“No quería aplausos”.

Aquella noche Newell’s jugaba en Avellaneda contra Independiente, pero fui a Núñez, a la cancha de River. La juventud  es un instante que nunca se abandona. No había partido: tocaba AC/DC.

¿Apostasía leprosa? No. La Revolución sincera/esencial/natural apenas es un rocanrol.

Desprecié los puntos que podrían dar otra Copa. Todo estaba por suceder. “Ella era la mejor maldita mujer que había visto en mi vida” y todavía no sabía dónde quedaba su departamento verde De Konning. Ni que lucía esos inocentes hoyitos en las cadera/cintura, sobre las nalgas. Había  conseguido lugar en una combi que salía de Bermúdez y me sumé. Un abuelito en medio de pendejitos que me trataban de “Usted”. Sólo cuando les conté que había comprado un vinilo de AC/DC en “Melodías” de avenida Alberdi cuando ellos todavía no habían nacido, dejaron de perderme el “respeto” y me trataron igual. De igual a igual.

Back to black/dictadura.

En el Barrio Infinito no se aceptan “Déjà vu” de segunda mano. Los pibes me escuchaban, el tiempo/territorio se desvanecía. Todo fermentaba para que se abriera la flor. Y nadie lo sabía/presentía;  tampoco yo. Así es el auténtico rock and roll. Como si el viaje fuera/es/será un preludio de la sana realidad. Tenía sed y no era cerveza. Demasiada emoción para un solo ser/instante.

Era el momento en que lo cotidiano/vecinal se aparta de la Historia para brotar poesía. Los controles de Nuñez/ESMA no eran los de “La Falda ‘83”. No sé como habrá sido para los demás, mostré mi entrada y salí corriendo al campo. Tierra, contacto, latifundio/Oh Campo/Victoria/ Mundial’78. Nadie tocaba todavía, pero en el aire/silencio/ausencia había una guitarra como si fueran campanas llamando al rito/ritual/Pachamama. Corría con los demás, sin saber que otra vez estaba corriendo detrás de una pelirroja. La de siempre, alzo, inclino.

Roja directa.

El césped era verde y el ritual/recital pagano/humano empezó. Era el atardecer y todavía sobrevolaban jets del Jorge Newbery. ¿Césped sintético De Konning? ¿Cuál es la distancia/tiempo entre la música del vinilo 33 1/3 RPM y la realidad? ¿Who made who? ¿La necesidad hace al deseo? ¿El deseo hace a la necesidad?

La música escuchada para sobrevivir en la dictadura me devolvía “lo nuestro”. Es difícil describir el pogo/multitud. Siempre hay una mujer inexplicable. La soledad es la mentira más intensa/real. Nadie está solo en medio de una canción. El rock and roll no miente. Los labios verticales sólo pronuncian la palabra del infinito.

El infinito siempre es una mujer. Apenas llevaba una remera negra, algo más que desteñida. Estaba bailando con mi inconsciencia canosa, perdido en la multitud, cuando una chica desconocida/colorada, me tomó del hombro y me dijo: “Alzame, quiero mirar más”.

Nunca existió esfuerzo más delicioso. Un trabajo que nunca cotizaría en mercado alguno. La alcé y la desconocida empezó a bailar sobre mis hombros, acariciando mis pensamientos. Como si fuera un resarcimiento de toda la música/realidad que no había podido disfrutar 20/30 años antes.

La gota más humilde es la realidad.

Los milagros cotidianos no se registran en ninguna religión. ¿Alguien se puede imaginar lo que es sostener “el canto interminable” del placer inesperado? Las caderas no tienen signos de interrogación. Apenas abismos de satisfacción/cariño a compartir. En el escenario y en tu nuca bailando la misma intensidad.

El sexo esencial nunca es mercado.

El placer no cotiza el Wall Street, ni en las esquinas. ¿Cuánto dura un recital? ¿Cuáles son los tiempos de una canción? ¿Quién se atreve a medir las lágrimas de una tormenta? Muchas voces, incontables movimientos.

El goce nunca se deja atrapar en un relato.

Roces, abrazos, miradas, taxi, toques, llaves, puertas, actos, escanciada cotidianeidad y todo eso a lo que las palabras nunca llegan. Eso que es libre de la literatura. Escribir su nombre provocaría malestares sin adjetivos.

La mejor palabra es la que nunca se pronuncia.

La sonrisa profunda se presume vertical. El beso siempre es un pogo. Pronunciar su nombre sería traicionar una intimidad. Olvidar los huequitos de sus nalgas: una obscenidad. Las paredes de su departamento de Once estaban pintadas con un maravilloso verde… Sí, De Konning.

La sed siempre es una virgen que baila en los labios.

Ella me cabalgó toda la noche.