En medio del desastre en que está sumida la Argentina, con el gobierno dedicado a un latrocinio desenfrenado y el coro de tinterillos y economistas charlatanes confundiendo al soberano con blablablás incomprensibles –todo para mantener la impunidad de una estafa gigantesca–, la verdad es que hiere comprobar el letargo en que está sumida gran parte de la población.
Al circo de fotocopias de cuadernos dudosos, de corruptos arrepentidos que creen purificarse en tribunales sin prestigio ni credibilidad, y del festival de dólares que siguen sacando del país los avorazados amigos del Presidente, podrían añadirse montones de otros elementos que describen el proceso de disolución nacional.
El silencio de políticos e intelectuales republicanos que hasta hace poco exigían buenos modales, y a quienes celebraban lambiscones con carnet de periodistas, y muchos periodistas corrompidos, es ya vergonzoso.
Y así, el cuadro terminal se evidenció, la última semana, con la viralización del video de un programa televisivo de 2015 en el que Alfredo Leuco y su hijo Diego interrogaban amistosa y complacientemente a Marcos Peña Braun y Rogelio Frigerio, quienes explicaban todo lo que el macrismo no iba a hacer y el pueblo no debía temer en absoluto.
Ese video, visto hoy, resulta entre patético, canallesco e involuntariamente gracioso, porque es una prueba contundente de la gigantesca estafa política y moral de que fue víctima la mitad de la población argentina.
Mitad que se ilusionó con el fabuloso engaño urdido por el PRO-Macrismo-Radicalismo-Cambiemos, a quienes votaron, hay que decirlo, inconscientemente, como quien cree que va a caminar mejor si se dispara un balazo en un pie.
Pero además ese video deja en claro que la crisis terminal de esta república NO es económica, como quieren hacer creer a nuestro pueblo, sino que es una crisis política y moral. Decidida, perfecta e ineludiblemente política. Y moral por donde se la mire.
Esto es para decir con toda claridad que el desastre social que padece el pueblo argentino, el cáncer terminal que está padeciendo la república, no se arreglará con medidas económicas, cualesquiera sean.
Se va a arreglar con decisiones políticas que tengan en cuenta y sean en beneficio y acompañadas por los sectores populares. O sea que se va a arreglar con movilización, participación, conciencia. O sea resistiendo, y enfrentando la oleada retrógrada y antinacional, por todos los medios democráticos y pacíficos. Y abriendo el camino para una profunda reconstrucción moral que sea política de Estado.
En esa línea, se está haciendo evidente y está cada vez más instalada la idea de que el carnaval de decisiones y contradecisiones de matriz económica, como la tiranía de esa entelequia que llaman “los mercados”, o las recetas “técnicas” de economistas mediáticos fulservis del capitalismo global, no van a solucionar nada y, al contrario, van a seguir agravando todo.
De ahí que la solución política en la emergencia argentina tiene por objetivo de máxima una Nueva Constitución Nacional surgida de la voluntad popular en asambleas constituyentes. El objetivo inmediato es la recuperación de la conducción política y la participación popular con sentido social, exigiendo de entrada, por lo menos, ruptura inmediata con el FMI y repudio de toda deuda no contraída por el pueblo o sin su consentimiento.
El camino no es sencillo, pero no hay otro. La Argentina no restañará sus heridas ni recuperará el sendero del crecimiento sin claras y firmes políticas de contención y recuperación productiva, laboral, educativa y social en el más amplio sentido del término.
Así habrá que marchar hacia el próximo turno electoral, exigiendo desde ya la transparencia del voto contado en forma manual y de ninguna manera electrónico, como planea en las sombras el actual gobierno. Y enunciando desde ahora mismo el compromiso de que el próximo gobierno: a) elimine por decreto todos los decretos con los que el macrismo destruyó el presente y el futuro del pueblo argentino; b) declare en comisión al Poder Judicial en pleno y llame a concursos de antecedentes y oposición, con intachables jurados nacionales e internacionales, para crear una nueva magistratura, así como una Corte Suprema de por lo menos nueve miembros designados por voto popular y con mandato de diez años no renovables, y con todo el servicio de justicia pagando impuestos igual que la ciudadanía; c) restablezca de inmediato todas las leyes que disponen que las Fuerzas Armadas no intervienen en cuestiones internas; y d) ordene el inmediato retiro de todas las fuerzas militares extranjeras que ocupan hoy nuestro territorio y ya son visibles en Neuquén, Misiones y Jujuy, por lo menos.
Sin dudas el camino es arduo. Pero si es la política la que define y orienta lo económico y social, seguramente habrá soluciones. Esa es la esperanza, hoy. Y eso es lo que da sentido a la resistencia democrática y pacífica.