Por Adriana Meyer
Es tarde y recién terminan la última actividad porteña, en un panel del Foro por la Libertad de las Presas y los Presos Políticos de América Latina, que se realizó en la Liga Argentina por los Derechos del Hombre. Se ven cansados pero durante la charla exponen con lucidez y vehemencia. “La realidad indígena a veces pasa desapercibida para los organismos de derechos humanos. Se sufren discriminaciones no sólo desde las oligarquías y el poder, sino también desde los sectores populares que no ven al indígena. La prisión política es una realidad de Chile y Argentina para el pueblo mapuche hoy, en democracia”.
–¿Cuáles son las cifras que manejan?
Pedro Cayuqueo: –En Chile las políticas de criminalización de la protesta indígena vienen de los años ‘90, llevamos cinco gobiernos de centro izquierda y de centro derecha que lo han hecho de manera bastante similar. Presos políticos se contabilizan más de 200, y procesados son muchos más, el triple. Ricardo Lagos fue uno de los más feroces, en 2001 inaugura el uso de la ley Antiterrorista para perseguir a militantes indígenas. Hoy hay presos mapuches condenados y procesados por demandas por la tierra o protesta social violenta, sabotaje y otras acciones de resistencia. Esa ley la hizo Augusto Pinochet en 1984 para perseguir a opositores políticos y hacerlos desaparecer. Se aplica de manera sistemática. Hubo enjuiciamientos a lonkos, como Facundo en Argentina, que fueron condenados y finalmente la Corte Interamericana de Derechos Humanos anuló la sentencia, porque se denunció el uso arbitrario y discriminatorio de esa ley contra militantes indígenas. Aunque las condenas se terminan cayendo, los fiscales la emplean para encarcelar preventivamente hasta dos años, como una condena anticipada.
–¿Cuál es el nivel de ataques mapuches violentos en Chile?
P. C.: –Hay una protesta social mapuche que desde el retorno de la democracia al no encontrar cauce político derivó en manifestaciones de violencia política, que son habituales también en marchas estudiantiles o feministas, destrozos urbanos como la quema de un microbús. A menudo la protesta indígena son sabotajes a la propiedad privada industrial, camiones forestales, hay una pelea grande de las comunidades con el rubro forestal, las grandes industrias madereras tienen mucho territorio usurpado a comunidades. El blanco de las acciones de resistencia generalmente son maquinarias forestales, que no califica en ninguna parte del mundo como terrorismo, según la doctrina internacional son daños a propiedad privada. No es un fenómeno de insurgencia armada, ni guerrilla rural lo que se vive en el sur de Chile, como creo que tampoco en Bariloche o Esquel, dudo que sea real lo que dicen de la RAM, pero en forma mediática se genera una estigmatización funcional a las estrategias de represión a movimientos que tienen legitimidad democrática. De hecho, en otras regiones la demanda mapuche por autonomía, territorio, cultura y participación política ha sido resuelta.
–¿No sería el caso de la CAM?
P. C.: –Para la prensa la Coordinadora Arauco Malleco es la organización enemiga número uno del Estado. Cuesta mucho trabajar el tema desde el periodismo con cierta objetividad profesional que se sustente en el sentido común porque en el caso chileno una parte del problema es que las autoridades desconocen la historia, las reivindicaciones y gran parte de la identidad y cosmovisión del pueblo mapuche, que genera un diálogo de sordos, una élite metropolitana que mira a los indios del sur, primitivos, salvajes y violentos, la caricatura del siglo XIX al estilo Sarmiento sigue muy instalada. Trabajo en el segundo diario más importante de Chile y en reunión de pauta lo he dicho. Hay un abordaje poco profesional, superficial de crónica roja, de los hechos de violencia, cobertura poco documentada de un conflicto que requiere al menos leerse un par de libros, Carlos Martínez Sarazola, Diana Lenton, Marcelo Valko y Darío Aranda, colaborador de PáginaI12, Adrián Moyano como mínimo. Y en el caso chileno a muchos intelectuales y académicos brillantes del pueblo mapuche que no tienen cabida en los medios, pero tenemos casos como Fernando (Pairican), historiador joven, destacado columnista.
