La ominosa y mal llamada “Revolución Libertadora”, dentro de sus crímenes menos recordados, cambió el nombre a la Universidad Obrera (creada durante el peronismo: “La universidad se llenó de hijos de obreros, donde antes estaba solo admitido el oligarca”, dijo Perón), pasando a llamarla Universidad Tecnológica Nacional (UTN). No fue solo un cambio de nombre: se busco borrar al obrero, borrando la connotación popular de los estudios académicos, recortando el acceso: la universidad no era para los obreros ni para sus hijos, para los “patas sucias”. La universidad no era para los cabecitas negras que ponen las patas en la fuente. Se buscaba así, como en tantos otros campos, borrar los logros sociales del peronismo (borrar las huellas del “aluvión zoológico”, desaparecerlo) borrando nombres, estandartes, borrando incluso una Constitución: un gobierno ilegítimo y de facto decretó, en un acto sin precedentes que todavía no ha sido debidamente juzgado por nuestros tribunales, que una Constitución emergente de un gobierno democrático y constitucional, plenamente legítima, con fuerte sentido social, carecía de validez. Esa Constitución tenía como uno de sus pilares el desarrollo social construido sobre la inclusión y la promoción de derechos. No sobre su recorte.
La defensa de la educación pública de calidad fue una bandera del peronismo y de todos los gobiernos populares de América Latina y del mundo. Porque la educación pública de calidad va de la mano del desarrollo social, individual y colectivo, además del imprescindible desarrollo de la conciencia crítica y social, y latinoamericana en nuestro caso. El desarrollo, en sus dos caras (personal y social) es un derecho reconocido por la ONU. Y la educación (como un derecho) es un medio para alcanzarlo, porque la educación permite desarrollar también la identidad. La inversión en ciencia, educación y tecnología, que comprende salarios dignos y no paupérrimos para quienes tienen en sus manos tan alta tarea (educar y hacer pensar, promover el pensamiento crítico), es uno de los pilares de las economías que hoy integran el pelotón de países en desarrollo. El recorte en educación, afectando la investigación y los salarios, las becas y condiciones de trabajo de miles de docentes, estudiantes e investigadores (con cientos de escuelas clausuras o en riesgo por falta de mantenimiento), es no solo un síntoma de desigualdad (usar a los docentes como variable de ajuste en la batalla por la inflación parece más un síntoma de debilidad que de fortaleza del actual Gobierno), sino también de atraso. Un país que no invierte en educación, que no estimula la inclusión educativa, es un país sin perspectiva de futuro.
Suele ponerse a Finlandia como paradigma o modelo educativo global. Desde 1970, Finlandia abolió la educación privada. Solo existen, en ese país, escuelas y universidades públicas. La igualdad, muestran distintos estudios, va de la mano del desarrollo. Esta política ha potenciado el rendimiento de los chicos de Finlandia. Este aumento del rendimiento educativo fue de la mano del aumento de la igualdad educativa. La equidad es, como muestran los países más desarrollados, uno de los pilares de la excelencia académica y del desarrollo social. La excelencia académica se alimenta de la equidad de derechos, y también la reproduce. Los países más atrasados del mundo son aquellos que recortan (o no invierten lo suficiente) en educación. Se ha advertido que ningún gobierno que no promueva el desarrollo igualitario y las capacidades invierte en educación. Porque la educación supone un aumento de la capacidad de crítica. Los gobiernos más democráticos y liberales sí invierten en educación, porque se benefician con ese desarrollo.
El 22 de noviembre de 1949, el presidente Perón firmó el Decreto 29.337 de Supresión de Aranceles Universitarios. Las universidades nacionales pasaron (recién) entonces a ser gratuitas. Tal decreto de gratuidad, cambio radical, fue impulsado en 1949 (mismo año de la Constitución social), y fue una medida que cambió para siempre el rumbo del sistema de educación superior argentino, que lo convirtió en su bandera. Hoy Argentina es un modelo en toda la región por su sistema de educación superior. El peronismo convirtió la educación en un derecho universal, ampliando el acceso a sectores que antes veían a la universidad desde afuera. Este cambio sigue hoy en día, con la incorporación de nuevos sectores populares a la universidad pública. Los pobres sí están llegando a la universidad, aunque al Gobierno esto le moleste o lo ponga en duda. Esos logros quisieron ser cristalizados en una nueva carta magna para evitar retrocesos. Sin embargo, un gobierno de facto, que bombardeó Plaza de Mayo y que asaltó el poder por las armas (bombardeo que fue reivindicado por el actual ministro de Cultura) la privó de validez. Un ministro de Cultura que reivindica bombardeos a población civil, y un ministro de Educación que estigmatiza a docentes que reclaman por salarios dignos, son una muestra de un país que no cree en la igualdad, base material de toda democracia. Que no apuesta por la educación como motor del desarrollo, sino que apuesta por la especulación financiera, que produce siempre atraso y desigualdad, recorte de derechos y docentes y estudiantes empobrecidos.
* UBA-Conicet, director del Tribunal Experimental en Derechos Humanos Rodolfo Ortega Peña (UNLa).