Diego Golombek es licenciado y doctor en Biología de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Actualmente, se desempeña como investigador principal del CONICET y profesor titular en la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), donde dirige el laboratorio de Cronobiología.
Como científico, publicó más de cien trabajos de investigación en revistas internacionales, y dirigió tesis doctorales y de licenciatura. A su vez, fue investigador y profesor invitado en la Universidad de Toronto (Canadá), Smith College (Massachussets), Universidad de Sao Paulo, Universidad de Buenos Aires, Universidad de Campinas, Universidad de la República, University of Virginia, UNAM, Université Louis Pasteur, Universidad de Santander, entre otras.
Desde comienzos del año 2000, Golombek alterna su actividad científica con tareas de divulgación, gracias a las cuales se convirtió en uno de los científicos más conocidos del país. Entre sus actividades como divulgador se destaca su participación en el programa Científicos Industria Argentina y en la colección de libros Ciencia que ladra. También fue asesor científico del programa de Discovery Channel La Fábrica y conductor del programa Proyecto G en el Canal Encuentro.
En diálogo con Universidad, Golombek profundizó acerca de sus tareas como científico y divulgador, y destacó que, además de comunicar“las investigaciones de manera profesional a través de revistas, conferencias, congresos”, existe “la comunicación pública de la ciencia, aquella que debemos hacer hacia la sociedad.”
¿Sentís que te reconocen no sólo por lo que pensás e investigás, sino también por la forma en que lo podés transmitír?
Estoy convencido de que transmitir la ciencia es parte de hacerla. De hecho, vivimos de comunicar nuestras investigaciones de manera profesional a través de revistas, conferencias, congresos, etc. Pero también está la comunicación pública de la ciencia, aquella que debemos hacer hacia la sociedad. En mi caso, me dedico casi por igual a “hacer ciencia” -como profesor universitario e investigador- y a contarla a diversos públicos. Obviamente que al ser una comunicación más masiva implica mayor reconocimiento, pero no puede existir una sin la otra. Lo más maravilloso es cuando se acerca algún pibe a decirme -de manera muy exagerada, claro- que se interesó por la ciencia o incluso siguió una carrera científica por algo en lo que yo había participado, como libros o programas de tele. Ahí somos Gardel. O mejor, otro Carlos: ahí somos Darwin.
En los últimos años, los medios de comunicación han sido el eje de múltiples debates. A partir de tu experiencia con “Proyecto G” (Canal Encuentro), ¿creés que se produjo un caso de “sinestesia” (mezcla de sentidos), entre los medios y la ciencia? ¿Considerás que hay lugar en los medios para la ciencia?
Comunicar la ciencia tiene dos componentes principales: ser muy riguroso con lo que se cuenta -consultando a los expertos que sean necesarios- y aprovechar al máximo los recursos que te brinda un formato, sea la tele, un medio gráfico, un libro, la radio, internet. En años recientes hubo un aumento indudable en esta sinergia entre medios y ciencia, y está claro que deben tener un lugar, además de contar con los actores adecuados, entre los que incluyo periodistas científicos profesionales. Y cuando se logra ese lugar en general es exitoso: muchas veces las noticias de ciencia son de las más leídas en los medios, y los buenos programas de tele son muy comentados. Pero esta no parece ser la lógica de quienes deciden el lugar de la ciencia en los medios: en este momento, por ejemplo, casi no quedan suplementos científicos en los diarios nacionales, y otras tantas las noticias de ciencia son comentadas por periodistas que no están realmente preparados para hacerlo. Al mismo tiempo, muchas instituciones científicas no suelen hacer todo lo que está en sus manos para difundir sus investigaciones. En fin, hay mucho camino por andar.
Según muchos estudios, los jóvenes entre los 12 y 18 años tienen su primer acercamiento a la ciencia a partir de un profesor que les cayó bien o algún experimento que captó su atención por unos minutos. ¿Cuál fue ese “germen científico” que captó al joven Golombek?
¡Esperá que le pregunto al joven Golombek! Mi historia es más bien atípica, ya que mis intereses de adolescente eran más artísticos o humanísticos. Pero ya en la facultad me deslumbraron los profes, los colegas, los compañeros, el cerebro. Y seguramente tenga que hablar de la influencia de Golombek padre, que era químico y, sin duda, tenía una visión muy científica de la vida.
Desde las ciencias se suele considerar que determinar ciertos resultados es una cuestión de variables. Cuantas más variables se tiene, y éstas son más precisas, se puede predecir con mayor precisión qué es lo que ocurrirá al combinarlas. ¿Cuáles creés que son las variables en un país para que la producción científica mejore?
Si bien la variable más obvia tiene que ver con los recursos, tanto presupuestarios como humanos -y estamos en una situación gravísima en este sentido-, creo que la variable principal es cultural: el lugar que se le otorga a la ciencia y la tecnología, y al pensamiento científico en general, en el Estado. Si es “un tema más” para los discursos, estamos en el horno. Si, por el contrario, pasa a ser una cultura para que las políticas públicas se basen en evidencia, para que el Estado se apoye “en” la ciencia -además de apoyarla-, iríamos por buen camino.