Había algo especial en su forma de presentarse como escritor comprometido. También en la dureza con que rechazaba toda crítica, o cualquier defensa sobre algo a lo que él se opusiera. Eso tentaba a rechazar al mismo Sir Vidyadhar Surjprasad Naipaul, fallecido el pasado 11 de agosto a los 85 años. Sus mujeres lo veían con cariño y al principio de una relación también lo admiraban. Naipaul fue un gran escritor en la literatura en inglés del siglo veinte. Algo así como un Arthur Koestler, considerado un intelectual entre los más grandes del siglo por su amigo y colega George Orwell. Agréguese luego que Koestler fue un aventurero sexual y un violento, aspecto que trasmite su biografía escrita por el inglés Michael Scammell. Una opinión parecida merece Naipaul en la biografía autorizada de Patrick French. Me gusta la comparación con Koestler, habiéndolo conocido, entrevistado y pasado tardes con él en la preparación de un libro sobre la Guerra Civil española. ¿Se ofendería Naipaul por ser instalado en el mismo podio que Koestler? Quizás, seguro que lo consideraría ridículo. Naipaul escritor inspiraba admiración. Mi respeto por él como escritor comenzó al leer su cuarta novela, Una casa para el Señor Biswas,publicada en 1961. Ese libro lo instaló firme y formalmente en la escalera hacia el podio de escritor internacional. Quizás hasta haya influido, cuarenta años después, en la decisión de los duques de la comisión del Nobel.
El libro se basa en la vida de Naipaul padre, que murió a los 46 años, ciudadano de Trinidad de segunda generación cuya familia llegó de la India con el abuelo quien ostentaba un contrato esclavizador para cosechar la caña de azúcar. Mi padre me regaló esa novela para la navidad de 1962, pocas semanas antes de su muerte a los 56. Vivíamos en Ranelagh, antes una parada de agua de las locomotoras a vapor, hoy un suburbio-dormitorio al sur de CABA. Sentía yo que tenía algo en común con la Casa del León en Chaguanas, Trinidad, en cuya puerta posaban dos felinos mal tallados y donde había nacido Naipaul. Una beca para estudiar en la Universidad de Oxford le permitió fugarse de la isla y superar sus modestos orígenes.
Años después, en los ochenta, viajando a Georgetown, Guyana, donde Naipaul había investigado datos para su novela El pasaje medio (1961), hice una escala en Trinidad para visitar la Casa de Chaguanas, hoy el suburbio que más crece en la isla. No se parecía en nada a mi hogar en Ranelagh, obvio, pero me quedó la fantasía. Naipaul en Chaguanas había pasado a ser un destino turístico.
A pesar de las opiniones diversas sobre Naipaul, la única percepción que él admitía era la propia. “Todo lo de valor en mi está en mis libros. Soy la suma de mis libros. Siento que en cualquier etapa de mi carrera literaria puedo haber dicho que mi último libro contenía a todos los anteriores”.
Esa autoapreciación la incluyó en su discurso al recibir el Premio Nobel en 2001. Había alcanzado la cúspide. Sin embargo, más que el Nobel estaban el ser declarado Caballero por la reina y haber ganado el Premio Booker en Londres en 1971. Inglaterra lo confirmaba inglés: no era un exiliado, un migrante, un expatriado. Su hogar estaba en Inglaterra. A fines de la década del setenta me informó sin titubear que era parte de Inglaterra: indio, nacido en Trinidad, radicado desde joven en Londres. Me llamó por teléfono para rechazar la propuesta de entrevista “como exiliado”. En la suma de su fama, era un caballero, consideraba que había accedido a la clase alta y era simpatizante comprometido de la primera ministra conservadora Margaret Thatcher.
En su discurso del Nobel explicó, “hace unos treinta años fui a la Argentina. Era la época de la guerrilla. La gente aguardaba el regreso del exilio del viejo dictador Perón. El país estaba lleno de odio. Los peronistas esperaban el momento de la venganza. Uno de ellos me dijo, ‘Hay tortura buena y tortura mala’. La tortura buena se practicaba contra los enemigos del pueblo. La tortura mala era la que cometían los enemigos del pueblo. La gente del otro lado decía lo mismo. No se debatía nada. Sólo había pasiones y la jerga política vacía que se adquiría de prestado de Europa. Escribí, ‘Cuando la jerga convierte a temas candentes en abstracciones, donde la jerga sólo termina compitiendo con jerga, el pueblo no tiene causas.’”.
En abril de 1972 Naipaul vino a Buenos Aires para escribir sobre el legado del peronismo. Lo había fascinado la figura de Eva Perón desde que la había visto en un noticiero en la Universidad de Oxford en 1952, el año en que ella murió. El contacto de Naipaul en Buenos Aires era Norman Thomas di Giovanni que murió en 2017 a los 83, norteamericano, traductor y amanuense de Jorge Luis Borges, quien llevó al visitante a conocer al gran hombre de las letras argentinas. Norman también le organizó un circuito de visitas con voceros y voceras de expresión moderada o inútiles. Importante para el largo plazo, lo presentó a una anglo argentina, Margaret Murray Gooding, quien pasó a ser la amante de Naipaul durante varios años. Margaret lo seguiría a Naipaul en viajes a destinos lejanos en todo el mundo. Ella era hija del conocido agente literario inglés Lawrence Smith, que vivía en la calle Virrey del Pino, en Belgrano. Esta historia la cuenta con detalle el escritor Paul Theroux en su libro, La sombra de Sir Vidia, Una amistad en cinco continentes(1998). También se reproduce en la biografía autorizada escrita por Patrick French.
