Mauricio Macri terminó de decir “es una tormenta” cuando el tsunami se lo llevó puesto. Su jefe de gabinete Marcos Peña negó que hubiera fracasado el gobierno y explicó que se trataba de “movimientos que produce la transformación del país” pero su cabeza cuelga de un hilo tras el terremoto que provocaron. Entre “tormenta” y “transformación”, más la hiperdevaluación del peso en dos días, la hiperinflación en la que desemboca y la recesión severa en la actividad económica, la gestión de Cambiemos presentó esta semana síntomas anticipados de descomposición. Después del jueves hay un gobierno débil, sin respaldo de los poderosos factores de poder económico que representaba y sin el apoyo de la inmensa mayoría de una sociedad otra vez castigada por la desaprensión de un gobierno neoliberal.
Pasó desapercibida en esta jungla argentina pero fue representativa por el dolor que produce, por la afrenta vergonzosa que representa el reclamo de los chicos discapacitados, muchos de ellos con síndrome de Down, en las puertas del Congreso, por la caída de las pensiones. El país del neoliberalismo representado como una selva de todos contra todos donde las primeras víctimas son los más indefensos. Fue la imagen acusadora y lacerante que produce la cultura cambiemista del “yo todo lo hice con mi esfuerzo” y “a mí nadie me regaló nada”.
En un país donde las universidades están cerradas desde hace tres semanas, esa protesta desgarradora de chicos con discapacidad fue el escenario previo a la impresionante marcha en defensa de la educación pública. Impresionante por la muchedumbre, por el entusiasmo y por la confluencia de muchos otros reclamos sindicales y sociales en la misma marcha. Bajo una fuerte lluvia y un frío intenso, los grupos de jóvenes no dejaron de afluir sobre el Congreso y Avenida de Mayo. Más de cien mil personas que se multiplicaron en marchas en todo el país. Una movilización que sobrepasó por mucho a la flaca demostración de la semana pasada en respaldo a Macri y por el desafuero de Cristina Kirchner.
Y a la noche comenzaron cacerolazos que nadie convocó en distintas ciudades del país y barrios de Buenos Aires. Los vecinos que no fueron a la marcha salieron con las cacerolas. El jueves fue un largo día de protestas. Porque los que no participaron en ninguna de las anteriores se enredaron en disputas y discusiones en los bancos o en los supermercados y las casas de cambio. Porque no entregaban dólares o porque lo hacían a precio diferente a cada hora o porque los comercios se negaban a vender mercadería porque no tenían precio. El jueves fue el inicio de la era del deshielo. La nueva era de la gran protesta. Cuando la devaluación se derrame sobre los precios la suerte estará echada.
Esa fue la sensación en las reuniones que se fueron sucediendo durante todo el día en la Rosada y en Olivos. Hay crónicas versionadas de todos los colores con alguna coincidencia: había un presidente Macri deprimido por la traición de sus compañeros de vida y hermanos de clase. El día anterior había salido a parar la corrida sobre el dólar y le pasaron por encima. Al otro día Marcos Peña salió con la misma intención y fue peor. El mercado, los que inciden sobre el dólar, no son los pequeños ahorristas, sino banqueros y grandes empresarios que arrastran a los demás. La corrida dejó en claro que el círculo rojo, el poder económico concentrado, no confía más en el gobierno.
Casi todos los medios coinciden. Clima de velorio. Un presidente deprimido y con pocos aportes. Por un lado los que dicen que el problema no es económico sino político, sobre todo los aliados radicales del PRO, piden recambio de Gabinete. Quieren a Rogelio Frigerio o un radical en vez de Marcos Peña y sus dos vices, Gustavo Lopetegui y Mario Quintana. La lista de reemplazos se extiende desde Horacio Rodríguez Larreta –que se apresuró a desmentir cualquier movida– o Rogelio Frigerio, hasta los peronistas Juan Manuel Urtubey, y Ramón Puerta que se habrían apresurado a rechazar las sugerencias. O los que dicen que se necesita un ministro de Economía fuerte y sacarlo a Nicolás Dujovne. Comentaristas de Clarín se enrolaron entre los críticos a Peña y este análisis de que el problema es más político.