–¿Por qué otra reivindicación pelean hoy?
Fernando Pairican: –La principal es la autodeterminación y la devolución de tierras, que van encadenadas, como derecho humano fundamental de los pueblos originarios. Y eso está negado, la constitución de Chile no los reconoce, por eso planteamos que hay una segregación de los derechos civiles del pueblo mapuche.
–¿Santiago Maldonado conoció el conflicto mapuche en Chile?
F. P.: –No lo sé, pero es muy posible. El mundo mapuche siempre ha estado conectado, el movimiento indígena en América Latina es así, las fronteras son de los criollos, el indígena es transnacional. No es necesario vivir en uno o en otro lado, hay una conexión social y política que es lo que llamamos la gran revuelta indígena en América Latina a partir de la década del ‘80 en México, Guatemala, Bolivia, Chile y también Argentina. Es posible que Maldonado haya estado en Chiloé, en Valdivia. La producción artificial de salmón está afectando el ecosistema, destruye huevos de otras especies. Supuestamente iban a generar trabajo pero contaminan en el mar, junto con lo forestal y lo hidroeléctrico son los tres problemas ambientales que trajo el modelo neoliberal extractivista. El mundo mapuche habla de la desposesión, que generó micro resistencias locales, contra las salmoneras, las forestales y la pérdida de los ríos.
–¿Están coordinadas estas acciones?
F. P. –No necesariamente, son explosiones políticas locales pero se empieza a enlazar en un movimiento, en el reconocimiento político de una lucha con la otra. El objetivo común es la autodeterminación.
–¿La expresión de esto en Argentina sería la RAM? ¿Hay constancias de los más de setenta atentados que se le atribuyen?
F. P.: –No sé si respecto de los atentados, pero me acaban de entregar un libro con la historia de la RAM y sus comunicados, para mí como historiador existe. El proceso de emergencia indígena va a generar inevitablemente la politización del mundo mapuche, que fue dividido por los estados naciones pero se reconoce como una sola memoria y una misma historia. Sería extraño que no hubiera una expresión política mapuche en esta zona.
–¿Cómo ven la recuperación territorial en Cushamen en 2015?
P. C.: –El activismo mapuche chileno conoce la realidad de Puel Mapu de Argentina, hay coordinación de la denuncia pública, existe la conciencia de que somos un pueblo que está a ambos lados de la cordillera, para nosotros son todos mapuches, del Atlántico al Pacífico. Cushamen fue motivo de alegría porque la gente recupera la memoria, la dignidad y se moviliza para luchar por aquellos derechos de los que fueron despojados sus abuelos. El activismo juvenil mapuche que surgió en Chile en los noventa está sucediendo ahora del lado argentino, tanto las personas vinculadas al lonko Facundo como otros grupos de la zona. No olvidemos el caso de Rafael Nahuel, un pibe de barrio que se involucra en una recuperación territorial, es un fenómeno de inmensa alegría, más allá del drama humano de lo que ha sucedido, porque son los nuevos brotes de un pueblo que vuelve a resistir y a levantarse. No nos sorprendió la represión, es la receta histórica en América Latina de las oligarquías de los estados. A los efectos de los intereses capitalistas, los pueblos originarios somos el laboratorio donde se ensayan estrategias de contrainsurgencia o control social. La criminalización de la protesta en Chile se amplió a movimientos regionalistas, sindicales y de estudiantes. La respuesta del gobierno argentino ha sido de manual. Uno esperaría que los estados tuvieran la madurez y visión para darse cuenta de que la demanda indígena es propia de la modernidad, no es un retorno al pasado sino un salto al futuro. Los estados desarrollados, democráticos y modernos le dan cauce político a esta diversidad cultural, lingüística e identitaria, a las reivindicaciones políticas a través de regímenes de autogobierno, e incluso al tema de la múltiple identidad. ¿Por qué la argentinidad tiene que estar asociada a una fisonomía blanca descendiente de colono europeo y no a una realidad plurinacional, pluricultural y plurilingüista? Nos hermanan luchas desde Alaska a Tierra del Fuego. Puedo tener diferencias legítimas con el lonko Facundo pero los mapuches somos muy respetuosos de los procesos de otros territorios, somos una sociedad de clanes territoriales, hay muchos liderazgos lo que nos obliga a ejercitar el diálogo político.
