Con un mensaje prolijamente guionado, grabado y, a pesar de ello, transmitido más de una hora después de lo anunciado, el presidente Mauricio Macri confirmó que el “mejor equipo de los últimos 50 años” quedará disuelto a “la mitad” de sus ministerios, pero no dio ninguna precisión al respecto. Lo que sí confirmó es que con la última devaluación “la pobreza va a aumentar”, que volverán las retenciones al agro y que su política económica se ratificará en el apotegma conservador de “no gastar más de lo que tenemos”.
Sin hacer ninguno de los anuncios esperados, responsabilizó de la debacle del actual modelo al gobierno anterior, a un pasado “que no tenemos que dejar que vuelva”, a la “corrupción” y a la “aparición de los cuadernos” y a la guerra comercial entre EEUU y China. Finalmente, admitió que “gobernar un país cuesta” y se ubicó en el centro de la victimización al sostener que estos fueron “los peores cinco meses de mi vida después de mi secuestro”.
Según trascendió, la larga demora de la transmisión se debió a una decisión de suplantar la grabación del discurso hecha ayer en la Quinta de Olivos por la que finalmente se hizo hoy en el Salón Blanco de Casa de Gobierno. No hubo ninguna precisión sobre los cambios de ministros que los propios funcionarios de Cambiemos hicieron trascender durante todo el fin de semana para testear la reacción de la sociedad y de la oposición.
La salida del ostracismo del Presidente tras un fin de semana por demás agitado para el gobierno de Cambiemos fue para dar un mensaje motivacional sin anuncios. Usó la metáfora “cruzar el río” para hablar de una salida a la crisis, habló de “la Argentina que soñamos” y hasta se animó a decir que desde su asunción “la economía creció dos años seguidos”, que “bajó la pobreza”, que hubo “miles de nuevos puestos de trabajo” y que “el transporte se hizo más accesible”. A esta enumeración que van a contramano con los índices oficiales y privados, le agregó “el impulso fundamental que le dimos al campo”.
Precisamente, cuando se refirió al sector agropecuario lo hizo con una alusión: “Vamos a pedirles a quienes tengan más capacidades de contribuir, a aquellos que exportan, que su aporte sea mayor”. “Sabemos que es un impuesto malo, malísimo, pero les tengo que pedir que entienda que es una emergencia y necesitamos de su aporte”, dijo y luego el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, anunció la aplicación de derechos de exportación al agro.
El centro del mensaje presidencial se basó en el elemental en el propósito de “no gastar más de lo que tenemos”, una política que remite al axioma de “déficit cero” mentado por Domingo Cavallo, que encaminaría al gobierno de la Alianza hacia la independencia económica. Macri reforzó esta línea de pensamiento al insistir con que “no se pude gastar más de lo que se tiene” y, obviamente, tampoco “vivir por arriba de nuestros ingresos”. Pero le agregó un condimento: “mucho menos convivir con la corrupción”.
Adelantó que esa será el eje del Presupuesto 2019 que en pocos días llegará al Congreso y cuyas negociaciones, dijo, “ya están avanzadas con dirigentes de la oposición”. El ajuste, puntualizó, pasará por “reducir” la cantidad de ministerios, “compactar para dar respuestas focalizadas”.
Si decirlo, el Presidente confirmó la salida del gradualismo: “La realidad nos demostró que tenemos que ir más rápido” dijo. No habló de los mercados ni de la disparada del dólar, que la semana pasada llegó a los 42 pesos. Sólo advirtió que “con esta de valuación, la pobreza va a aumentar y (desde el Estado) vamos a estar para ayudar a quienes estén más expuestos” a la crisis. Anunció que en septiembre y diciembre “vamos reforzar” la ayuda a los beneficiarios por la AUH, así como también dar “alimentos para comedores y merenderos”.
“Estas medidas nunca son suficientes pero hacemos todo lo que están al alcance”, afirmó y dijo saber que hay personas “que no llegan a fin de mes”. “¿Creen que me hace feliz contar esta realidad?, ¿no darle los recursos a la gente que necesita? Querría darle más aumento a los profesores universitarios, a los enfermeros, a los policías”, fue la letanía final.
Aseguró que su gobierno seguirá por el mismo rumbo “sin tener miedo a pagar los costos” porque “todo lo que cuesta en la vida vale la pena”. “Gobernar un país, cuesta”, confesó y definió que estos fueron “los peores cinco meses de mi vida después de mi secuestro”.
Macri también insistió que sus objetivos para el año y medio que le queda de gestión son fomentar “el empleo formal”, tener “un Estado sin corrupción” y equilibrar las cuentas públicas “porque no podemos gastar más de lo que tenemos”. Esto último, agregó, “nos lleva a tener más inflación y pedir plata prestada”.
Pero, añadió, “cuando parecía que veníamos bien, sentimos que volvemos para atrás” y “en estos meses se desataron todas las tormentas juntas”. Admitió que desde hace tiempo él sabía que “terminar con esto iba a llevar tiempo” y que para ello “había que tomar decisiones antipáticas” para “el bien de todos”.
No admitió errores de su gobierno, sino que le echó la culpa de la crisis a “la peor sequía” de los últimos años, al gobierno anterior “por importar petróleo”, a “la suba de las tasas de interés en Estados Unidos” y a la “batalla comercial” entre ese país y China. “El conjunto de estas cosas provocó que quienes nos prestaban plata empezaran a dudar”, elucubró.
“El dólar empezó a subir y le pedimos ayuda al FMI”, prosiguió. “Pero cuando íbamos al cruzar el río, pasaron cosas que volvieron a sembrar dudas”, como la “crisis en Brasil” y “los cuadernos (de Centeno), el ex chofer que narró una zaga de supuestas coimas entre empresarios y funcionarios.