Naipaul tenía fama de maltratar a sus mujeres. A su primera esposa, Patricia “Pat” Ann Hale, a quien había conocido en Oxford y que murió de cáncer en 1996, Naipaul no la liberó del todo al no divorciarse, aun cuando progresaba la relación con la maltratada Margaret Murray Gooding. Esta dejó a sus hijos y marido en Buenos Aires y se embarcó en la nueva relación que duraría años, casi dos décadas. A la larga, Margaret regresó a la Argentina. Su vida con el escritor, entre desplantes tempestuosos y tristezas prolongadas, la llevó a muchos países, enfrentando anuncios de corte, separación y reconciliación temporaria.
Casada con Vidia a los 22 años, Pat deseó concebir y tener hijos, cosa que no logró y que Naipaul por etapas quería y luego no. Pat se lamentaba con los amigos que Naipaul optaba por la variante de irse cada tanto a Londres para descargarse con prostitutas. Sin embargo, Naipaul le escribía cartas de amor y comprensión a Pat, quien también viajaba por su cuenta a visitar a la familia “del Genio”, como le decía a su marido.
Naipaul quiso mantener su matrimonio, a la vez que continuar la relación con Margaret. A pocos meses de iniciar la relación, Margaret le anunció que creía estar embarazada. Naipaul consideró esto un notición potente: no sólo era eficiente en lo sexual, también era fértil. Pensó que podía llevar el futuro crío a Londres y criarlo ahí con Pat. Al tiempo, la noticia se perdió simplemente en una menstruación atrasada. Sin embargo, Naipaul primero consideró que el anuncio había sido un chantaje, y después anduvo consultando amigos sobre cómo se cría un niño.
En 1996, luego de la muerte de Pat, el escritor se casó por segunda vez, ahora con una periodista paquistaní y musulmana, Nadira Khannum Alvi, treinta años menor que él, con dos hijos y dos divorcios. Naipaul había dicho públicamente que detestaba a los seguidores de Islam.
En los setenta, Naipaul pasó seis semanas en la Argentina. Luego visitó la capital tres veces más. Su predilección por la buena carne y los buenos restaurantes lo hacía sentirse cómodo. Lograba que muchos elegantes ciudadanos, impresionados por el personaje que tenían de visita, competieran embobados en pleno estilo porteño por ver quién lo agasajaba mejor. Lo paseaban por los mejores comederos de la ciudad y por sus casas. El primer viaje produjo un extenso artículo, “El cadáver en la Puerta de Hierro”, que publicó el New York Review of Books el 10 de agosto de 1972. Ridiculizaba a los políticos, describía una sociedad superficial y era feroz en todas sus referencias al peronismo, previendo la decadencia del país en el salvajismo de los setenta. Tomó por sorpresa a mucha gente que lo había recibido bien meses antes. Hubo comentarios indignados de empresarios y académicos, aprobación de algunos intelectuales, horror entre damas del Barrio Norte que lo habían agasajado en sus casas.
Su biógrafo, Patrick French, parece divertirse con uno de los efectos del artículo de Naipaul. El párrafo lo verán algunos como un retrato de la Argentina de la época. Vale citarlo aquí.
“La forma más extrema de crítica literaria vino de los jefes de la guerrilla Montonera. Bob Cox, editor corajudo, pagó cien dólares para publicar el largo artículo en el Buenos Aires Herald en un momento en que otros diarios practicaban la autocensura y había periodistas asesinados. Los Montoneros y muchos otros en este país socialmente conservador y católico sintieron enorme revulsión ante algunas líneas del escritor, ya iniciado sexualmente en Buenos Aires, sobre Evita: ‘Su vulgaridad, su belleza, su éxito contribuyen a su santidad. Y su sexualidad, ‘Todos me acosan sexualmente’, dijo alguna vez, irritada, en sus días de actriz. Era la mujer-víctima ideal del macho, esos labios rojos hablan al macho argentino de la calidad de su felacio’. Andrew Graham-Yooll era el joven secretario de redacción y se lo responsabilizó por la publicación. En Montoneros se decidió que debía ser asesinado mediante una bomba en el escritorio de la redacción del Herald (en 25 de Mayo y Tucumán). Montoneros había usado el método anteriormente: consistía en que al abrir un cajón del escritorio se tiraría de un alambre que sacaba el anillo de una granada pegada con cinta en el interior del cajón”.
“Un ex diputado, Diego Muñiz Barreto,arribó demorado a la reunión cuando la orden de muerte ya había sido dada y el asesino había salido. Tuvo suerte el objetivo. Muñiz Barreto era un argentino con simpatías anglo en su familia, un Old Georgian, una casta de elite que había cursado en el St George’s College de Quilmes. En aquella urgencia Diego anunció, ‘No le pueden hacer eso a Andrew, tenemos confianza con él. Investiguemos’. Se dio una contra orden y Andrew Graham-Yooll sobrevivió. El (Graham-Yooll) había conocido brevemente a Vidia durante su visita y le había parecido que no se interesaba por las circunstancias del país”.
Según cuenta el escritor inglés James Woodall, autor de la biografía de Borges El hombre en el espejo del libro, 1996, Naipaul llevó su curiosidad sexual a la conversación en un encuentro con Borges. Según dice el libro, el novelista informó al poeta que “el acto sexual directo, fácilmente comprado, no es de importancia para el macho argentino. Su conquista de una mujer es total sólo si la puede sodomizar. La mujer tiene en su poder negarse, este es un juego de los burdeles, la aventura latina sin pasión que comienza con habladurías de amor. ‘La tuve por el culo’. Es así como el macho informa de su victoria en su círculo de amigos...’”.
Aparte de un par de llamadas telefónicas que mencioné, no volví a tener más contacto con Naipaul.