Frente a un gobierno débil arrecian las presiones. El editorial de La Nación de ayer explicó que todo es culpa del “populismo corrupto”. No habla de falta de dólares, dice que la turbulencia económica es por el gasto público. Y promueve un programa de neoliberalismo salvaje: no aumentar las retenciones; bajar impuestos a las empresas; echar miles de empleados públicos; nueva coparticipación con las provincias con correspondencia fiscal; acelerar el aumento de las tarifas; recortar al máximo los planes sociales; subir la edad jubilatoria e igualar la de hombres y mujeres.
Ninguna de estas medidas es aplicable sin represión. Es lo más parecido a los programas que convocaban a los viejos golpistas. Pero incluso los que plantean que el problema es político y no económico aceptan las exigencias de ajuste recesivo del FMI. Están los que plantean que con un dólar a 40 pesos y con la aplicación de retenciones del 35 por ciento al complejo sojero, como reclama el Fondo, se produce un ahorro que facilitiría llegar al déficit cero en 2019. Pero el ajuste es recesivo y disminuye la recaudación. Si la recaudación baja mucho –como sucede ahora– termina por liquidar lo que se ahorra. Gasta menos, pero también gana menos. En vez de un círculo virtuoso, un círculo estúpido.
Mauricio Macri ya no decide, está obligado a optar entre el FMI y los neoliberales más gurkas. Es un gobierno que no gobierna, aunque sus integrantes seguirán haciendo negocios con sus empresas. Desde Cambiemos se intentaron algunas explicaciones para victimizarse. En esa versión, la corrida sobre el dólar fue una venganza de los grupos económicos implicados en la causa mal llamada “de los cuadernos” (porque los cuadernos no existen). Es cierto que los grupos económicos protagonizaron la corrida, pero no por la causa judicial operada por el gobierno, sino por una explicación más sencilla: los grupos económicos perdieron la confianza en el gobierno. No hay revancha ni venganza, hay negocios.
Hasta diciembre se prevé que el desarme de la trampa para bobos que el mismo gobierno se armó con las Lebacs sea superior a los 400 mil millones de pesos, muchos de los cuales se irán al dólar, lo que seguramente provocará más devaluación y mantendrá las tasas en el surrealista 60 por ciento. O sea: devaluación de país sub-bananero con tasas de país doblemente sub-bananero. Y la inflación puede ser estratosférica.
El país discurre en una crisis que el gobierno macrista profundiza cada vez más al tiempo que pierde los respaldos políticos y económicos que lo llevaron a ese lugar. En los hervideros más calientes de la política se habla de una salida anticipada vía Asamblea Legislativa, con candidatos como el titular de la Corte, Ricardo Lorenzetti o algún senador con consenso entre las provincias.
En otros ámbitos menos apocalípticos se empieza a manipular otros nombres. El ex presidente Eduardo Duhalde lanzó la candidatura de Roberto Lavagna, con un Sergio Massa resignado alegremente a la gobernación bonaerense. Es una candidatura que rápidamente fue comentada en buenos términos por un sector de los medios del actual oficialismo.
Al acelerarse la caída de la economía, el aumento de la protesta social y el deterioro del gobierno, los tiempos de la política quedaron muy retrasados. En ese desfasaje, la irrupción de una crisis acelerada puede desembocar en un recambio superficial. Los tiempos de la interna amplia que estaba preparando el peronismo aparecen muy superados. Ante la incertidumbre que genera el desastre económico y la debilidad institucional, la sociedad necesita visualizar que existe aunque sea el embrión de una esperanza o propuesta.
Hay veces que un día puede resumir una historia. Así fue el jueves que pasó. Un día que resumió la historia del gobierno de Mauricio Macri, las consecuencias de sus metas, de sus ideas, de sus acciones. El símbolo de ese país fue la imagen que comenzó ese día, la de los chicos con discapacidad que reclamaban por sus pensiones caídas. Un país donde el más vulnerable es el más golpeado, donde todos son vagos, menos yo, un país donde el hambriento se lo merece, un país que confunde “regalo” con derecho. El país jungla y el de todos contra todos. Un país para muy pocos.