–¿Lo que pasó con Maldonado ayuda a esa posibilidad?
P. C.: –Santiago nos merece el mayor de los respetos, es un solidario con la causa, un hermano no indígena que se comprometió con un proceso de lucha en Cushamen, todo el respeto a su familia. Y en esto de encontrarle un sentido a la muerte que tuvo permite concientizar a la sociedad no indígena sobre un tema invisibilizado, reducido a los medios provinciales, ahora llegó a las portadas de los principales diarios de Buenos Aires.
–¿La desaparición forzada es parte de la criminalización?
P. C.: –En Chile hay un caso emblemático, José Huenante, un joven mapuche de Puerto Montt, el primer desaparecido en democracia en Chile a manos de los carabineros durante el primer gobierno de (Michelle) Bachelet. Desaparece un joven poblador luego de ser detenido en un control policial arbitrario, es un caso sin resolver. Sabemos que en Argentina es un tema que sensibiliza muchísimo y sigue sucediendo. Creo que el caso de Santiago Maldonado impactó tanto por eso, una herida abierta en la sociedad argentina. No creo que haya sido porque era blanco que repercutió tanto, ni tampoco por ser de clase media. Todas las filmaciones y fotos del operativo reforzaron la idea de la desaparición forzada, estaban todas las pruebas y eso impactó.
–¿En Chile los medios trataron el caso Maldonado?
P. C.: –Sí, la cuestión mapuche y Argentina es noticia. Más aún por las torpezas de los gobiernos y sus ministerios de Seguridad. No olvidemos que al final del gobierno de Bachelet se produjo una coordinación represiva del subsecretario del Interior de Chile (Mahmud) Aleuy con la ministra de Seguridad (Patricia) Bullrich. Se habló de posible tráfico de armas por la cordillera, de la posible conexión de la RAM con la CAM, hasta hablaron de la conexión kurda.
–¿En Cushamen ganó Benetton?
P. C.: –Creo que el pueblo mapuche está viviendo una verdadera primavera, que no se detiene cortando flores, a nivel institucional, cultural o puede florecer de manera radical, a palos, y de ahí lo que surja puede que no sea de mucho agrado para la sociedad blanca. La experiencia de Cushamen es su forma de plantarse a lo que el Estado ha hecho con ellos, decenas de años de maltratos, invisibilización, discriminación y negación. ¿Esperaban otra cosa de esa generación mapuche? A la juventud indígena que emerge de los barrios pobres de las ciudades del sur la sociedad ha negado su identidad, su historia y hasta su lengua, la estigmatizó como pobre, floja, borracha y ahora como terroristas. Los han caricaturizado hasta el absurdo como si no pudieran ser punk, o flogger, o trash, lo que quieran ser, y hasta usar un celular. Los arrestos y las persecuciones judiciales no los van a detener, porque no lo logró Chile. Hay dirigentes con muchos años de cárcel, y el pueblo cada día está más consciente de su historia, de su dignidad, más organizado, generaciones nuevas que vienen con el orgullo mapuche a flor de piel.
–En su coherencia con el regreso a un buen vivir no toman alcohol.
