidad del ambiente en la biblioteca del museo encuentra al dúo dispuesto presentar algo que no parece abarcable, ni cerrado a formato alguno. ¿La Ruta del Opio es un álbum? ¿Es un proceso de composición de canciones? ¿Se puede acceder a ellas? ¿Cómo? ¿Quiénes pueden?

“Él (por Melero) siempre me hizo ver que hay música en el ruido, en lo ínfimo, en el átomo de la nota”, cuenta Diego. “Me daba cuenta que mientras más tiempo invertíamos en juntarnos e involucrarnos en el proyecto, más música encontrábamos en esos átomos. Porque prácticamente el material fue grabado en dos sesiones en el estudio, más cosas que le pasaba y que había grabado en casa”, resume. “De cierta manera nos convertimos en dos científicos locos, cada uno en su laboratorio, y me daba cuenta que podía ser esa idea de un disco infinito donde se demuestre la cantidad de posibilidades que la música tiene”. Melero agrega: “Y no estar sellado en un soporte”.

Los 5.26 minutos de Río capturan un clima etéreo que parece abrir y cerrarse con el audio de un micrófono de ambiente donde se cuelan ese aire previo a la ejecución, ruidos de sillas. Una vez dentro, las notas sostenidas del piano de Tuñón se expanden lánguidas como retroalimentadas por sí mismas. El trabajo de Melero se percibe enseguida en las texturas trémulas de cada nota reverberando y rebotando como en un ambiente cavernoso. Hay percusiones sintéticas de ataques aplacados hasta volverlas acuáticas que entran y salen, mientras las imágenes de Rudd parecen hacer zoom sobre el ADN o la composición química del sonido, intercalado con material casero del dúo. “Cada vez nos alejábamos más de la idea original. Yo soy un gran revisionista de lo que él (por Tuñón) hace. Descarta mucho y yo vuelvo todo el tiempo a eso”, resume Daniel.

Para la ocasión se materializaron escasas muestras de la colaboración: 20 tubos de ensayo conteniendo un pendrive metálico con la leyenda La Ruta del Opio grabada, que se repartieron a los asistentes. La data interna muestra cuatro carpetas: la de la foto del dúo; la de fotos de proyectos de Kabinett, remitiendo a los trabajos previos con Baryshnikov, Sean Lennon, Patti Smith, Uni The Band; la del teaser de Río; y la de La Ruta del Opio, que desde el nombre aclara: “Algunos temas”. Ahí quedan expuestos cuatro tracks de corte bien ambiental.

Sin embargo, sólo veinte afortunados conocen de eso, y no parece haber plan de materializarlo. “No hay plan de que no se materialice tampoco”, estima Tuñón. “Recién ahora nos pareció que esto dio el marco adecuado y es un poco eso: ¿Cuánto hace que no hay un compositor contemporáneo que sea considerado arte?”. Ahí parece estar la clave de lo que el músico, productor y tecladista de Babasónicos persigue con este proyecto. “Siempre me sentí, con mucho gusto, parte del entretenimiento. Creo que Babasónicos maneja de manera increíble entender eso: la música, si bien genera contracultura, no es un noticiero para escribir relatos, es un vehículo de poesía surrealista, por ejemplo. Pero con esto de alguna manera quiero llegar a un lugar donde el arte no es sólo piezas que cada vez son más valiosas en cuanto a dinero. El arte es un vehículo que sucede en determinados lugares y que va cambiando la percepción de un montón de cosas. Cuando empecé a involucrarme en distintas muestras, me di cuenta que algunas no tienen las profundidad que yo considero que deberían tener. Y sin embargo no estoy planeando una muestra, sino ejercicios sonoros de gente que sabe mucho y poco”.

Siendo Río la primera producción local encarada por Kabinett, sus responsables indagan en la ingeniería del sonido, cómo viaja y se representa “incluso en una interfaz gráfica”. Dice Melero: “En la negación de Diego de editar un disco vio otras posibilidades y apareció esta plataforma, y también Gabriel Rudd. Yo creo que es sólo el pricipio de una larga amistad”, juega elocuente el ex líder de Los Encargados.

“Lo que más me conmovió es el siglo XXI, y la banalización de la música”, dice Tuñón. “Yo era joven en los 80: Virus, por ejemplo, me habló de autores, de cine, de un montón de cosas que me hicieron dar ganas de estar vivo, y eso cada vez lo noto menos. Cada vez quiero salir más de la ansiedad que produce el hecho de que mucha gente esté involucrada en un proyecto y que tenga que recibir un rédito por eso”. 

Hacia el final de las imágenes de Río se cuela una captura de momento íntimo en la creación, donde Daniel se para al lado de Diego y le imparte una bajada que sólo ellos sabrán qué contenía, pero que se siente como una dirección técnica al tiempo que motivacional. “Yo quería sacarlo eso, porque me dió vergüenza”, revela Melero. “Me falta fragilidad en los gestos en ese momento. Soy un poco exigente”. A lo que Diego agrega: “Es algo que yo había hecho y perdí. Y él está tratando de guiarme porque sabe que no puedo tocar dos veces lo mismo. Que eso es un músico. Pero hicimos una genialidad que pasó y él me está tratando de decir cómo vuelvo ahí. Casi nunca vuelvo”

A lo largo de la charla ambos mencionan en repetidas oportunidades la idea de abrazar al error, la fragilidad, y exponerse honestos, cómodos y sin presiones. ¿En qué se pusieron rigurosos? “En amar un proyecto que sabíamos que iba a ver alguna luz, y que no sabíamos si nosotros íbamos a ver la luz que el proyecto iba a ver. Y en permitirnos la libertad absoluta, porque la música está muy invadida de la ansiedad de qué le va a suceder al otro, y nosotros estábamos mucho más enfocados en qué se puede hacer, qué se puede lograr con frecuencias y con cosas, sin tener la ansiedad. El camino era que sintiéramos ese entusiasmo, ya lo sabíamos y lo sentíamos”.