Al igual que el gobierno bonaerense en La Plata, días atrás, con las trabajadoras y trabajadores del astillero Río Santiago, luego el gobierno nacional, con sede en Buenos Aires, respondió con represión explícita a quienes protestaban por los 600 despidos en el Ministerio de Agroindustria.

La cartera encabezada por el ex presidente de la Sociedad Rural Argentina ha decido eliminar los programas de huerta familiar como parte del ajuste que adecúa las finanzas a las exigencias del FMI y a la propia concepción excluyente de la alianza burguesa dominante.

Entre tanto, la timba financiera continúa y la disparada del dólar exhibe una brutal transferencia de recursos de las clases más desfavorecidas hacia el núcleo más concentrado de capitales.

La fuerza del estado complementa los dispositivos expoliatorios del capital y asegura la persistencia de la dominación. Todo esto contando con la anuencia de legisladores y burócratas sindicales.

Miles de docentes y estudiantes  marchando por las calles de la principales ciudades de la región Argentina no disuaden a los funcionarios que desfinancian la educación pública. Cabe señalar cuán significativo es que algunos dirigentes estén mucho más preocupados por el “retorno a la normalidad” que por la lucha que dignifica y se consolida con el transcurso de los días. También resulta sugestiva la indolencia de una porción de población indiferente a los recortes presupuestarios que privan de fondos para asistir el traslado de personas con discapacidad o necesitadas de tratamientos de diálisis.

Estamos en el ojo de la tormenta, y entonces, cada una y cada uno más allá de las palabras deberá actuar solidario sino quiere asumirse como cómplice de la devastación social en curso.

Sólo la lucha nos hará libres, el resto es servilismo.