P. C.: –En Chile sucedió lo mismo, tendían a un modelo de weichafe, de guerrero, que difería de la caricatura, son principios mapuche, un modelo de persona, activista y militante, como el hombre nuevo guevarista pero mapuche. A los sectores más radicales del movimiento indígena los tildan de ser infiltrados por el comunismo, marxismo, trotskismo, anarquismo, lo que sea. Desconocen que hay una ideología nuestra que está dando vuelta. Es una historia larguísima de resistencia. No necesitamos un Che Guevara porque en cinco siglos tenemos cientos Che Guevara indígenas, hombres y mujeres. Hay guerreras mujeres de la colonia que el movimiento feminista hasta las podría levantar como bandera. La cosmovisión indígena es un paradigma completamente diferente al de la sociedad occidental: es de relaciones humanas y nuestro lugar en el mundo, ni mejor ni peor, sino distinto. Es la clave para entender por qué la tierra es tan importante para nosotros, los proyectos extractivistas nos dañan más allá de la propiedad de la tierra, en lo espiritual y lo medioambiental. Si un blanco solicitara por sus creencias religiosas un permiso penitenciario para asistir a un bautismo, diría como mapuche, entiendo su ceremonia, que vaya. Eso a la inversa no sucede, por eso que un machi pida ir a su rewe (altar), que es una ceremonia muy importante en la vida de los machi, aparece como algo incomprensible. Pero las nuevas generaciones, y Santiago puede ser una demostración, están interesadas en la mirada indígena, porque hay respuestas a problemas contemporáneos.
–¿La supuesta existencia de la RAM fue funcional a las políticas represivas?
P. C.: –Concuerdo con Fernando en que podría perfectamente existir la RAM, son procesos de lucha indígena que se van radicalizando. Pero como amenaza a la seguridad del Estado argentino no, no existe. Un puñado de chicos que anda quemando algún vehículo en la ruta no es una amenaza para el modelo económico extractivista que mantiene este gobierno y viene del anterior. El Estado ubicó a Facundo Jones Huala como líder, él dijo que formó parte pero ya no está más. Cuando Facundo dice que él convalida todos los métodos de ejercicio de derechos sólo ponen la cuestión de la violencia. En lugar de buscar a la RAM no preguntan sobre los incendios forestales, por qué Benetton tiene 900 mil hectáreas, por qué hay más de 105 comunidades indígenas en Chubut que no tienen regularizada la propiedad comunitaria indígena, por qué hay más de 130 desaparecidos forzosos en zona de conflictos. Que exista o no exista la RAM no es la cuestión. Esto nos dice Sonia Ivanoff, y ella no cree que haya ganado Benetton. Cuando comenzó la recuperación no pensaban llegar tan lejos. La cantidad de personas allí no es determinante del movimiento político, ni de lo que se pretende visibilizar. No se comprende la dimensión de la persecución del mapuche por haber declarado (en el caso Maldonado). El valor de su palabra se puso en duda, no tienen garantías. No se entiende la dinámica del pueblo mapuche, pretenden que funcionen como los blancos. Los testigos mapuches terminaron imputados, el 18 de septiembre los tuvieron doce horas en el piso sin poder hacer sus necesidades. Los del GEOF le dijeron que los mandaron a matarlos por terroristas, y se encontraron con pibes en alpargatas y poncho. Cuando hay una gran ignorancia del sujeto colectivo por el cual reclamar se equivoca la metodología. Ningún mapuche le puso una 9 milímetros a Santiago para estar cortando la ruta por los nueve presos que (Pablo) Noceti el día anterior había mandado cazar, les habían partido los dientes a todas las mujeres, y él estaba haciendo un corte parcial por eso y por la detención de Facundo. Cazar indios en la Patagonia es una práctica cotidiana, algunos la descubren ahora pero es un deporte ancestral.
–¿A muchos descolocó la aparición del cuerpo?
P. C.: –Sonia intentó cuatro veces ser querellante en la causa porque el Pu Lof en Resistencia Cushamen es víctima, y porque desaparece Santiago en el patio de su casa y aparece muerto allí mismo. Nunca lo lograron, sino otra hubiera sido la historia. Pero para dejar de lado el derrotismo, la mirada mapuche es muy optimista, si un puñado de pibes de Esquel y Bariloche pudieron transformar este conflicto de tierras en una crisis política en la Casa Rosada, somos muy optimistas sobre el futuro.
–Pero eso no hubiera pasado sin la muerte de Maldonado
P. C.: –Probablemente no. Pero sucedió, y por la torpeza del gobierno que fue incapaz de apagarlo antes escaló al nivel que llegó, fue incapaz de evitar esa muerte.