¿Es fácil portar hoy un cuerpo adolescente? Depende, si tenés treinta años o más: es muy fácil; si tenés alrededor de catorce: estás en el horno. Hoy todos queremos ser jóvenes, flacos y bellos. Sin embargo, la experiencia que atraviesa un chico lejos está de encarnar ese ser ideal. La pubertad trae consigo un dolor radical ante la emergencia de una singularidad que no se registra como propia, una íntima alteridad que desaloja al niño que ya no es con la vertiginosa irrupción de un cuerpo que no puede ni sabe esperar al hombre o mujer que todavía no llegó. 

Mi libro El cuerpo impactado trata sobre la adolescencia porque es un libro sobre el cuerpo, ese soma que adquiere su definitiva dignidad como soporte del deseo una vez que “la latencia de que adolece todo significable” precipita una significación en cuyo nudo habita el hueso sintomático que organiza la economía libidinal. Se trata de una noticia poco feliz para el sujeto, de la misma forma que la adolescencia en tanto tal no constituye una noticia agradable para un cuerpo social anclado en sus goces, tan estereotipados como reactivos a la contingencia. Esto es: el adolescente encarna lo que el adulto no quiere ver, ese futuro anterior (habrá sido/dejado/hecho) rebelde al parapeto de un mundo dominado por el cálculo. Ese pasado que nunca fue previo al momento en que el síntoma se hizo noticia.

*Psicoanalista. Hospital Álvarez.